Es su primer despertar de casados. El reloj marca la hora, exactamente las tres de la tarde del domingo 26 de abril. Y el flamante matrimonio abre los ojos después de vivir su superfiesta de casamiento. Gerardo Sofovich y Vanina Sofía Oleksak –ella luciendo una prolija bata, él bien sport, de camisa y pantalón de vestir– se preparan para un frugal desayuno-almuerzo. En la intimidad del dúplex de seiscientos metros cuadrados del Palacio Alcorta, en Barrio Parque todo luce impecable. En el comedor impacta el vestido de novia totalmente desplegado sobre la mesa. A su lado, la clásica libreta roja le da el marco legal, por si hacía falta.
Sofía está relajada; Gerardo sólo sonríe. Sus caras demuestran paz y felicidad. “Llegamos a las 8 de la mañana”, cuenta Gerardo. Y prefieren callar detalles de la noche de bodas, esbozando risitas cómplices. Para ambos es un domingo distinto. Sofía lo sorprende y se vuelve a poner el vestido de esa noche mágica. Luce radiante, sobria, pero muy bella. El se queda sin aliento, con la boca abierta.
–¿Cómo amanecieron, Sofía?
–Con mucho dolor de cabeza (ríe). Y muy felices. También con un poquito de hambre. Anoche... ¡o respiraba o comía!
–¿Cómo estuvo la fiesta, Gerardo?
–Espectacular. Estaban todos. Sólo faltó Marcelo (Tinelli), que me llamó y estuvo veinte minutos explicándome por qué no pudo venir. Y Adrián Suar, que tuvo que viajar ayer a España porque ganó un premio en el Festival de Málaga por la película Un novio para mi mujer.
–¿Sofía, lo viviste como un sueño?
–Fue increíble. Además, lo compartí con toda mi familia. Mis hermanas estaban lindísimas. Agustín y Joaquín, mis hijos, muy contentos... Ay, me emociono...
–Sofía, me contó Gerardo que tus chicos se llevan bárbaro con él...
–Sí, ellos mismos me pidieron llevar los anillos. Y Agustín tocó la guitarra para mí. Fue todo muy lindo.
–¿Quiénes fueron las más lindas de la fiesta?
–Mis hermanas y mi cuñada.
–Gerardo, ahora que son un matrimonio, ¿cómo sigue la vida?
–Yo hoy empiezo con el programa. El primero de casado. En realidad, íbamos a comenzar la semana pasada, así hacíamos mi último programa de soltero y el primero como esposo. Pero no, llegamos porque hay mucha escenografía y no estaba listo todo. A las ocho tenemos que estar con Sofi en el canal. Me va a acompañar.
–Hablando de televisión: ¿a la hora de ir a acostarse, quién es el dueño del control remoto?
–Está peleado el asunto...
–¿Qué mira cuando se va a acostar?
–Muchas series de afuera: 24, Two and a half men y Doctor House, que es magnífica.
–¿Puede mirar fútbol o Sofía lo saca volando?
–Para nada. Le gusta mucho el fútbol. Es hincha de Colón, que está para campeón, y como Boca ya no pelea el campeonato, yo quiero que gane Colón.
–Sofía, antes decías que eras “casi Sofovich”. ¿Ahora lo sos del todo, Oleksak de Sofovich?
–(Ríe) Sí, ya lo soy del todo. Aunque no creo en eso de los apellidos. Me parece de un machismo tremendo decir que alguien es de alguien.
–Pero ahora se permite que sea al revés: Sofovich de Oleksak…
–¿Te pensás que Gerardo va a querer? Al Mono (así le dice) ya no lo cambio. Y no me importa.
–¿Por qué se eligieron?
–Porque soñamos con amarnos para siempre.
Y el reloj marca otra vez la hora, esta vez la de nuestra despedida. “Sofía, echalos”, bromea Gerardo. “Están guardando los equipos, Mono”, responde ella con dulzura.
–La última: ¿me dan algún detalle de la noche de bodas?
Los dos: ¡Ni locos!
Desayunando en la terraza, Sofía aprovecha el primer día para exigirle a Gerardo que la mime: “Ahora haceme masajes”. Pedido al que el animador accedió con placer.
En el living de su casa de 600 metros cuadrados en el Palacio Alcorta.
“Nos despertamos con mucho dolor de cabeza (ríe). Y muy felices. También con un poquito de hambre. Anoche... ¡o respirábamos o comíamos! ¿Cómo fue la noche de bodas? No te lo contamos ni locos”.