El inglés de 42 años es uno de los intérpretes más requeridos del mundo. Sin importar la fisonomía ni la edad del personaje por encarnar, “allí estoy yo”, dice. Pronto llegará con la segunda parte de Venom (el alienígena mitad humano de Marvel) y componiendo al legendario mafioso de Chicago.
Subiste el Everest y es un milagro que hayas logrado escalar semejante montaña –arrancó Tom Hardy–. Ahora, ¿quieres escalarla de nuevo o bajarte e ir a la playa? ¿Qué es lo que me atrae del oficio a esta edad? –se preguntó–... No lo sé. He tenido suficiente y, si soy sincero, quiero vivir mi vida”, redondeó el concepto, estremeciendo la atención del ambiente en agosto de 2018 desde la revista Esquire, cuando insinuaba su alejamiento de los sets.
La cuestión quedó ahí, nomás. O fue otra buena actuación de su rica producción. Porque Edward Thomas Hardy (42, nacido el 15 de septiembre de 1977 en el suburbio de East Sheen, distrito de Hammersmith, Londres e hijo único de una artista y un escritor) pronto desmintió aquella opción.
Al punto que, a la fecha, el ganador del premio BAFTA (British Academy of Film and Television Arts) a Estrella emergente en 2011 y candidato –como Revelación– al prestigioso galardón teatral Laurence Olivier (2003) y –como Actor de reparto– al Oscar (2016) parece no detener la marcha. Sus 56 créditos, desde que debutó en el cortometraje Tommaso (2001) y en la miniserie Band of Brothers (ambos de 2001), ya incluyen cuatro producciones por venir: Mad Max: The Wasteland, War Party, Venom 2: Let There Be Carnage y Capone.
Nombrado en 2018 Comendador de la Orden del Imperio Británico, Hardy estuvo casado con Sarah Ward, fue pareja de Rachael Speed y desde 2014 es marido de Charlotte Riley, a quien conoció rodando. Cría a tres hijos, de las últimas dos relaciones (“Me gusta mi carrera, aunque más ser padre”, aseguró, siempre manteniendo el bajo perfil de ellos).
Mimado por la sociedad británica y los medios de celebrities –y no sólo en Gran Bretaña (Hollywood lo adoptó y alaba)–, en 2018 asistió a la boda del príncipe Harry de Sussex y Meghan Markle en el Castillo de Windsor. También es portada recurrente en el globo terráqueo. ¿La clave? Su capacidad de transformación delante de cámara.
“Para darle credibilidad a mis papeles probablemente he dañado mi cuerpo a lo largo del tiempo”, admitió ante el sitio web estadounidense The Daily Beast. “¡Y soy pequeño! Si engordo, me derrumbaré igual que un castillo de naipes”, señaló. “El maquillaje es una cosa, pero mi físico paga un precio alto por cada cambio drástico. A medida que crezco, las articulaciones me empiezan a hacer ‘¡clic!’. Cargar a mis niños es un poco más difícil que antes... ¡No, no se los digas!”, rogó entre risas.
Fotos: AFP, Greg Williams y Archivo Editorial Atlántida.