Los isleños celebrarán en noviembre la reapertura de la paradisíaca playa de Gypsy Cove luego de la finalización de una década de trabajos de desminado.
Las arenas blancas y las aguas cristalinas en una fotografía tomada justo en el momento en que el sol –algo esquivo en esas latitudes– asoma pueden confundir a algún desprevenido. El paradisíaco paisaje no es una playa del Caribe: se trata de Gypsy Cove, en la Bahía Yorke, a poco más de 5 kilómetros de la capital de las Islas Malvinas.
En efecto, si se hace zoom en la foto se puede ver que las manchas negras que se divisan en la playa es una colonia de pingüinos, mientras que en las aguas flotan las características algas “kelp”, de donde proviene el apelativo “kelper” para referirse a los habitantes de las islas.
Esa playa, que desde el conflicto bélico de 1982 entre la Argentina y el Reino Unido ha permanecido cerrada, reabrirá el próximo sábado 14 de noviembre, marcando el fin de una década de trabajos de desminado en las islas, llevado a cabo por especialistas de Zimbawe. En el acto, según informó la agencia uruguaya Mercopress, se detonarán las últimas minas terrestres que se recuperaron en esa zona, ubicada a poco más de 5 kilómetros de la capital, Puerto Argentino (nombre dado por decreto de la dictadura militar argentina a la ciudad históricamente denominada Stanley).
A pesar de la oposición de algunos isleños al desminado de la zona, el Reino Unido es parte del Tratado de Ottawa, la convención que se firmó en 1997, que además de prohibir el uso de minas antipersonales obliga a los países firmantes a retirar ese tipo de material de los territorios bajo su control. En el caso de Malvinas, el desminado fue acordado con el gobierno argentino en 2001, bajo lo que se conoce como "paraguas de soberanía", que permine a la Argentina y el Reino Unido discutir asuntos relativos a Malvinas y las aguas del Atlántico Sur sin que esto signifique una renuncia al reclamo soberano. Los desencuentros posteriores bajo la gestión kirchnerista hicieron que el Reino Unido avanzara solo en el desminado, una oportunidad perdida que la Argentina podría haber utilizado para estrechar la relación con los isleños, vínculo que en algún momento deberá cultivarse teniendo en cuenta que la Constitución Nacional y las resoluciones del Comité de Descolonización de Naciones Unidas llaman a "respetar el modo de vida de los isleños".
La tarea no fue sencilla, ya que en la Bahía Yorke hay una importante colonia de pingüinos magallánicos. Por su peso, los pingüinos no detonaban los artefactos, pero su presencia en la zona exigía a los técnicos zimbabuenses mayores cuidados para la preservación de su hábitat natural. Además, la bahía se caracteriza por ser una zona de dunas, cuya geografía es lo suficientemente cambiente e inestable como para hacer que los planos entregados por la Argentina tras la rendición no sean confiables: el viento y el desplazamiento de la arena hizo que muchas minas no se encontraran en el lugar en que habían sido colocadas.
En efecto, en 2017, durante los trabajos de remoción de las minas, un técnico zimbabuense sufrió un accidente menor, que le dañó las manos. Pero más allá de ese percance, los campos minados estuvieron señalizados y no han generado mayores problemas.
La ausencia de accidentes con las minas fue, de hecho, el argumento que el hasta hoy miembro de la Asamblea Legislativa local Barry Elsby –médico galés que vive en las islas desde 1990– utilizó en 2017 en diálogo con la BBC para asegurar que los isleños "hubiéramos preferido que se dejaran los campos minados tal cual. Están claramente demarcados y cercados. Ningún civil ha resultado nunca herido", explicó entonces.