En ciertas ocasiones, manejar un auto mientras llueve no es una buena experiencia. Es que el riesgo de sufrir un accidente cuando llueve es un 70% superior y se produce mientras está lloviendo, pero no cuando dejan de caer gotas y el asfalto sigue mojado. De esta forma, es la reducción de la visibilidad, y no la menor adherencia del asfalto, la principal culpable de la siniestralidad en lluvia.
Hay tres grandes grupos de factores que explican cómo la lluvia afecta a la visibilidad en la conducción. En primer lugar, cuando llueve hay menos luz ambiental y las gotas de agua en el aire reducen la visibilidad horizontal, definida como la distancia máxima a la que un observador puede distinguir un objeto.
En segundo lugar, la lluvia modifica drásticamente el entorno visual de los conductores, especialmente de noche. Filtra parte de la luz de los faros y reduce las zonas iluminadas; cambia la luz que se refleja sobre la carretera (el asfalto se ve más oscuro), reduce las propiedades reflectantes de la pintura de las marcas viales, disminuye el contraste entre los objetos y su fondo, y cambia la percepción visual de ciertas superficies.
Pero el efecto más peligroso de la lluvia es que afecta la capacidad del conductor para ver a través del parabrisas. Según el estudio de Andrey Knaper la visibilidad reducida bajo condiciones de lluvia se debe principalmente a la perturbación visual en el parabrisas, más que al efecto atmosférico en sí. Las gotas de agua distorsionan la luz y reducen el rendimiento visual del conductor. Incluso con los limpiaparabrisas en funcionamiento, la falta de uniformidad de la capa de agua sobre el cristal explica la mayor parte de la reducción de la visibilidad.
Este efecto se multiplica si el parabrisas sufre desperfectos (impactos, grietas, arañazos…) y si también se ha manchado con el barro y grasa que suele haber en la carretera. Todo ello aumenta la carga mental del conductor y hace que dirija la mirada a puntos más cercanos de la carretera, lo que produce una menor capacidad de anticipación a las situaciones de la conducción.
Más allá de tomar las precauciones del caso al saber que la visibilidad se reduce con la lluvia, existen productos que repelen el agua que cae sobre el parabrisas. Su efecto hidrofóbico hace que las gotas apenas toquen la superficie del cristal, formando “perlas” que ruedan rápidamente por el parabrisas hasta desaparecer. El resultado es una mejor visibilidad al volante, tanto en condiciones diurnas como nocturnas, y una menor necesidad de usar los limpiaparabrisas. Estos productos son resistentes a la abrasión de los limpiaparabrisas y mantienen su efectividad durante seis meses, aproximadamente.