Lo hizo en un nuevo sector del Vaticano: el patio de San Dámaso, dentro del Palacio Apostólico, ante una multitud que se reunió –con distanciamiento social– para presenciar un tradicional momento que no se repetía desde hace medio año.
Pasaron más de seis meses, nada menos. Medio año de pandemia de Covid-19, sin que mantuviera contacto con los fieles. Hasta hoy, 2 de septiembre, cuando el papa Francisco (83) retomó las audiencias generales de los miércoles. Claro que con ciertas precauciones: en un nuevo lugar, sin contacto físico y sólo para 500 personas sentadas.
Y lo hizo, como lo seguirá haciendo a partir de ahora, en el patio de San Dámaso, dentro del Palacio Apostólico y no, como solía llevarlo a cabo, en la Plaza de San Pedro ni el Aula Pablo VI.
No obstante las precauciones, apenas ingresó varios fieles (la mayoría con tapaboca) se acercaron para saludarlo. E incluso él se detuvo a hablar con varios. Aunque llamó la atención que Francisco no llevara cubreboca, si bien estuvieron ausentes los abrazos y besos comunes de estos encuentros.
"Queridos hermanos y hermanas, buenos días", inició su catequesis, ante el aplauso general. "Luego de tantos meses retomamos nuestro encuentro cara y cara, y esto es bello”, celebró. Y continuó:
“La pandemia actual ha puesto de relieve nuestra interdependencia: todos estamos vinculados, los unos con los otros, en el bien como en el mal. Por eso, para salir mejores de esta crisis debemos hacerlo todos juntos, en la solidaridad”.
“Cuando olvidamos todo esto, nuestra interdependencia se convierte en dependencia de unos hacia otros, aumenta la desigualdad y la marginación, y se debilita el tejido social y deteriora el ambiente. Por tanto, el principio de solidaridad es hoy más necesario que nunca”, continuó.
Al promediar su mensaje leyó: "Para no repetir el drama de la Torre de Babel, que generó sólo ruptura y destrucción a todo nivel, el Señor nos invita a radicarnos en el acontecimiento de Pentecostés, donde el Espíritu Santo inspira la fe de la comunidad unida en la diversidad", señaló. Y cerró:
"La solidaridad es el único camino posible hacia un mundo post-pandemia, y el remedio para curar las enfermedades interpersonales y sociales que afligen a nuestro mundo actual".
Durante la audiencia, además tomó la bandera del Líbano e hizo un llamamiento para que aquel país de Oriente Medio no sea abandonado. Acto seguido, saludó con un apretón de manos a los representantes de la Curia que lo acompañaban. Y luego partió, a casi ochenta minutos de su ingreso.