Martín Maldonado es politólogo del Conicet e integra un grupo de voluntarios e investigadores cordobeses que, en sus palabras "hacemos ciencia que incomoda". Durante seis meses, parte de ellos comerá según la Canasta Básica (que para el Indec cuesta 4.290 pesos por persona), otros de acuerdo a las Guías Alimentarias (nutritivas, cuyo valor es de 7.800 pesos por adulto), y el tercio restante seguirá su dieta habitual. “La Canasta Básica Alimentaria que usa el Indec brinda una nutrición insuficiente y es mala para medir la pobreza”, señala.
La fotografía de la familia Czekalinski es un ícono del periodismo gráfico. En 1951 fueron portada de la revista estadounidense Life, rodeados por una tonelada de comida: eran los alimentos que iban a consumir al año siguiente. Pretendía mostrar, en plena Guerra Fría, las bondades del sistema capitalista frente al comunismo. El sueño americano. Lejanos en tiempo y espacio, un grupo de dieciocho voluntarios e investigadores cordobeses se inspiraron en esa imagen y se embarcaron –bajo el nombre de aquella familia norteamericana– en la tarea de desmenuzar los efectos de la Canasta Básica Alimentaria (la que usa el Indec para medir la pobreza) sobre la salud. Divididos en tres grupos, seis comerán la canasta de alimentos oficial, seis se nutrirán según las Guías GAPA (con parámetros saludables, diseñada por el Ministerio de Salud de la Nación en el año 2000) y los restantes seguirán su dieta habitual. Entre ellos hay dos investigadores del Conicet: la nutricionista Claudia Albrecht y el politólogo Martín Maldonado, que tiene 45 años, está casado, tiene tres hijos, comenzó hace diez días a vivir su experiencia en el primero de los grupos y fue quien tuvo la idea de encarar esta investigación. “La hipótesis es que el primer grupo empeorará su estado nutricional, el segundo lo mejorará y el restante no debería sufrir modificaciones”, cuenta Maldonado, de paso por Buenos Aires.
El costo del proyecto es de 3.300.000 pesos (tienen que comprar 72 canastas de alimentos, entre otros gastos), algo que intentan solventar con aportes particulares a través de la página www.noblezaobliga.com. “Esta investigación se hace sin fondos públicos. Nadie nos apoya, y es carísima –señala Maldonado–. Sí tenemos el partnership de La Voz del Interior y nuestros estudios de salud son hechos en el sanatorio Allende”.
Además del aspecto nutricional, buscan demostrar que las mediciones de indigencia y pobreza en el país dan resultados engañosos y se hacen mal: “Principalmente, nos motiva el dolor de quienes sufren hambre: hay 3.010.894 indigentes cuyo ingreso no les permite comprar la Canasta Básica Alimentaria. Y 14.380.387 pobres. Son cifras de la última medición disponible del Indec, hecha en marzo de este año. En octubre debe salir la nueva, que será más alta, por la inflación. Es inaceptable que la Argentina tenga esta pobreza, y sin embargo lo naturalizamos. La Canasta Básica que usa el Indec brinda una alimentación insuficiente y es muy mala como parámetro de medición de la pobreza. Pero se usa para los planes nutricionales de los chicos en las escuelas, y para que, por ejemplo, un juez asigne la cuota alimentaria a pagar en un divorcio. El costo de esta Canasta, como está expresado acá, es la línea de indigencia. Para un individuo como yo, es de 4.290 pesos. Para una familia, 13.258 pesos. Son números oficiales, extraídos de la página del Indec de agosto”.
–¿Se llega a comprar toda la canasta con ese dinero?
–No. En los comercios cuesta más de 5.000 para un individuo y más de 15.000 para una familia. No es igual el costo que dice el Indec y el que se cobra en la esquina de nuestras casas. Y ésa es la Canasta que determina quién merece ayuda del Estado. Hoy hay 6 por ciento de indigentes y 32 de pobres medidos por el costo de ella. Es el cimiento de la política social argentina. Fue diseñada en 1985, implementada en el ’88 y luego actualizada sólo en gramos. Un ejemplo: da 60 gramos de salchichón mortadela por mes: tres rodajas. Nada.
–¿Por qué se usa entonces?
–Porque, al ser insuficiente, es cada vez más barata; entonces queda menos gente por debajo de las líneas de indigencia y de pobreza. Y algo importante: todos los gobiernos de la democracia la usaron por igual. Eso salva a nuestro equipo de cualquier argumento de la grieta actual: a quienes nos corren por kirchneristas o por macristas les decimos que se usa desde 1988.
–Al mismo tiempo, ustedes testean las Guías Alimentarias GAPA, que es una Canasta saludable.
–Fue creada en el año 2000 y tiene riqueza de alimentos: hay legumbres, frutos secos, miel, entre otros, y es una recomendación... para el que pueda pagarla. Casi perverso. En una mano, el Estado –a través del Indec– tiene una Canasta para pobres y para los planes sociales destinados a los niños, pero te dice: “Si puede pagarla, coma esta otra, que es la buena”. Claro, para un adulto, cuesta alrededor de 7.800 pesos.
–Si la Canasta Básica Alimentaria fuera saludable, ¿cuántos pobres habría en la Argentina?
–Con los números de la pobreza no se puede jugar, pero aproximadamente sería un 80 por ciento más: la indigencia saltaría de 6 a 10,5, y la pobreza de 32 a 55 por ciento. Pero son estimados: todavía no se hicieron estudios serios. Es que nadie los quiere ver.
–Esto lleva a otro tema: ¿cómo mide la pobreza el Estado argentino?
–Por dos cosas: por ingresos, a través de la Canasta Básica, y por infraestructura, mediante el Censo Nacional, cada diez años. Son mediciones obsoletas: sólo miden carencias materiales y de alimentación. La medición debería ser multidimensional, como hace la UCA, que pregunta por el acceso a un medio ambiente saludable, a una vivienda digna, a la calidad y estabilidad del empleo, al esparcimiento, al acceso a Internet, si se hace deporte... Además, pregunta si aprenden en la escuela, no sólo si van. Hoy existe un nuevo indicador de pobreza por excelencia: cantidad y calidad de tiempo libre. No es lo mismo tener dos horas y salir a caminar, que pasarlas sentado frente al televisor. Eso se llama pobreza multidimensional. Cuando medimos esa pobreza –como lo hace la UCA, que mira el acceso a esos nuevos derechos–, el 65 por ciento de los argentinos tiene carencias. No son pobres por infraestructura, porque viven en una casa, saben leer y escribir y ganan más de 33 mil pesos. Pero no van al cine, no toman vacaciones, su calidad de vida es mala. En México y Chile ésta es la medición oficial.
–Volvamos al experimento. ¿Cómo se siente después de diez días de alimentarse con la Canasta Básica?
–Arranqué con mucho dolor de cabeza, por la falta de café: hay 30 gramos, cinco cafés dobles por mes. Ahora estoy tomando té, y cuando se acabe –que falta poco–, me arreglaré con mate, que no tomaba: tengo 600 gramos de yerba, . Tuve que volver a tomar leche entera, porque no hay descremada. Y azúcar, porque tampoco puedo comprar edulcorante ni estevia.
–¿Cómo respondió su cuerpo?
–Por ahora se modificaron dos cosas: el hábito catártico, el ir al baño. No estoy yendo... Me dicen los nutricionistas que es por la harina, que seca. Estoy tratando de tomar mucha agua. Y otra, el olor de la sudoración. Eso me pasa a mí. Una de las chicas, como no tomaba leche y ahora lo debe hacer, va mucho al baño.
–¿Cuál es la principal carencia de la Canasta Básica?
–Las frutas, las verduras y las proteínas: las carnes, los huevos –nueve por mes–, 1.900 kg de pollo –alita–. Tengo 1.800 kg de manzanas, 1.300 de mandarinas, 1.300 de naranjas, 1 de bananas y 1 de peras. Significa menos de una fruta por día (ver foto de apertura), cuando la recomendación de los nutricionistas es de dos por día. Ah, y debo elegirlas de la peor calidad.
–¿Por qué?
–Por la normativa del Indec: la resolución que arma la Canasta Básica dice que se deben elegir los productos de menor precio en boca minorista. No es elección nuestra. La calidad es clave para la nutrición: no es lo mismo un kilo y medio de vacío bueno que un peso similar de aguja parrillera o falda con hueso. Lo que sobran son hidratos: hay siete kilos de pan frente a 110 gramos de queso cremoso, 50 de queso común y 50 de queso rallado: el tamaño de un celular.
Las contras de la Canasta (por el licenciado en Nutrición Matías Scavuzzo)
La Canasta Básica Alimentaria está compuesta por 58 alimentos. Incluye 7 kilos de pan (blanco y no integral) por mes, un aporte demasiado alto y desproporcionado en hidratos de carbono refinados. Su ingesta excesiva es causa principal de la aparición de enfermedades crónicas no transmisibles (ECNT), como la obesidad.
Presenta altos contenidos en azúcar blanca, uno de los principales responsables de muertes por obesidad a nivel mundial.
No contempla las legumbres, una excelente fuente de proteínas de origen vegetal, con menor impacto ambiental en su producción y a menor costo que las típicas carnes, lácteos y huevos, además de su aporte en hidratos de carbono complejos.
En productos de origen animal, es alta en grasas saturadas. Las dietas ricas en este tipo de compuestos, prolongadas en el tiempo tienen un impacto directamente negativo en la salud cardiovascular, ya que promueven patologías como aterosclerosis, hígado graso y otras. Y son bajas en grasas poliinsaturadas –las llamadas “buenas”–, presentes en alimentos como pescado, aceite de oliva, frutos secos y palta. El aporte de los Omega 3, 6 y 9 es de vital importancia para la salud cardiovascular.
Es baja en fibra, ya que las fuentes principales de ésta –frutas, verduras, legumbres y productos integrales– están presentes en muy poca cantidad. Esto está directamente relacionado con la prevención de todas las patologías. Y al tener tan poca proporción de frutas y vegetales que no requieren cocción, es baja en minerales y vitaminas. Esto altera el sistema inmune y metabólico en general.