Es el hermano mayor de Javier Mascherano, fue adicto durante 18 años y ahora ayuda a recuperar a jóvenes: “La gran enfermedad de este país no es la inflación, es la droga” – GENTE Online
 

Es el hermano mayor de Javier Mascherano, fue adicto durante 18 años y ahora ayuda a recuperar a jóvenes: “La gran enfermedad de este país no es la inflación, es la droga”

JAVIER MASCHERANO
Se llama Sebastián (48) y entre 2012/2013 estuvo internado en una comunidad terapéutica. Candidato a concejal de la ciudad de San Lorenzo elegido por el gobernador santafesino Maximiliano Pullaro, hoy afirma: “Mi desafío es luchar para combatir y prevenir las adicciones en las nuevas generaciones”.
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“Siempre me va a quedar grabado en el alma, como si fuera un tatuaje, cuando estando yo ya rehabilitado, desde el otro lado del teléfono él me dijo: “Hoy entro a la cancha sabiendo que vos no te estás matando y que por suerte tenés una vida”.

Lo dice Sebastián (48). Y lo hace con voz firme, clara, templada, pero sin emocionarse. Como aquel soldado que aunque ganó la guerra no quiere perder de vista que antes de hacerlo perdió mil batallas. Con la entereza de quien lo logró y, a la vez, con la distancia de quien sabe que el suyo es un partido que no tiene pitada final. Y valga la analogía futbolística para emparentarlo con la persona que nombró de entrada y ha colaborado a que el caballero que entrevistamos ahora encuentre revancha en su existencia: hablamos del apoyo incondicional de su hermano, Javier Mascherano, el eterno mediocampista argentino por estos días a cargo de la dirección técnica de Inter Miami CF de Lionel Messi.

Con Javier, en la heladería San Remo, de la ciudad de San Lorenzo: "Un crack en todo sentido".

-Si él es el Jefecido, ¿usted quién es?

-Un adicto en rehabilitación -explica con la frialdad que mostraba su hermano menor para cortar cada ataque de los rivales e iniciar los de su equipo.

-¿Así se define, usted?

-Sí, sí: yo soy un adicto en rehabilitación, un resiliente, alguien que pudo sacar lo mejor de sí para salir adelante, reinventarse y ponerse a disposición de aquellos que lo necesitan como yo lo necesité en su momento. Publiqué un libro (El infierno tan temido), hace una década recorro el país (fui a once provincias) y un año y medio que pateo Santa Fe para colaborar en la causa, con lo que sé. Mi foco ahora está ahí, en colaborar.

JAVIER MASCHERANO
Mate, en mano, Sebastián y su cruzada por los chicos y jóvenes que necesitan ayuda.

Menciona a su provincia y casi no hay que consultarle: “... Santa Fe, tal cual donde se encuentra Rosario, señalada en algún momento ‘la nueva México’”, subraya sin vueltas, antes de contar cuándo y cómo terminó aceptando el desafío de convertir una historia privada en pública. “Apenas llegó a la gobernación el 10 de diciembre de 2023 -relata-, Maxi Pullaro me propuso integrar la APRECOD (Agencia de Prevención de Consumo de Drogas y Tratamiento Integral de las Adicciones, dependiente del Ministerio de Igualdad y Desarrollo Humano), y lo primero que se me vino a la mente fue la pregunta: 'Difundir antes los jóvenes todo lo que pasé, ¿no sería la mejor manera de darle sentido a mi dura experiencia?'”. Y acepté.

-Sin dudar.

-“Acudiendo a ella -pensé- puedo colaborar en que otros no caigan en las drogas o que logren dejarlas atrás”. Entonces junto al diputado y pastor Walter Ghione decidí encabezar este grupo de trabajo destinado a llegar a los barrios y acercarnos a los adolescentes que eran rehenes -muchos, incluso “soldados”- e intentar ayudarlos y explicarles que el camino no es por ahí. No se trata de una tarea fácil, obvio, porque de cada diez adictos, sólo nos rehabilitamos dos.

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Futbolista de sangre y alma, como Javier (en la foto, el Jefecito es el de rulitos de abajo que se abraza a un compañero, y Sebastián, en que se encuentra a la izquierda tocándose la rodilla), cuando ambos formaban parte del equipo de Escalada. Luego el mayor pasó a Cerámica San Lorenzo, antes de llegar al Club Atlético Rosario Central, donde llegó hasta la cuarta categoría.

-¿Cuál es el trabajo central de su propuesta?

-De entrada, enfatizamos en la prevención, en poner nuestros oídos y contar lo que hemos aprendido en el dolor para que se replanteen los caminos tomados. A partir de ahí, poder abrazarlos desde las iglesias, en especial evangelistas, y darles una contención. El paso siguiente apunta a realizar un trabajo tomando como base los ámbitos educacionales y deportivos. No existen soluciones mágicas. Debemos entender que la gran inversión viene por ahí, en la educación, en el deporte, en la salud. Es la única manera en la que vamos a poder proyectar algo diferente, porque la droga no se va a acabar.

-¿Nunca?

-Nunca. Primero, porque es un gran negocio, y segundo porque si hay demanda hay oferta. Lo que debemos lograr es que las nuevas generaciones no sean clientes de esta enfermedad. Si bien por un lado vemos ciertos resultados positivos, también observamos, por el otro, que siguen los chicos y jóvenes cayendo como moscas, ya que se trata de una pandemia que viene de años. Una adicción que se metió fuerte en las últimas generaciones y derivó en un impresionante número de personas que tocaron fondo y necesitan ayuda. Y no sólo en Rosario y Santa Fe: a lo largo de toda la sociedad argentina.

-¿Qué ha visto y encontrado en esta década recorriendo Argentina?

-En mi paso por más de 1.180 localidades he apuntado -y pertenece a mi registro personal basado en conversaciones cara a cara- que de cada diez chicas que me contaban que se cortaban, que auto flagelaban su cuerpo, siete habían sido abusadas, violadas, abandonadas. Bueno, la droga es una problemática muy grave que va de la mano con la auto flagelación del cuerpo, porque con la droga uno se auto agrede. Claro, en definitiva drogarse es no quererse… Yo aprendí a quererme. Entonces como ahora me quiero y no necesito evadirme de la realidad. Aún transitando vacíos de la vida, que voy a seguir teniendo, como el dolor, la soledad, los miedos, no me agredo, los hablo. De eso trata la maduración y la educación. Y para ello, claro, se necesita encontrar los oídos de alguien en quien confiar.

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Foto de su juventud en San Lorenzo. "Ellos son Lorena y José Pablo, dos de mis grandes amigos de toda la vida", menciona Sebastián.

-¿Con qué hay que lidiar para que deje de ocurrir?

-No nos encontramos en un momento simple: es muy complejo lo que nos viene pasando como sociedad. En los últimos veinte días me llamaron de cincuenta casas distintas con gente de distintas edades que necesitan ayuda de este tipo. Cuando empezás a transitar los barrios e indagar, te das cuenta de que en una cuadra, de quince, veinte familias, diez están atravesando la problemática. Es muchísimo, ¡muchísimo! Hablás con los pibes y te dicen: “Todo el mundo consume." No todo el mundo se convierte en adicto, pero el consumo está muy instalado en la sociedad.

-¿De qué sustancias?

-De todo. Más de alcohol. La sociedad todavía no entiende que un alcohólico también depende de una sustancia, en este caso es legal. En el caso del drogadicto es dependiente de una sustancia ilegal. Pero como el alcohol está bien visto, lo venden y… Cuando nacieron mis padres, en los Cuarenta, Cincuenta, la gran droga era el alcohol. Ya en los Noventa, con el 1 a 1, todos probamos “la manteca” (cocaína). A aquella apertura y la cultura electrónica les siguieron otras drogas ilegales químicas, los éxtasis, el LSD y demás. Pero el jamón crudo de la falopa seguirá siendo la merca, “la manteca”.

-¿Qué debería lograrse y en cuanto tiempo para empezar a tener resultados positivos respecto a la lucha contra las sustancias?

-Que de acá a 15, 20, 30 años baje ese consumo, que entiendan las nuevas generaciones que ése no es el camino, que aprendan a hablar. Más consumo es más adictos futuros. Necesitamos escuchar a nuestros adolescentes y fortalecerlos desde sus emociones y sus frustraciones. Y apuntar a que el seno familiar vuelva a ser una base sólida y no un castillo de arena que, como lo estamos viendo, se desmorona en el agua.

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Con Alejandro y Sandra, dos colaboradores y compañeros de la Agencia de Prevención de Consumo de Drogas y Tratamiento Integral de las Adicciones, dependiente del Ministerio de Igualdad y Desarrollo Humano.

“Soy Sebastián Gabriel Mascherano y nací el 10 de noviembre de 1976 en la ciudad de Rosario -arranca cuando le pedimos que recorra su historia biográfica de la manera más detallada posible-. Los primeros seis años de mi vida residí en Capitán Bermúdez, de donde es oriunda mamá, la Chiche (76), como la conocen todos, incluso las revistas y los periódicos (“No va a querer que le pongas el verdadero nombre -susurra-, aunque te lo digo al oído -lo hace-). A partir de 1982 nos instalamos en el departamento de San Lorenzo, de donde es papá, Oscar (73). Tengo dos hermanos: Natalia Andrea (46, ama de casa, madre de familia y empleada de la obra social de aceiteros en Puerto General San Martín) y Javier Alejandro (41, “¿Hace falta que te diga de qué trabaja?”, bromea). Me crié acá jugando al fútbol -¡lo hacía bastante bien!-, y yendo a la primaria Nº 113 Sargento Cabral y a la secundaria 8083 San Carlos… Por lo demás, soy un empresario de toda la vida, dueño desde hace veintisiete años de uno de los bares más conocidos y concurridos de allá, Salamandra… ¿Está bien así?”, consulta redondeando.

Sebastián Mascherano
“Apenas llegó a la gobernación el 10 de diciembre de 2023, Maxi Pullaro me propuso integrar APRECOD. Lo primero que se me vino a la mente fue mi experiencia…”.

–Perfecto… La pregunta es ¿cómo y cuándo una persona que formaba parte de una familia trabajadora y contenedora, con estudios en ambos niveles y un futuro promisorio como futbolista nada menos que del club de Primera como Rosario Central cayó en la droga?

-Empecé a consumir a los 17 años. Iba a quinto año. Primero probé la marihuana por curiosidad, para “pertenecer”. Recuerdo que me desinhibía con el alcohol, yendo a bailar. Ahí arranqué. Y sí, me iba muy bien en el fútbol. Ser jugador era mi gran sueño. Camino a Bariloche de viaje de egresados, en Rufino, la primera parada, probé lo que fue mi gran amor, la cocaína. Y de ahí siguieron dieciocho años de hundirme, de no poder manejarla, de una oscuridad total que me llevó a tomar la decisión de dejarme ayudar.

-¿Por qué probó?

-Para ver qué era. Como la mayoría, nunca pensé que iba a quedar pegado. Probé, mi cerebro sabía que yo era débil, y así empecé a utilizar la droga para evadir la realidad.

–Resumió en una pequeña y sencilla frase lo que seguramente fue un largo, complicado y pedregoso camino, ¿verdad?

-Tal cual. Consumí hasta los 35 años. Anteayer, 27 de marzo, se cumplieron trece añosde rehabilitado. Yo festejo dos cumpleaños: el 10 de noviembre, el biológico, y el 27 de marzo, cuando volví a nacer.

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El flamante Centro Asistencial Terapéutico para el Tratamiento de Adicciones "Volver a la vida", en San Lorenzo, donde reside Sebastián.
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Otra vista del lugar, ubicado en la calle San Martín 3864.

-¿Cómo solventaba el gasto?

-Yo siempre laburé. Entré a trabajar en el peaje, y luego coordinaba y vendía viajes a Bariloche. A mis 20 años puse el bar, abrí la confitería bailable, y me camuflé en la noche para poder consumir tranquilamente.

-La noche en la noche.

-Exacto. Hoy el día para mí es una cosa fuerte.

-¿Cuándo tocó fondo y resolvió internarse?

-Yo fui tocando fondo de un montón de maneras. La peor, en febrero de 2012, cuando además ya tenía problemas con el juego, había perdido fortuna en el casino, me alejé de las personas que me querían, de mi hijo, de mis amistades, y me encontraba solo sin siquiera saber que también tenía una hija. No le encontraba sentido a la vida y me quedé en mi departamento tirándome a matar. Aquel día, como si se trataba de mi decisión final, consumí 90 gramos de cocaína. Se me estaba apagando todo. Tirado ahí, mi socio Martín "Zuzu" Franco y mi hijo me levantaron. Yo había ido antes al psicólogo, pero no le daba bola. La soberbia me ganaba. Recién ahí pude pensar con claridad y tomar la decisión de pedir ayuda terapéutica. Aquello me ayudó a bajar un cambio, tener una cuota de humildad y aceptarlo: "Bueno, me entrego." Así me acerqué a una primera conversación con Horacio Tabares, un prestigioso profesional de Rosario que encabeza un centro de día llamado Vínculo. Tras una charla de cuatro horas me hizo entender que solo no iba a poder y que necesitaba internarme.

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Con sus padres, Oscar y Chiche, y la vicegobernadora Gisela Scaglia.

-Y hace trece años lo hizo.

-Sí, y así fue como aquel 27 de marzo del 2012 -el día que volví a nacer- entré a Gradiva Comunidad Terapéutica Profesional, en el barrio de Caballito, Buenos Aires.

-Hoy a la distancia, habiéndolo procesado, ¿qué momentos lindos quedaron entremezclados entre tantos feos?

-El nacimiento de mi mis hijos Rocco (21, estudiante, trabaja conmigo como operador terapéutico) y Amy Liset (13, cursa primer año); estar casado; tener cinco o seis negocios, crear un álbum de figuritas contando la historia de San Lorenzo (ciudad de 50.954 habitantes, situada a 23 kilómetros de Rosario y 147 de la capital provincial). ¡Porque ello también sucedió en mi carrera de consumo, eh! La cocaína es un tsunami que arrasa con todo: lo emocional, lo económico, lo afectivo… te arrasa la vida. A mí me arrasó la vida.

Junto al actor y conductor Gastón Pauls, en una de las charlas para jóvenes que brindaron juntos sobre la problemática de las adicciones.

Cuenta Sebastián que internarse “no es nada barato” (“el noventa y cinco de los adictos llega sin obra social, porque perdió todo en la vida”, subraya) y que su hermano le pagó el tratamiento de dieciocho meses. Hace memoria: “Cuando el Titanic ya había chocado con el iceberg y yo estaba en la bodega, mi socio habló con él y gracias a Dios Javier se hizo cargo… La cuestión ya quedaba en mis manos. Mi desafío era hacer el mejor trabajo para poder estar hoy como estoy”, añade. “Si miro hacia atrás siento que aceptar ser ayudado fue la mejor decisión que tomé en la vida y que siempre hay una manera de salir. Porque, cuidado, y ahora yo se los explico a quienes se internan: ‘Si si vos tenés plata para drogarte también tenés plata para poder salir adelante’. O sea, yo podría haber pagado ese tratamiento porque porque tenía la plata, ¡pero la gastaba en consumo!”.

-¿Cómo recuerda aquel año y medio de internación?

-Al principio no sabía de qué se trataba. De a poco fui entendiendo que me había enfermado, que las drogas y el alcohol me habían llevado a lo más profundo del infierno y que debía someterme a un trabajo de reconstrucción. Para mí la internación no es para dejar las drogas, sino para madurar. Me di cuenta de que tenía 35 años. Entonces me formulé el gran interrogante: “¿Cómo quiero vivir lo que me queda de vida?”.

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De cara a chicos y adolescentes, "donde hay que poner mayor énfasis, ya que su presente marcará su futuro", en palabras de Mascherano.

-¿De qué se dio cuenta a partir del tratamiento?

-De que el famoso era Javier y no yo. Muchas veces pensado que iba a vivir de su plata o de la fama de él… También, de que tenía dos hijos y debía hacerme cargo. Entonces me hice un ADN y pude darle el apellido a mi hija, que es de otra madre que mi hijo. Y a la vez tomé conciencia de que había un montón de gente que me quería y estaba al pie del cañón. A veces uno piensa que se encuentra solo, pero no es así. Pasa que cuando consumís, si no te querés, no podés querer a los demás, y vas rompiendo los vínculos y perdiendo la confianza de aquellos que te aman.

-¿Cómo eran las charlas con su hermano en los momentos más difíciles, y cómo son ahora?

-Cuando uno está en esa soberbia, le cuesta hacer ese cargo y hablar con la verdad, ¿viste? El adicto es el más mentiroso: todo el mundo sabe que vos te drogas, pero a vos te cuesta reconocerlo. Y un manipulador… Javi vivía en Europa y, aunque no se tocaba el tema, él se daba cuenta. Ocurre que desde allá tampoco poseía las armas para poder brindármelas. Mis comunicaciones eran para pedirle plata. Más en mis peores momentos, cuando empecé a jugármela en el casino. Yo le reclamaba "me quiero ir allá con vos", y él me contestaba: "¿A qué vas a venir acá? Si yo voy a estar jugando o viajando”. Tampoco era la solución. Cuando no pensás con claridad, empezás a tirar manotazos de ahogado para cualquier lado. No había charla. Hoy sí, hoy las charlas son de hermanos.

-¿Y los abrazos, Sebastián?

-Especiales, como son ahora mis abrazos con todo el mundo, abrazos sentidos. La droga no te deja pensar y no te deja sentir. Cuando no pensás con claridad, no podés sentir, y cuando no podés sentir tampoco podés amar. La droga no sólo te lastima el cerebro: endurece tu corazón.

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"La ruptura del tejido social no sólo hizo que no haya más droga, sino menos familia", afirma.

“La frutilla del postre, la sustancia que que te trunca los sueños de la vida”, responde cuando le preguntamos qué es la droga. "La droga te lleva a la bajeza total, no te deja crecer, te freeza, te convierte en un eterno adolescente. La droga que no te deja mirar a tu madre a los ojos, amar a una mujer, ser padre ni ser hijo… Son tantas cosas la droga. La droga es la peor enfermedad porque te mata, empezando por los sueños…”, deja abiertos los puntos suspensivos.

-Le pasó a usted, ¿cierto?

-Mirando para atrás, me planteo: "¿Dónde quedó el pibe que deseaba ser jugador de fútbol? ¿Dónde quedó aquel muchacho que quería ser contador público nacional, y ahora es el contador de una triste historia? Lo que me consuela es que contar esta “triste historia” ahora ayuda a que un montón de almas puedan cambiar de estilo de vida.

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Con su libro, El infierno tan temido. "Cuando lo publiqué -comenta-, varios municipios lo compraron para donarlos a sus escuela, clubes, a las bibliotecas. Existe la posibilidad de que salga una versión editada en Miami, para relanzarlo en distintos países", adelanta.

-¿Por qué se filtró tan profundo?

-Porque hace muchos años no podemos crecer como sociedad ni madurar; estamos muy atrasados. Porque nos encontramos anestesiados, y la droga colabora a ello. Por deficiencias en el tejido social y el tejido familiar, que le permite entrar de manera silenciosa como el viento por abajo las puertas de las casas. No la vimos venir. Y cuando fue aquella explosión de hace treinta y cinco años las nuevas generaciones empezaron a encontrar en la droga la forma de llenar los vacíos de la vida. El avance de un montón de otros mecanismos de evasión que van en crecimiento, como el celular, las redes sociales y el juego colaboraron a que la anestesia aún sea mucho mayor.

-Mencionó la frase “de manera silenciosa”… ¿La nuestra es una sociedad a la que le cuesta hablar?

-Para mí adicción es no decir. De allí que siempre sostengo que soy un adicto en recuperación: porque hoy puedo hablar. Nosotros necesitamos que las personas puedan hablar, puedan salir del cofre, de ese tabú, más en los pueblos pequeños o del interior del país, y entender que la gran droga es el alcohol. Desde mi lugar yo trato de ayudar a fortalecer a las nuevas generaciones para que hablen, hacerle entender a la familia que nuestros hijos se educan en la casa y aprenden en la escuela. Somos cómo educamos. Si los pibes se crían solos, no pueden encontrar un patrón de referencia. La calle te ofrece todo para evadir la realidad, algo que termina truncando los sueños de las nuevas generaciones. Por eso vemos tanta deserción en el colegio secundario y notamos que se achicaron las brechas.

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"Me acabo de lanzar como candidato a concejal de la ciudad donde vivo, San Lorenzo, por el partido político UNO (Una Nueva Oportunidad), del Frente Unidos para Cambiar Santa Fe, encabezado por el gobernador Pullaro", explica mientras comparte la boleta recién confeccionada. Y añade: "Mi foco está puesto ahí. Quiero colaborar en la causa sobre un tema que padecí y conozco. Esta problemática se debe tratar de una manera: transversal a cualquier bandera política, religión, género y clase social. Así vamos a poder ver algo diferente", señala de acara a la elección del próximo 13 de abril.

–¿Cuáles serían a la fecha tales brechas?

-Ya no empiezan a consumir a los 16 y 17 años, sino a los 10 y 11. Van de esta edad a los 25 años, donde se encuentra el mayor grupo. Es decir, considerando que nos encontramos dentro de una sociedad de consumo y más allá de que también son muchos los adultos que caen en la enfermedad o recaen en las sustancias, el 50, 60 por ciento de los que consumen van de los 10 a los 25 años. Varias veces señalamos a aquellos niños que se drogan y los defenestramos, sin considerar que cargan historias crueles, duras, límite. Necesitamos madurar como sociedad. Tenemos que trabajar para cortar con la tendencia. Por eso yo, desde mi lugar, después de lo que pasé, quiero poner mi granito de arena.

-¿Todos pueden ayudar?

-Todos podemos ayudar. Yo me acabo de candidatear a concejal de San Lorenzo por el partido político UNO (Una Nueva Oportunidad), del Frente Unidos para Cambiar Santa Fe, encabezado por el gobernador Pullaro. El domingo 13 de abril voy a ir a a las internas, aunque no por un puesto político: mi foco apunta a colaborar en la causa con lo que sé, en llevar adelante ideas de política pública que se mantengan en el tiempo y enfrenten a esta gran enfermedad que viene truncando todo, hace que familias enteras no puedan trabajar, se disuelvan y terminen en un momento de locura.

-¿Hacia dónde hay que apuntar y cómo?

-Brindándoles herramientas para fortalecerse a los dos núcleos que componen esta enfermedad. Me refiero a la parte adicta (y acá hay que ver si el enfermo quiere rehabilitarse y cambiar su estilo de vida) y a una segunda esencial, la prevención. Debemos invertir en la preadicción, en ayudar a aquellos que prueban o llegan a la droga para que puedan revertir la situación. Porque como te comenté, sólo dos de diez salimos.

-La gran enfermedad de este país, entonces, no es la inflación…

-No, es la droga. ¡Totalmente! La inflación es un residual. Si los pibes no estudian, si no trabajan, si no vemos la manera de darles las herramientas para que puedan poner en práctica sus ideas, si no los mantenemos contenidos en espacios culturales, de deporte, nada va a alcanzar, se desvanecen el presente y los sueños, porque ellos precisamente son el hoy y el futuro.

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Otra imagen de Sebastián con el actual DT del Inter de Miami. A la derecha: Javier Gandolfi, ex jugador, actual DT y amigos de ambos.

-Habla de sueños y se nos ocurre que quizá para cerrar la nota con una sonrisa -e imaginando que Javier Mascherano no escucha-, podríamos consultarte si es verdad que, como opinan algunos que los conocieron de chicos, usted era mejor que él jugando al fútbol...

-Nooooo. Yo jugaba muy bien, de defensor, de número dos o de seis. Pasé por Escalada, Cerámica San Lorenzo y Central, donde llegué a la cuarta en la época del Kily González, Raúl Gordillo, Martín Cardetti, el Rafa Maceratesi, todos de mi época. Sucede que…

-Su hermano se encuentra en Miami, a 6.820 kilómetros y ocho horas de avión de acá, y no lo escucha. Anímese.

-Javier fue una estrella, y por algo llegó adonde llegó (River, Corinthians, West Ham, Liverpool, Barcelona, Hebei China Fortune, Estudiantes y la Selección argentina). Hay que reconocerlo y hay que ser humilde.

-¿Pero usted era mejor?

-(Carcajada) No fui mejor porque no fui aplicado. En un momento de mi vida tuve las condiciones, tuve las ganas, tuve la inteligencia, tuve el sacrificio, pero todo se me derrumbó a causa de mi adicción. De ahí que ahora quiero ayudar a que a nadie se le derrumben los sueños por el mismo motivo.

Fotos: Gentileza Jorge Luengo y S.M.
Para colaborar y recibir asistencia: @Seba.Mascherano (en Instagram) y
Sebastián Macherano (en Facebook)
Agradecemos a Jorge Luengo

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