A una semana de conocerse la sentencia de Máximo Thomsen, Enzo Comelli, Matías Benicelli, Blas Cinalli, Ayrton Viollaz y Luciano, Ciro y Lucas Pertossi por el asesinato de Fernando Báez Sosa, los ocho rugbiers se encuentran esperando su traslado en la Unidad 45 de Melchor Romero.
El clima para los jóvenes se volvió cada vez más hostil desde su llegada al penal a pesar de estar separados del resto del pabellón. Y el Servicio Penitenciario Bonaerense comenzó a alertar actitudes preocupantes.
Los psicólogos que atendieron a la mayoría de los culpables tras la sentencia determinaron que se encuentran atravesando una fuerte depresión, sobre todo dos de ellos, Máximo Thomsen y Blas Cinalli.
Fuentes cercanas a su servicio penitenciario dieron a conocer a la agencia de noticias NA que "los ocho están con una medida de resguardo de integridad física por miedo a que se lastimen ellos mismos por la depresión que padecen", al tiempo que indicaron que "hay temor de que puedan suicidarse".
Desde que fueron privados de su libertad en el año 2020, los jóvenes "jamás se pelearon a golpes de puño", porque los guardias los tenían "bien custodiados", aseguraron desde el SPB. Pero en el último tiempo las discusiones parecen haberse acrecentado por diferencias con respecto a los roles y al juicio.
Pero además de la condena, otro de los golpes fuertes que recibieron los oriundos de Zárate fue haber quedado incomunicados de sus familias. Ya que les fueron secuestrados dos celulares, uno a Cinalli y otro a Comelli, luego de descubrirse que los utilizaban para crear páginas en redes sociales a favor de ellos mismos.
"Nos sacaron los celulares que usábamos para hablar con nuestras familias. Hablar con ellos era lo único que nos mantenía vivos", fue la frase que dijo uno de los rugbiers al servicio penitenciario que encendió las alarmas de que podrían cometer actos contra su vida.
En los últimos días, los rugbiers solicitaron que les llevaran biblias y pidieron que un pastor los visitara dentro de la alcaidía.