10 de diciembre. Una fecha marcada a fuego en la vida de Gabriela Arias Uriburu. Corría 1997 cuando ese día se daba cuenta que empezaba una de las etapas más oscuras: Imad Shaban se llevaba a sus tres hijos (Karim, Zahira y Sharif, hoy de 31, 29 y 27 años) a Jordania. A partir de ahí, lo conocido: una larga lucha judicial que se llevó a cabo en el plano internacional para volver a vivir con ellos, revinculándose y comenzando una nueva era. En el último tiempo, tras años de trabajo interno, la escritora logró dar una vuelta de página. Pero esa fecha, cada 10 de diciembre, el recuerdo volvía. Inevitable… Hasta que ese mismo día, pero de 2023, nació Jena, su primera nieta. El recuerdo del horror se volvió entonces en una jornada de celebración. Para siempre.
“Los chicos no tienen tan presente la fecha como yo. No dije nada. Si algún día salía a la luz era porque lo necesitaban ellos. Pero, más allá de todo, era importante para mí. Cuando la médica dijo que Jena nacería el 10 de diciembre, cerré los ojos y se me vino a la cabeza la situación en la que me encontraba yo veintiséis años antes. Así que agradecí todo lo que hice, poder haber sembrado la paz en mi familia, porque sino no se hubiera vivido así”, es lo primero que responde Gabriela, justamente pronta a lanzar un libro sobre constelaciones familiares, cuando Revista GENTE le pregunta qué sensaciones invadieron su cabeza al tomar conciencia de como la vida le brindaba esta señal.
-¿No lo hablaron?
-No. Estábamos concentrando en lo que pasaba en ese momento. La fecha tomó un significado de vida. De ahora en más el 10 de diciembre es el cumpleaños de Jena, ya no más lo que pasó en 1997. Fijate qué fuerte. Es impresionante. Lo digo y no lo puedo creer. Me emociona. Fue un guiño de Dios. Me rindo ante Dios, porque no somos nada y somos todo a la vez.
-¿Es un cierre de etapa?
-Siento que sí. Yo de Jena sentí un mensaje… que me habló: “Abuela, es tiempo de que vivas. Cada vez que te mire no quiero ver lo que sufriste, sino observarte llena de vida”. Aparte, el 10 de diciembre para los argentinos tiene un valor especial por el renacimiento de la democracia. ¡Por Dios!... El 10 de diciembre de 2023 estábamos todos en el hospital. Qué interesante la resignificación.
-Esta invitación indirecta que te hizo Jena, ¿pudiste materializarla con algún cambio concreto en tu vida?
-Sí. Lo que cargaba de dolor, lo terminé de soltar. Eso es algo que hice cuando volví de Londres. Al despedimos, con Zahira vivimos un gran momento. Mientras llorábamos, me dice: “No quiero que me pase con mi hija lo que nos pasó a nosotras”. Yo le dije que eso estaba sanado y que tenían la posibilidad de iniciar algo nuevo. A partir de ahí seguimos con una conversación maravillosa que la llevó a hacer terapia.
-¿Cómo es eso?
-Comenzó una terapia en la que trabaja su relación conmigo y con su hija. En este último viaje yo le compré el libro Éste no es mi dolor. Cuando lo vio, me dijo que estaba fascinada. Ahí le di la bienvenida a lo que yo vengo trabajando desde hace años.
El fuerte mensaje de la coincidencia
Si uno se pone a pensar, la coincidencia puede ser una casualidad. Y punto. Pero acá se le suma que Jena tendría que haber nacido después y que el parto se adelantó. La respuesta surgió desde las constelaciones y todos esos conocimientos que la escritora fue adquiriendo a lo largo del tiempo y que puso a disposición del momento.
“Todas las frases que me decían estaban en consonancia con el trauma de su infancia. Lo que fue maravilloso es que cuando me cuenta la situación, yo empecé a hacer mi propia tarea como abuela con constelaciones. Apenas llegué a Londres me di cuenta de que toda la historia vivida fue para ese instante”, relata Arias Uriburu en diálogo con GENTE.
“La vida me había preparado para que sea el sostén de de mi hija y nieta, para que pudiera entregar todo lo que tenía. Y empezamos a trabajar juntas sobre los miedos. Ella se encontraba como abarrotada, dura. Se puso a mi disposición, "hicimos vida" juntas, tal como se dice en las constelaciones. Menos mal que estaba resuelto lo nuestro y que podíamos empezar a resolver lo que nos presentaba. Alrededor se generó toda una camaradería para que los hermanos y el padre se pudieran poner a disposición”, rememora Arias Uriburu.
Y observa: “Cuando nacen, todos los hijos son separados de su mamá. Pero en este caso había toda una significancia especial por la propia historia vivida,m ya que cuando Jena nace se la llevan a neonatología”.
-¿Cómo la acompañaste?
-Yo viajé a Inglaterra apenas me comentó que la cuestión era inminente. Llegué y desde el aeropuerto me fui a la clínica. Durante un mes hicimos un proceso en donde sacamos el trauma y curamos. Pero también le di cierto espacio. Para mí fue una experiencia inmensa. Cuando vine a Buenos Aires relajé de un estrés enorme, porque pensá que a mí no me podía pasar nada mientras estaba ahí, ya que ella me necesitaba. Volví a viajar en marzo y nos encontramos todos en Jordania. Estaban mis otros hijos, el padre, la esposa de él y ella. Compartimos en familia. Nunca lo imaginé.
-¿Es la madurez del tiempo que pudo unir a la familia a pesar de lo ocurrido?
-Yo me di cuenta de una cosa importante: si en el encuentro con un hijo uno retorna al pasado, no hay forma de vivir todo lo que nos invita el presente. Eso agota el vínculo y te desvincula. Si vos te sentás y te la pasas hablando de lo que sucedió, el vínculo se ahoga. Después de lo que viví con mi ex, ver a mi hija en total concordancia con el marido mi pareció realmente maravilloso. Pura vida. Un regalo a todo lo trabajado, a las noches no entendidas, a esos momentos difíciles. Es el regalo a haber puesto a mis hijos como prioridad.
-¿Cómo vivís esta etapa de abuela?
-Es impresionante lo que te sucede cuando descubrís una parte tuya delante tuyo. Lo que te pasa en vincularidad con un nieto no es lo mismo que lo que te pasa con un hijo. El mensaje que recibí de mi nieta fue: “Abuela, dedícate a vivir”. Mi vida fue de mucho sufrimiento. Cuando me despedí de Zahira en Londres le agradecí por traernos una vida que nos renueva y que como familia nos pedía estar más unidos.
La importancia de resignificar el vínculo con Imad Shaban, el padre de sus hijos
“Cuando me fue de Londres le escribí una carta a los tres. Los chicos saben que lo que vivimos fue muy difícil, incluyendo al padre. Hoy nos encuentra en un presente tal como estamos: vivos, saludables y llenos de valores. Eso muestra lo que somos. Todo fue perfecto. Nuevamente la vida me desafió a aplicar lo que aprendí”, manifiesta Gabriela.
Y reconoce: “A la gente le cuesta mucho entender el trabajo de resignificación que hice con el papá de mis hijos. Lo que pasó con Imad respecto a nuestro matrimonio y a los chicos es algo que tuve que resolver yo en un fuero íntimo. Tuve el trabajo de no convertirme en una madre violentada en violencia. Eso fue una universidad de la vida. Estamos construyendo un mundo con más propaganda a la guerra que apuntando a que la preservación de la vida sea más importante que matarnos”.
“Entiendo que hay gente que quiera seguir en ese desprecio, pero deberá tomar responsabilidad de lo que ese hijo va a cargar -opina-. Lo digo en base a la historia de mis padres, que tuvieron un divorcio complejo y me entregaron un manual de lo que yo debía hacer en el futuro: resolver, sacar la carga y no meter más dolor. Esto es muy difícil de entender cuando la gente piensa que un juez va a resolverlo todo”.
“Es muy agotador todo -continúa Arias Uriburu a la hora de la despedida-. Nos encontramos en un sistema que fagocita la guerra y no la paz. Todo el tiempo nos estamos matando. Transitamos momentos complejos de la humanidad. Vengo observando en vida toda la oleada de la filosofía que estudie durante años. Hoy me encuentro cómoda, viendo a mis hijos construirse y reflexionar. Como hace tanto tiempo lo vengo haciendo yo”, cierra.
Fotos: Archivo Grupo Atántida y redes sociales
Instagram de Gabriela Arias Uriburu @ariasuriburu