En Japón, la frase “no quiero ir más al colegio” comienza a repetirse con más frecuencia. Si bien es una expresión que suele escucharse en cada casa en la que hay chicos en edad escolar, lo que ocurre en el país del Sol Naciente tiene que ver con una cuestión muy distinta a "no tener ganas".
En distintas instituciones sociales y educativas se encendieron las alarmas y ya se pusieron a trabajar para estudiar el problema, que hace que cada vez haya más ausentismo. Durante el año pasado se empezó a ver una merma de asistencia. Lejos de detenerse, el fenómeno se acrecienta.
Futoko (significa niño en japonés) es la palabra asignada para esto que está pasando y que tiene a todos en alerta. Puntualmente, es utilizada para referirse a aquellos alumnos que faltan al establecimiento durante más de 30 días, sin tener una razón vinculada a una enfermedad o una dificultad económica de la familia.
El año pasado, según los números compartidos por el gobierno, se contabilizaron 144.031 casos de futoko. Entre las razones más cotidianas figuran el acoso por parte de compañeros y el estricto control por parte de maestros y profesores. Más allá de la rigurosidad, según un informe de la BBC, no los dejan teñirse ni dejarse el pelo largo, en el caso de los varones, y no les permiten a las mujeres utilizar determinada vestimenta.
El Ministerio de Educación ordenó una investigación para las exageradas reglas estudiantiles y de esto tomó conocimiento la prefectura de Osaka. Se solicitó a las escuelas que revisen sus métodos, pero sólo el 40% lo hizo. El país ya habla de violación a los derechos humanos y de un obstáculo para la diversidad estudiantil.
Ante esto se pusieron de moda modelos alternativos de enseñanza. Establecimientos denominados Escuelas Libres, donde no hay un control en lo que refiere a la vestimenta y lo que tiene que ver con las actividades extraescolares. En ellos, el alumno tiene un abanico de posibilidades para que elija de acuerdo a su gusto, y no se le impone, como pasa en los colegios tradicionales.
Se trata de lugares tradicionales, que cuentan con ambientes donde los chicos se reúnen para charlar o jugar. Sin embargo, como cada vez más alumnos se suman a estos lugares, lo que está ocurriendo es la superpoblación. En las ciudades grandes, en un aula puede haber hasta 40 jóvenes que intentan escapar del futoko, lo que hace que no haya un seguimiento tan individual.