La pandemia del coronavirus ha generado en todo el mundo la necesidad de buscar formas de reinventar las rutinas de las personas: en la forma de trabajar, entrenar, hacer las compras y estudiar.
El cierre de las escuelas, las clases virtuales y las burbujas significaron un llamado de atención ante las didácticas tradicionales, y ha supuesto un desafío para los docentes de cualquier etapa educativa.
Un ejemplo es el surgimiento del aula invertida o flipped classroom, a partir de las aportaciones de Jonathan Bergmann y Aaron Sams, profesores de educación secundaria, en 2014. La metodología consiste, según explican estos docentes, en invertir lo que los estudiantes suelen realizar en el aula.
Es decir, si lo común en el aula es que se impartan en una sesión distintos contenidos y competencias asociados a una disciplina o asignatura, y después los estudiantes realicen alguna tarea complementaria posterior a la sesión, la metodología del aula invertida propone que los estudiantes vean vídeos grabados, realicen lecturas, etc., previamente a la sesión, y que sea en la sesión con el docente donde se realice alguna tarea bajo su supervisión.
Según explican en una nota de BBC mundo los docentes Pablo Rodríguez Herrero y Sandra Ruiz Ambit, el aula invertida se ha asociado tradicionalmente al uso de la tecnología educativa; sin embargo, añaden, no tiene por qué estar necesariamente condicionada al uso de dicha tecnología, sino que más bien se basa en la distribución diferente de los tiempos de enseñanza y aprendizaje del estudiante.
En todo caso, el aula invertida abre distintas posibilidades didácticas a la docencia en línea y, específicamente, a la distribución de recursos y actividades didácticas en la docencia sincrónica y asincrónica.
En qué contribuyó durante el cierre de las escuelas
La transformación principal durante la pandemia ha sido en el campo de la digitalización y el acceso al conocimiento. Y, en este ámbito, las metodologías didácticas susceptibles de apoyarse en la tecnología han sido muy importantes. Una de ellas es el aula invertida.
Aunque no encontramos investigaciones concluyentes sobre la efectividad y el impacto del aula invertida durante la pandemia, algunos estudios realizados en distintos países nos permiten deducir las posibilidades educativas que esta metodología ha tenido para la mejora de la enseñanza ante el reto de adaptarse a confinamientos y cierres de escuelas.
Estos estudios se han realizado principalmente en la etapa universitaria. Por ejemplo, en uno de ellos se aprecia que la inclusión del aula invertida en la docencia en línea ha contribuido a mejorar el aprendizaje, la atención y la evaluación formativa del alumnado.
Por otra parte, como metodología didáctica que trata de fomentar la participación activa del estudiante, el aula invertida puede contribuir a mejorar la motivación hacia el aprendizaje.
Teniendo en cuenta que la motivación es uno de los factores determinantes para el aprendizaje, así como un reto para la docencia en línea, parece que el aula invertida puede jugar un importante papel en el proceso de enseñanza y formación en estos tiempos.
La reacción tecnológica ha sido primordial para fomentar el acceso al conocimiento y, por tanto, una educación más inclusiva.
Si bien se puede hipotetizar con relativa seguridad el impacto negativo de la pandemia en los alumnos con más vulnerabilidad, podemos observar también algunos avances destacables, especialmente en el ámbito de la tecnología educativa y la metodología didáctica que favorezca la participación en docencia en línea, como es el caso del aula invertida.
Estos avances son insuficientes para la necesaria renovación de la didáctica, pero aportan nuevas competencias docentes y formas de entender la enseñanza, susceptibles de ser útiles y sostenibles cuando la pandemia termine.