El periodista pasó décadas buscando a Gustavo Vidal, el chico que, con sólo siete años y en plena Guerra de Malvinas, fue la cara de la investigación especial que realizó GENTE sobre las donaciones que nunca llegaron a las islas del Atlántico Sur. Aquí, el relato en primera persona de su hazaña profesional.
"Siempre me pregunté que habría sido de la vida de aquel chico de la tapa de GENTE que a los 7 años se hizo la pregunta que después nos hicimos todos: `¿qué pasó con lo que donamos para nuestros soldados de Malvinas?´.
Aún tengo presente el impacto de aquella tapa, la cara y la mirada de Gustavo Vidal, y el destino del chocolate y su carta para un soldado que nunca llegaron a las islas, sino que fueron vendidos en Rada Tilly (Chubut) y comprados inocentemente por otra nena de 6 años que había ido al almacén del pueblo con su abuela Bruna.
Cuando se publicó esa tapa yo tenía 16 años, pasión por el periodismo y por las pequeñas historias que se hacen gigantes. Leí aquella nota varias veces, guardé la revista, dimensioné la estafa a los argentinos y más aún, a los heroicos combatientes que recibieron poco y nada de toda nuestra inmensa solidaridad. Aquella tapa me llenó más de preguntas que de respuestas y será por eso que durante 38 años busqué al chico de la tapa, preguntándome siempre lo mismo: ¿qué habrá sido de su vida?
Todos los intentos fueron un fracaso. Cada año, al llegar el 2 de abril, redoblaba la búsqueda, pero nada. La tapa de GENTE seguía en el archivo de mi casa, pero de Gustavo Vidal ni rastros. Este 2020 de cuarentena social obligatoria fue la clave para volver a la carga, buscarlo como tantas otras veces y oh, sorpresa… ¡encontrarlo!
Obviamente hice chequeo en redes sociales (Facebook, Instagram, Twitter), pero no era por ahí. Una madrugada de abril, como un detective buscando el dato preciso, se me paralizó el alma. Alumbrado por la lámpara de pie de mi escritorio y en el silencio de la noche, el buscador de Google me llevó a la foto de un acto organizado por la directora de una escuela de Venado Tuerto, Santa Fe. Allí aparecían varios ex combatientes y entre ellos el protagonista de la historia que había venido buscando durante décadas. Miré la foto actual y la comparé con la tapa de la edición 886 de agosto de 1982 de la revista. Busqué parecidos y diferencias entre aquel nene y este señor que estaba viendo en ese acto. Esa noche no dormí, si bien tampoco podía hacer mucho: nadie habría aceptado a las 4 de la madrugada un llamado de este periodista buscador.
Al día siguiente empezó el rastreo, pero con un dato concreto: Gustavo vive y hasta hay una foto suya. Llamé a varias radios de Venado Tuerto, de ahí a los ex combatientes de la zona y finalmente a la directora de la escuela, que fue clave. Me pasó el teléfono de Gustavo Vidal y para no ser invasivo le escribí un mensaje, contándole quién era, dónde trabajaba y que necesitaba hablar con él. Me clavó el “visto”, le mandé otro mensaje, de nuevo doble tilde celeste y nada… A los tres días, finalmente, me respondió.
Hablamos un buen rato. Le propuse hacer una foto para mis redes sociales con aquella tapa, para mostrar el ayer y el hoy.
Aceptó con cierto reparo, aunque apoyándose en la confianza que le había generado el derrotero de mi búsqueda. Allí fue cuando me contó que casi no se acuerda de aquellos años, y que había sido una idea de su mamá –que ya no vive– quien, como tantos argentinos, estaba sorprendida e indignada por todo lo que había pasado con las donaciones para los soldados de Malvinas. Gustavo nunca habló sobre el tema públicamente. Aceptó estar en el acto de Venado Tuerto con ex combatientes porque la invitación le llegó de una directora de escuela.
Aquel nene de la tapa de GENTE ya pasó los 40 años, está casado con Sandra Vallido, tiene dos hermosas hijas de 13 y 11 años, es farmacéutico y trabaja en el hospital Italiano. A los pocos días, Gustavo me mandó la foto en la misma mesa, sentado en la misma silla de la casa de su madre y apoyado en el mismo mantel de 1982. ¡Objetivo cumplido!
Sin embargo había más. La búsqueda me llevó a otro lugar impensado. Gracias al aporte de Gustavo encontré a Daniela Silvana Pérez en Comodoro Rivadavia. Aquella nena, que con su abuela Bruna compró el chocolate en un almacén de Rada Tilly, hoy es odontóloga.
Tampoco recuerda mucho de la historia. Pudo reconstruir algo a través del relato familiar y, de la misma manera que Gustavo, nunca habló de manera pública sobre el tema. Daniela rescata siempre la honestidad de su abuela, que al encontrarse con la carta del pequeño Gustavo lo primero que hizo fue buscar ayuda para devolverla al remitente.
Lo demás es lo que ya sabemos. Ambos –Gustavo y Daniela– fueron la punta de un iceberg triste, patético e inolvidable: la de la estafa de unos pocos con las donaciones de todos. Dos chicos de 7 y 6 años que ayudaron a despertar la conciencia de los millones que estuvimos y seguiremos estando del lado de los chicos de la guerra".
Fotos: Archivo Atlántida y Gentileza M.M.