Según la tradición cristiana, en Semana Santa se destinan dos días a no consumir carnes rojas y, en reemplazo, comer pescado. Esos días son el Viernes Santo y el Sábado Santo, fechas en que se conmemora la muerte de Jesús.
Este ayuno de carne roja se da porque estos días son de luto y según la religión católica las personas deberían mostrar respeto a través de una acción de austeridad en la que no coman este tipo de alimento; incluso algunas personas consumen sólo pan y agua en pequeñas porciones.
Históricamente, la Iglesia estableció como precepto la abstinencia de carne para dos días específicos en el año: el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo. Luego se añadió el sábado, cuando se celebra la Vigilia Pascual.
¿Qué dice la Iglesia Católica?
El Concilio Vaticano II mencionó: “Ha de tenerse como sagrado el ayuno pascual; ha de celebrarse en todas partes el Viernes de la Pasión y Muerte del Señor y aun extenderse, según las circunstancias, al Sábado Santo, para que de este modo se llegue al gozo el Domingo de Resurrección, con elevación y apertura de espíritu”.
Sin embargo, distintas voces de la Iglesia han repetido en reiteradas ocasiones que el no comer carne es un símbolo del sacrificio, y que las personas podrían cambiarlo por otra acción de abstinencia que les resulte más significativa, como por ejemplo no tomar alcohol.
En este sentido, en 1966 y luego de las reformas del Concilio Vaticano II, el papa Paulo VI resaltó en la constitución apostólica Paenitemini que había otras formas de practicar la penitencia y, por ende, la abstinencia de carne podía ser sustituida por la oración u otras obras de caridad.
Este lineamiento fue ratificado en 1983 con el Código Canónico promulgado por el papa Juan Pablo II.
En 2019, el papa Francisco, mientras celebraba la misa matutina en la capilla de la Domus Sanctae expresó: “El ayuno no es comer los platos de la Cuaresma. ¡Esos platos hacen un banquete! Ayunar no es cambiar los platos o hacer el pescado más sabroso. Eso sería continuar el Carnaval. Nuestro ayuno tiene que ser verdadero. Y si no puedo hacer un ayuno total (no consumir ningún alimento), ese que nos hace sentir hambre hasta los huesos, al menos hay que hacer un ayuno humilde, pero verdadero”.
Esto quiere decir consumir menos porciones y de menor tamaño, de platos que no necesariamente sean los más sabrosos. Para algunos será suprimir la carne; para otros, los grandes banquetes de pescado, los postres, entre otros.