Los fabricantes de automóviles disponen de múltiples infraestructuras de pruebas y de ingeniería. Entre ellas se destacan las cámaras anecoicas. Allí, aislados de cualquier onda sonora o electromagnética, los vehículos se someten a pruebas durante horas asegurarse que cada uno se escuche y se haga oír como corresponde.
Aislados de cualquier onda sonora o electromagnética, los autos se someten a pruebas durante horas en estas salas misteriosas donde también se desarrollan, en el más absoluto secreto, los sonidos y las funciones conectadas del futuro.
El proceso de testeo comienza en una sala que tiene las paredes y el techo cubiertos por paneles de espuma de los que surgen prismas horizontales y verticales. Estas protuberancias absorben las ondas sonoras y electromagnéticas reproduciendo las condiciones de un campo libre, donde no hay eco. Por ello la sala se llama “anecoica”, aunque en realidad en este caso es semianecoica porque el suelo no tiene ninguna protección.
En el centro de la estancia y rodeado de un centenar de micrófonos de alta calidad, se colocan los autos a probar con el objetivo de medir su aislamiento con respecto a los ruidos que generan el motor, los neumáticos o cualquier elemento del entorno. Así es como los expertos en acústica construyen y miden una arquitectura sonora completa compuesta de sonidos, tanto en el interior como en el exterior.
En el habitáculo, la desaparición del ronroneo del motor ha liberado un espacio sonoro que no se debe ignorar. Se presta ahora más atención al sonido de los intermitentes, al tintineo de los botones y a la sonoridad de las interfaces. Así el conductor y sus pasajeros se encuentran inmersos en una experiencia acústica y sensorial que forma parte del viaje.
Los autos también son probados en una cámara de Faraday cuyos muros que tienen paneles blancos que cubren una gruesa capa de materiales aislantes. Allí los vehículos se someten a pruebas en un banco de rodillos que permite simular una situación de conducción.
Unas antenas rodean el coche y lo bombardean de ondas de todas las potencias y frecuencias. De hecho, un vehículo en circulación está constantemente sometido a campos electromagnéticos, tanto al acercarse a cualquier tipo de antena, emisores o radares, y hay que asegurarse de que nada altere el funcionamiento del vehículo.
Las paredes de esta sala retienen las ondas electromagnéticas y aíslan a los autos del ecosistema exterior. De este modo, los expertos prueban las prestaciones de emisión y recepción del coche en una gama de ondas amplia: radio, teléfono o GPS.
La última parte de los testeos sonoros se realiza en una tercera sala totalmente anecoica. Tiene cerca de 300 metros cuadrados y 11 metros de alto y ahí las paredes, el suelo y el techo están cubiertos de grandes conos de espuma. Allí los expertos prueban la recepción de las ondas de todos los vehículos.
Las distintas cámaras anecoicas y los laboratorios de análisis repartidos acogen un total acumulado de más de mil sesiones de prueba cada año.
Durante largos meses antes de que se revelen, y antes incluso de que tengan un nombre, los futuros vehículos pasan días enteros en estas salas sordas y ciegas, rodeadas de frecuencias invisibles. En las cámaras anecoicas no se ve nada, no se escucha nada, pero hay mucho en juego en estos poco conocidos tesoros de la tecnología ondulatoria.