La “novela del verano” que protagonizan Wanda Nara (38), Mauro Icardi (31) y La China Suárez (32) no solo ocupa titulares y genera debates acalorados en redes sociales, sino que puso un tema crucial sobre la mesa: el impacto que estos conflictos mediáticos tienen sobre sus hijos menores de edad.
La exposición que hicieron todos los actores de la historia, incluido L-Gante (24; recordemos que Wanda Nara se fotografió con Jamaica en medio de su "blanqueo" con el músico), parece tener a los niños como una suerte de “rehenes emocionales”.
Si confirman un romance o duelan una separación y o infidelidad, ahí están los chicos, para ser mostrados, para validar un amor o generar empatía en medio de un conflicto que en este caso empeora al ser un delicado asunto judicial con pedido de tenencia de por medio.
No hace falta puntualizar que el jugador del Galatasaray antes de mostrarse con la actriz prefirió validar su decisión con una imagen de los hijos de ambos (Isabella, Francesca, Magnolia y Amancio) y a menos de un mes de empezar a convivir, en medio de graves denuncias cruzadas con la empresaria cosmética (incluida una de violencia) y chats filtrados que hacen sangrar las heridas del "Wandagate" sin ningún tipo de límite y sirviendo show mediático.
Fueron los propios usuarios de las redes que subrayaron en cada story que pretendía brindar “pistas” o aumentaba la provocación como parte de una normalizada narrativa de la crueldad el asunto del que nadie parecía (o quería) percatarse: “¿Alguien puede pensar en los chicos?”.
La instrumentalización de los niños en disputas parentales es un problema recurrente, tanto en los escenarios mediáticos como en las vidas cotidianas de familias que no están bajo el foco público ni le tiene que “rendir explicaciones” a toda la sociedad.
Para abordar este tema, conversamos con Miguel Ángel Espeche, psicólogo y psicoterapeuta especialista en vínculos y parentalidad, quien nos ofrece herramientas y reflexiones para desactivar estas “extorsiones emocionales” y proteger a los menores.
El sufrimiento de los menores ante conflictos públicos
“Cuando los chicos están expuestos pública o privadamente a los conflictos de sus padres, sufren mucho”, enfatiza Espeche. Según el especialista, una de las principales fuentes de angustia para los menores es la necesidad de tomar partido en situaciones donde aman y son leales a ambos padres. Este dilema interno los coloca en una posición insostenible, generando tristeza, culpa y un sentimiento de impotencia. Y especifica: “Sufren mucho cuando tienen que hinchar por uno de los padres y dejar de lado a otro”.
“Los chicos no tienen por qué arreglar los problemas entre sus padres. Sin embargo, en ocasiones creen que portándose bien o haciendo algo diferente podrán solucionar el conflicto, lo cual es un error, porque la raíz del problema no depende de ellos”, agrega el especialista en vínculos.
Narrativas instrumentales y los niños como moneda de cambio
La instrumentalización de los menores, ya sea como "rehenes" emocionales o como herramientas para validar narrativas en redes sociales o en los medios de comunicación, tiene un costo emocional significativo.
En este contexto, Espeche señala: “Cuando los chicos son usados como material de intercambio extorsivo, se ven afectados en cuanto a tristeza y angustia. Su imagen no debería ser una moneda en el juego de las disputas adultas”.
El uso de los menores en conflictos mediáticos también perpetúa una narrativa perjudicial. “Los comentarios en el barrio, en la escuela o incluso en la propia familia sobre estas situaciones agravan el impacto. Los chicos son testigos de lo que se dice en los medios y esto es profundamente doloroso”, comenta el psicólogo.
El control narrativo del "relato" y las redes sociales: quién gana y quién pierde
Uno de los factores que agrava estos conflictos es la lucha por el control narrativo en redes sociales. Según Espeche, “tener la última palabra” se convierte en una obsesión que muchas veces lleva a los adultos a exponer aspectos íntimos de la vida familiar. Recordemos cómo Wanda repite sin descanso: "Yo siempre digo la verdad" (aunque en el medio haya chats sexuales personalísimos), o cómo Mauro sentencia en su comunicado: "¿Hasta cuándo queremos creer y vivir en la mentira?".
Espeche resalta: “Esto se da no solo en los tribunales, sino también en las redes. Cuando este relato se hace visible para todos y disponible a que todos lo juzguen, el impacto en los menores es perturbador”.
Mucho se ha hablado de si usar las redes como escenario de conflictos personales puede o no estar relacionado a rasgos narcisistas. Espeche expone que las plataformas “permiten amplificar el drama, validarse a través de la opinión pública y, sin dudas, manipular emocionalmente al otro progenitor”.
Las consecuencias a largo plazo de la exposición de menores en medio de disputas entre adultos
El especialista advierte sobre los efectos que estas dinámicas pueden tener en la vida futura de los menores: “Cuando los chicos crecen en un ambiente donde el amor está asociado al tormento y la conflictividad, pueden desarrollar temor o dificultades para establecer relaciones profundas y sustentables. Este modelo de afecto perturbador puede influir en su capacidad de construir vínculos saludables”.
Aunque Espeche aclara que su opinión no se trata de algo lineal o determinista, estas experiencias tempranas pueden dejar huellas significativas en la personalidad y el desarrollo emocional de los niños. “Es imaginable que puedan pasar cosas de ese estilo en el futuro de los chicos”, apunta.
Cuáles serían las mejores estrategias para desactivar (o bajarle el tono a) los conflictos
Ante un conflicto familiar que se hace público, la primera recomendación del psicólogo es evitar exponer a los menores. “La estrategia que muchas personas en los medios han adoptado exitosamente es preservar la privacidad del ámbito familiar”, explica Espeche.
Y subraya: “Esto implica no mezclar la vida íntima con la profesional ni utilizar la exposición como un recurso”. Espeche también destaca la importancia de buscar ayuda profesional: “Cuando los conflictos son muy intensos, la intervención de un juez puede ser de gran ayuda, siempre que actúe de manera ecuánime y enfocada en proteger los derechos de los menores”.
Para desescalar el conflicto, el terapeuta destaca la importancia de lograr entendimientos, buscar ayuda y guardar en la intimidad la situación emocional: “Lo mejor que pueden hacer los matrimonios que se han separado es evitar hacer pública la conflictividad”. Y, claro está, valerse de acompañamiento psicológico para manejar los disensos de manera más constructiva, y no como en un ring.
Fotos: redes sociales.