El Volkswagen Beetle, conocido popularmente como "Escarabajo", es uno de los vehículos más icónicos de la historia automotriz, pero su origen está profundamente entrelazado con uno de los capítulos más oscuros del siglo XX: el régimen Nazi. Su historia comienza el 22 de junio de 1934, cuando Adolf Hitler y Ferdinand Porsche firmaron un contrato que cambiaría el rumbo de la industria automotriz y marcaría el nacimiento de lo que más tarde se convertiría en uno de los autos más vendidos del mundo.
En la década de 1930, los automóviles eran un lujo inaccesible para la mayoría de la población. Hitler, quien tenía una gran admiración por Henry Ford y sus logros en la industria, veía en el automóvil una herramienta clave para consolidar su poder y transformar a Alemania en una potencia moderna. Su visión era simple. pero ambiciosa: poner un automóvil en manos de cada ciudadano alemán, y de esta manera, fortalecer la lealtad al régimen. Así nació la idea del “Volkswagen”, que en alemán se traduce literalmente como “el auto del pueblo”.
El primer paso hacia la materialización de este sueño se dio en 1932, cuando Hitler, aún sin haber alcanzado el poder, le pidió a Jakob Werlin, un influyente vendedor de autos, que intercediera ante Daimler-Benz para producir un vehículo asequible para las masas. Sin embargo, la propuesta fue ignorada por la compañía, ya que en ese momento el Partido Nacional Socialista no había logrado consolidar su control. Pero el panorama cambió drásticamente cuando Hitler finalmente ascendió al poder en 1933.
Ya como líder de Alemania, Hitler presentó su visión en el Salón del Automóvil de Berlín de 1933, donde destacó la importancia de los automóviles y las carreteras pavimentadas como indicadores del progreso de una nación. Prometió que, en un plazo de diez años, cada alemán tendría su propio auto, y se comprometió a reducir los impuestos sobre los vehículos y a construir una red de autopistas que facilitaría la movilidad en todo el país. Este ambicioso proyecto se convirtió en una prioridad para el régimen Nazi.
Fue entonces cuando Werlin, ahora miembro del directorio de Daimler-Benz, contactó a Ferdinand Porsche en su planta de Stuttgart para que desarrollara el "auto del pueblo" que Hitler había prometido. Porsche, por su parte, ya había trabajado en un diseño similar por encargo del fabricante alemán NSU, pero el proyecto no se había concretado debido a limitaciones de producción. Con el respaldo del régimen Nazi, Porsche retomó esos planos y comenzó a trabajar en el vehículo que más tarde se conocería como el Volkswagen Beetle.
El diseño del Beetle se basó en especificaciones muy precisas: debía ser un vehículo de cuatro asientos, fácil de manejar, con una suspensión robusta y capaz de alcanzar una velocidad máxima de 96,5 km/h. Además, tenía que ser asequible, con un precio inferior a los 1000 marcos, un valor comparable al de una motocicleta mediana en ese entonces. Porsche consideraba que alcanzar ese precio era prácticamente imposible, pero la presión del régimen llevó a la firma del contrato en 1934.
Para supervisar la producción del vehículo, Hitler asignó el proyecto a la organización Kraft durch Freude (KdF), una entidad nazi dedicada a la supervisión del tiempo libre de la población. El primer prototipo fue presentado en 1936 y, tras superar rigurosas pruebas, en 1938 se inauguró la planta de KdF-Wagen en Fallersleben, que se convertiría en la fábrica de automóviles más grande del mundo. En su discurso inaugural, Hitler anunció que alrededor de esta planta surgiría una ciudad industrial, que más tarde adoptaría el nombre de Wolfsburgo.
El "auto del pueblo" fue presentado oficialmente en el Salón del Automóvil de Berlín de 1939 bajo el nombre de "KdF-Wagen".
El estallido de la Segunda Guerra Mundial detuvo la producción del modelo ya que la mayoría de los trabajadores fueron enviados al frente de batalla y la planta fue ocupada por prisioneros políticos y refugiados, utilizados como mano de obra esclava.
A pesar de sus orígenes oscuros, el Volkswagen Beetle logró sobrevivir al colapso del Tercer Reich. El 27 de diciembre de 1945, bajo la administración británica, se reanudó la producción del Volkswagen Tipo 1 en Wolfsburgo, marcando el verdadero inicio de lo que sería uno de los automóviles más exitosos de todos los tiempos.
El Beetle se convirtió en un símbolo de la posguerra, de la reconstrucción y de la democratización del automóvil. En 1955, se ensambló la unidad número un millón, y en 1972, el Beetle superó al legendario Ford Modelo T como el automóvil más producido en la historia, con más de 15 millones de unidades fabricadas. Su éxito no se limitó a Europa; también conquistó mercados en Estados Unidos y América Latina, donde recibió apodos como "Escarabajo", "Vocho", "Fusca" y muchos más.
El Volkswagen Beetle, a pesar de haber nacido en las entrañas de un régimen totalitario, trascendió su origen para convertirse en un ícono de la cultura popular y en un testimonio de la capacidad de reinvención de la industria automotriz. A lo largo de sus 58 años de producción, se fabricaron más de 21 millones de unidades, y aunque la última salió de la línea de producción en 2003, el legado del Beetle aún perdura.