Sergio Catalán, el baqueano chileno con el que se encontraron dos de los supervivientes de la tragedia de Los Andes, murió el 10 de febrero a los 91 años. Así lo recuerdan Roberto Canessa y Carlitos Páez.
Encuentro de vida
“Ver al arriero fue una sensación muy especial: se terminaba el mundo de Los Andes y volvíamos a aquel del que habíamos salido”, reflexiona Roberto Canessa, uno de los 16 supervivientes del accidente en el que murieron 29 personas. “Veníamos de un mundo de frío y hielo, donde no había nada de vida y la muerte cercaba. Entrábamos a uno en el que había pájaros y vegetación. Encontramos a una persona a la que no habíamos visto jamás en la vida pero que se transformó en uno de los seres más querido”. Unos días antes él había salido con Nando Parrado y Antonio Vinzin en busca de ayuda. Canessa es quien lo vió y llamó su atención. “Ese encuentro fue dejar atrás la cordillera, la sociedad de la nieve, y abrió la posibilidad de volver a casa, a la facultad de medicina”, comenta, a la distancia, quien luego se especializó en cardiología infantil. “Además teníamos la sensación de haber cumplido: lo que habíamos prometido al grupo no era llegar sino no aflojar y eso se coronó con la posibilidad de hacer contacto y pedir ayuda para que nos rescataran”.
“El arriero tenía la sabiduría de los hombres de la montaña, que a través de la naturaleza se acercan al cielo. Él decía que tenía una vida en su casa y otra en la montaña donde no sentía hambre ni frío y tomando un poco de té se acercaba a lo espiritual. Era un hombre de gran sabiduría y se dio cuenta de que había algo raro: esas personas -desesperadas- no podían ser cazadores. Él había escuchado que había un avión pero no sabía que éramos nosotros y sin embargo dejó todo y fue a buscar ayuda”, rememora y luego acota: “Yo me pregunto, nosotros, por un desconocido, ¿dejamos todo y vamos a buscar ayuda? En dos palabras, Sergio Catalán era sabio y solidario”.
“Hace poco estuvo, por acá Roberto Canessa con toda su familia y me trajo de regalo un cortaplumas. Nunca intenté llegar al avión: prefiero quedarme con el recuerdo de los vivos”.
contó a GENTE el arriero Sergio Catalán cuando se cumplieron 20 años de la tragedia.
CAMINOS COMPARTIDOS
“Para mí Sergio Catalán es como una figura paterna. Fue quien nos salvó la vida después de aquella lucha de 70 días largos con sus noches”, señala Carlitos, hijo del pintor uruguayo Carlos Páez Vilaró. “Es alguien que siempre estuvo presente en la vida a lo largo de estos 47 años- Esa un hombre de una enorme humildad y una gran familia. Lo queríamos como un padre”, sentencia. “Como hecho anecdótico y lindo, en una de las conferencias que dí en Chile, en la que había unas mil personas, en la mitad -cuando hablo del arriero- aparecieron entre el público Sergio y su mujer, Virginia Toro. Fue una de las cosas más lindas que me han pasado en la vida”, recuerda.
Y enseguida su relato vuelve a diciembre de 1972: “Fue un ángel que apareció de la nada. No nos estaba buscando sino pastando con su ganado. Lo curioso es que esta historia tiene mucho glamour, mucho Hollywood, mucho libro -hay 26 libros, 3 películas y 9 documentales- pero el nexo con la civilización fue a través de un hombre de campo, un hombre humilde que sin duda es un símbolo del camino por el que uno tiene que transitar”, reflexiona.
Y con tono menos solemne y con gratitud apunta: “La revista GENTE siempre estuvo muy documentada en el hecho de Los Andes, de alguna manera se hizo dueña de la historia”.
“Ese cuadro me lo regaló el pintor Páez Vilaró, el padre de Carlitos, uno de los chicos”, contó en entrevista con GENTE señalando la dedicatoria: “A Sergio Catalán, un muchas gracias de colores de este pingo chileno”.
Así lo contó GENTE
“Iba con mi caballo por las orilas del Azufre hacia mi casa. Me pareció escuchar los gritos al otro lado del río, y vi dos personas. Creí que eran terroristas por la ropa harapienta que llevaban”, le contó Sergio Catalán a GENTE en 1993, a poco más de 21 años de la tragedia-milagro de Los Andes. “Ellos se salvaron solos. Yo los encontré, nada más”, decía en la misma nota con una simpleza que -según los supervivientes del accidente- era huella de identidad del hombre que falleció el 12 de febrero de 2020 a los 91 años.