En el universo de los autos deportivos, Ferrari brilla como una estrella incandescente. Sin embargo, incluso en las mejores familias, hay ovejas negras, y en la casa de Maranello, esa oveja es la Ferrari Mondial. Esta es la historia del Ícaro de Ferrari, un coche que voló demasiado cerca del sol y se quemó en la ignominia.
El Ferrari Mondial hizo su debut en 1980, una época en la que la casa de Maranello ya había conquistado el mundo con sus obras maestras mecánicas. Nombrado en honor al campeonato mundial de Fórmula 1 que había logrado el sudafricano Jody Scheckter en 1979, el Mondial parecía destinado a continuar la tradición de grandeza. Aunque su nombre evocaba una visión de dominio global, la realidad fue mucho más cruda.
El Mondial, un coupé 2+2, fue diseñado para combinar rendimiento y practicidad. Bajo su capó se encontraba un motor V8 de 3.0 litros, compartido con el Ferrari 308 GTB. Sin embargo, desde el principio, los problemas se apilaron como latas de cerveza en una fiesta universitaria.
El Mondial fue muy criticado por su peso excesivo, su manejo torpe, su falta de potencia en comparación con sus hermanos más ágiles y una velocidad que alcanzaba los 230 km/h.
Las críticas llovieron como una tormenta de verano. Los puristas de Ferrari se rasgaron las vestiduras ante lo que consideraban una traición al legado de la marca. Las críticas se amontonaban sin piedad: “lento”, “pesado”, “falto de espíritu”.
Algunos incluso se atrevían a sugerir que el Mondial era una traición a todo lo que Ferrari representaba. Las revistas automovilísticas no fueron amables; Motor Trend lo describió como “una decepción en comparación con otros Ferrari”, y Car and Driver se quejó de su “diseño comprometido”.
El Mondial sufrió numerosas revisiones a lo largo de su ciclo de producción. En 1982, el Mondial QV (Quattrovalvole) intentó mejorar las cosas con una versión revisada del V8, pero el daño ya estaba hecho. El Mondial T de 1989 introdujo una configuración de motor longitudinalmente montado y otras mejoras técnicas, pero a estas alturas, su reputación estaba irremediablemente manchada.
Aunque era el modelo más accesible de la gama de la marca italiana, su precio lejos estaba de ser popular: 64.000 dólares de base (unos 160.000 dólares de la actualidad).
A pesar de los esfuerzos de Ferrari por mejorar el Mondial a lo largo de su producción, el daño ya estaba hecho y, tras los rediseños de 1982, 1985 y 1989, su producción cesó en 1993.
El Mondial se convirtió en el paria de la familia Ferrari, un coche que nadie quería admitir haber comprado a pesar de las 6.100 unidades vendidas durante su ciclo de vida.
Hoy, el Ferrari Mondial es una advertencia, un recordatorio de que incluso los gigantes pueden tropezar. Sin embargo, en un giro irónico del destino, este modelo ha encontrado una suerte de redención entre los coleccionistas.
Su estatus de “menos exitoso” lo ha hecho asequible en comparación con otros Ferrari, y algunos entusiastas lo ven como una joya subestimada, un pedazo de la historia de Ferrari que merece una segunda oportunidad.
En las palabras del propio Enzo Ferrari, “El mejor Ferrari que existe es el próximo”. El Mondial no fue el mejor, ni el próximo, pero sigue siendo una parte indeleble del mito de Ferrari. Es la cicatriz en la cara del guerrero, una marca de humanidad en una leyenda de acero y velocidad.