Desde Italia, el fotógrafo Fernando Arias cuenta cómo es el día a día de un país en cuarentana. Cómo cambió su vida a partir de la llegada del coronavirus a Milán.
“Como la tripulación del Titanic -que cuando el agua mojaba los tobillos, empezaba a preguntarse si lo imposible, podía ser probable- así se encuentran los milaneses hoy. Esta vez no es el SARS o el Ébola, aquellos virus exóticos que golpeaban algún lugar distante. Esta vez lo tenemos acá, en Europa y más precisamente en Italia”, dice desde Milán el fotógrafo argentino Fernando Arias.
“Hay una gran incertidumbre y la sociedad aun no sabe cómo reaccionar; espera que le digan que todo ya pasó y puede volver a sus hábitos normales”, afirmó horas antes de que el gobierno anunciara la extensión de las medidas de prevención a todos el país. Con más de 10 mil casos y 631 muertes, fue uno de los primeros países afectados fuera de China.
“Hace dos semanas la radio contaba del paciente 1 en Milán”, recuerda y sigue: “Al rato recibíamos una llamada de nuestra mejor amiga: ese paciente es mi hermano, de 38 años, y a papá también le dio positivo. Ambos están en terapia intensiva”. Comenta que en ese momento pensó en lo lejanas que suelen ser las malas noticias. “Me dí cuenta de que esta vez era distinto”, confiesa.
Con cámara en mano, sale a registrar el ritmo de una ciudad cuya agenda cultural, “siempre pulsante”, hoy está paralizada. “Hace dos semanas escuelas, piscinas, museos, cines y oficinas están cerrados. Mi mujer y yo experimentamos el smart working mientras nuestra hija universitaria recibe material vía mail y whatsapp”, cuenta. Relata que restaurantes, bares y actividades comerciales cerraron temporalmente y que muchas actividades se postergaron a septiembre. “Los efectos en la economía serán terribles”, augura.
FOTOS: GENTILEZA FERNANDO ARIAS (DESDE MILÁN).