La ministra de Educación porteña invita a recorrer el Polo Educativo Mugica ubicado junto al Barrio 31, donde en 22 mil metros cuadrados de pura modernidad se forman casi dos mil alumnos de los tres primeros niveles. “En un año y medio, la Secundaria del Futuro logró que más chicos promocionen y menos abandonen los estudios”, afirma.
Son 22 mil metros cuadrados ubicados junto al Barrio 31, donde estudian casi dos mil chicos de tres niveles educativos –inicial, primario y secundario–. Incluso hay un vespertino, que contempla que los padres puedan dejar a sus hijos en el espacio del jardín de infantes mientras ellos asisten a clase. El Polo Educativo Mugica se yergue justo frente a los Tribunales de Comodoro Py, cuadruplicando la superficie que tenía la antigua escuela Banderita –la única pública de esa zona cercana a la estación de Retiro–, que se ubicaba en el mismo predio.
La modernidad en la arquitectura se nota por doquier. Cada aula tiene un mobiliario funcional y colorido y una biblioteca con la literatura disponible. Hay laboratorios, gimnasio para varios deportes del tamaño de una cancha de papi fútbol y rampas para circular con comodidad. Además, el detalle de cocinas de regeneración –con menor riesgo de contaminación bromatológica– y un menú que eliminó el pan y los alfajores y adicionó fruta y galletitas de avena, consensuado con nutricionistas, entre ellos el doctor Alberto Cormillot. Además, bebederos por todas partes, para que los chicos reemplacen con agua las bebidas azucaradas que solían traer de sus casas.
La ministra de Educación porteña, Soledad Acuña, acompaña la recorrida por cada espacio. “Esto es parte del plan de 54 escuelas que amplía el servicio educativo, pero también de una mejora integral de la educación en la Ciudad. No es sólo hacer edificios nuevos, aunque eso es importante. Acá aumentamos la cantidad de sillas, pero también mejoramos los espacios, para poder enseñar mejor”, señala.
–¿Qué tipo de enseñanza reciben los chicos?
–El gran desafío es prepararlos hoy para empleos que aún no existen: el 60 por ciento de esos trabajos aún no se inventaron, según las últimas investigaciones. Se van a desenvolver en un mundo que cambia todo el tiempo. La transformación tecnológica es cada vez más veloz, pero no sabemos para qué dirección tomará. Por eso, la otra parte de nuestra labor es pensar formas de enseñanza para estudiantes del siglo XXI. Es así que creamos la Secundaria del Futuro, en la que trabajamos en campos de conocimiento y no por materias, y en el desarrollo de capacidades: la creatividad, la comunicación, el pensamiento crítico, el trabajo colaborativo.
–Para eso se necesitan maestros que conozcan esa nueva forma de enseñanza. ¿Cómo los preparan?
–Los docentes que hoy están al frente de las aulas fueron formados en el siglo XX. Por eso, en la Ciudad dispusimos nuevas herramientas, con un plan de capacitación intensivo de cien horas por año para cada uno. Equivale a dos horas y media por semana. ¿Qué profesional tiene esa posibilidad? Hoy tenemos 44 escuelas en la Secundaria del Futuro, y para trabajar con esta nueva modalidad también son capacitados en parejas pedagógicas, proyectos... Les enseñamos a evaluar de distinta manera.
–¿Qué significa eso?
–Hoy, si tenemos en una prueba un 2 y en otra un 10, se promedia y el chico pasa. Pero en la que tuvo el 2 no adquirió los conocimientos. Ahora eliminamos el promedio y tenemos más instancias de recuperación por cuatrimestre. Y se evalúa por capacidades. Cada objetivo que se planifica por asignatura o proyecto tiene asignada la capacidad que deben desarrollar.
–¿Van a tener la nota tradicional, del 1 al 10?
–En el actual régimen nacional, para que tenga validez el título debe haber una nota final. Además de la numérica, nosotros les damos una de concepto. Llevamos un año y medio de Secundaria del Futuro, y vemos que el nivel de promoción de asignaturas aumentó. No desaprueban tantas materias, los alumnos que repiten son menos y el nivel de retención en el secundario aumentó: son menos los que abandonan.
–Muchas veces se dice que se los hace pasar como sea...
–No. La ventaja es que aquí cada chico tiene un cuaderno con un plan personalizado de aprendizaje, donde se le ponen objetivos. El propio alumno hace la autoevaluación y los padres van viendo ese documento, en el que figuran los contenidos a mejorar, y el boletín, una especie de sábana gigante, donde por cada instancia evaluadora tiene una de recuperación.