La mañana del 7 de octubre de 2023, el pueblo judío sufrió la peor masacre en su historia desde el Holocausto cuando la organización política y paramilitar palestina Hamás ingresó a Israel por mar, aire y tierra, asesinando alrededor de 1200 civiles y tomando a 251 como rehenes para llevarlos a la Franja de Gaza, donde varios de ellos (59) aún siguen secuestrados.
Ese día, Hernán Feler se enteró de lo que ocurrió en Medio Oriente y decidió expresar su opinión al respecto en sus redes sociales. Sin embargo, al enterarse de que su tía, Ofelia Roitman, era una de los civiles secuestrados por Hamás, no dudó en alzar su voz. Y a pesar de no ser un periodista de política o cuestiones internacionales, aprovechó su trabajo como relator en TyC Sports y en D Sports Radio.
Ofelia fue secuestrada en su casa en el kibutz Nir Oz (un asentamiento en el que se vive de manera colectiva) y liberada 52 días después del 7 de octubre. Tras salir del encierro, de a poco, la tía de Feler fue contando todo lo que tuvo que vivir en manos de Hamás. "Se le vino el mundo abajo", revela el comunicador en diálogo con revista GENTE, y cuenta detalles de la historia de su tía y cómo se encuentra actualmente.
-¿Cuándo se fue a vivir a Israel?
-Mi tía Ofelia, mi tío Héctor y mis tres primos, Pablo, Natalia y Damián, se fueron en noviembre de 1985. Se fueron por la situación del país, por cuestiones personales y se fueron directamente a vivir en Nir Oz, que fue su kibutz hasta el 7 de octubre. Mis primos ya se habían ido del kibutz porque formaron sus familias, pero seguían teniendo un montón de amigos y era su lugar también. Desde el 85’ hasta el 7 de octubre de 2023, mis tíos vivieron ahí. Mis primos tienen hijos, mis tíos tienen nueve nietos.
-Entonces el 7 de octubre de 2023 solo tus tíos vivían todavía en Nir Oz.
-Sí, vivían ellos dos, pero en el momento del secuestro de mi tía, mi tío no estaba. Porque días antes habían viajado con un matrimonio amigo y mi tío apenas llegaron, se bajó del taxi, se cayó y se rompió la cadera. Se tuvieron que volver y en el momento en que mi tía fue secuestrada, mi tío estaba haciendo la rehabilitación de la operación que le hicieron. Así que por suerte mi tío no estaba ahí.
-En general los que vivían en los kibutzim del sur tenían mucha relación con los palestinos y los ayudaban, eran los que más pedían la paz. ¿Tu tía qué postura tenía antes del 7 de octubre?
-Siempre pro paz, siempre. De hecho, no pasaba lo que pasaba en estos últimos tiempos, había otro tipo de relación y siempre fueron pro paz. Ya en el último tiempo mi tía tenía un poco de temor de todas las cosas que pasaban y estaba media desconfiada de todo. Había zonas del kibutz que, cuando la familia iba, prefería que no vayamos para ahí. Pero siempre fueron pro paz, y no me lo dijo literalmente, pero sé que no tienen más ese pensamiento.
-¿Cómo fue el momento del secuestro de tu tía el 7 de octubre?
-Empezaron las sirenas, cada uno se va a su refugio, el refugio de mi tía era su habitación. Ella se puso en contacto con mis primos. Suponía que era una más de las tantas sirenas que suenan en Israel cada día antes del 7 de octubre. Pero en un momento de la conversación con mis primos, ella decía que lo que estaba pasando no era lo mismo de siempre, escuchaba ruidos y disparos. Entonces mi primo le dijo que no mande más audios de voz, que escriba solamente, que no haga ruido, que esté tranquila, que va a estar todo bien. Hasta que, en un momento, mi tía le dice en hebreo ‘empo’, que significa "están acá". Esa fue la última comunicación que tuvieron, porque ingresaron al refugio después de haber disparado 10 veces y forcejear la manija. Ella estaba forcejeando para que no la abran y ahí metieron una de las ametralladoras, le pegaron un tiro para que suelte la puerta y entraron.
-¿Qué pasó cuando entraron al refugio?
-Le hicieron las primeras curaciones para que no pierda tanta sangre. Una de las 5 o 6 personas que entraron, ella cree que era un chico de 15 o 16 años, se sacó los cordones de la zapatilla como para hacerle un torniquete. Ahí la agarraron de los pies, la tiraron de la cama, y la arrastraron hasta la entrada de la casa, unos 15 o 20 metros, la alzaron y la tiraron como una bolsa de papas atrás de un tractor. Con ese tractor ella fue hasta el otro lado, hasta Gaza, hasta los túneles. En ese trayecto ella vio a Shiri Bibas (otra de las secuestradas) con los dos bebés, fue la última que la vio antes de que se la lleven.
-¿Cómo fue cuando llegó a Gaza?
-Llegó a los túneles y la estaban esperando en una sala, ella nunca supo si era un médico, un veterinario, o un arquitecto. El jefe le dijo que la tenían que operar, pero el tipo le dijo "yo a judías no les salvo la vida, no las opero". El jefe le dijo "tenés que hacerlo igual", todo en árabe, pero mi tía se dio cuenta de lo que estaban diciendo. El tipo se fue a buscar un camisón de hospital y le dijo "si usted quiere que la opere, se tiene que sacar la blusa, el pantalón, el corpiño, la bombacha". Ahí se le vino el mundo abajo a mi tía, porque había siete tipos delante de ella. Pero bueno, ella cree que la durmieron para poder hacerle lo que le hicieron, pero no tiene ese recuerdo. La operaron, pero el brazo no quedó bien en ese momento. Después cuando ella volvió a Israel, que recuperó la libertad, le hicieron dos o tres operaciones para reconstruir todo, porque no estaba bien hecho.
-¿Qué pasó cuando se despertó?
-La pusieron en una silla de ruedas, por los túneles la llevaron a la ciudad, llegó a una casa muy precaria donde estuvo cuarenta y siete días, porque después estuvo los últimos seis en los túneles. Era una casa de familia donde los tres hijos de ese matrimonio vivían en los colegios, para que estas familias estén al cuidado de los secuestrados. La mujer de la casa era la que le hacía las curaciones y el otro hombre era el jefe de la familia. Civiles, que no eran civiles.
-¿Estuvo siempre sola?
-Siempre sola, pasó momentos muy difíciles, de mucha tristeza, de hambre, de malos pensamientos. Momentos de creer que iba a vivir un Holocausto porque no le daban casi de comer, una pita a la mañana y un poquito de arroz a la noche, pero era duro y le costaba que le pase por la garganta y no lo podía. En una de tantas charlas que tuvimos, ella siempre dice como que nunca robó nada, pero que esa vez, por necesidad, robó dos tomates. Porque normalmente pasaba gran parte del día sola, y había visto en una repisa unos tomates y se robó dos, uno lo guardó en el cajón y otro abajo de la cama, y le tiraba al arroz el jugo del tomate para que se pueda ablandar un poco y poder pasarlo. Eso fue como a los tres días, o sea que llevaba todo ese tiempo sin comer casi. La dejaban cada cuatro o cinco días higienizarse. Estamos hablando de una casa precaria, sin luz y ventana, chiquita, horrible.
-¿Cómo te enteraste del secuestro de tu tía?
-Ese sábado me desperté temprano y cuando agarré el teléfono vi que se estaba hablando del lío que había en Israel. Entonces le escribí a mi primo Pablo, que es el más grande, que es con quien yo tuve contacto diario durante todo el secuestro de mi tía. Hasta ese momento no teníamos muy claro lo que pasaba, mi primo me dice "no sé mucho, ahora perdimos la comunicación con ella, pero creemos que puede ser por falta de internet, porque Israel cortó la luz o porque se quedó sin batería". Al mediodía me suena el teléfono y veo que era mi hermano, instantáneamente dije "me va a dar una mala noticia, algo pasó". Atiendo y antes de que me diga algo, le digo "no me digas que se la llevaron", y sentí que hizo un silencio, y me dijo "sí, se la llevaron". Me agarró un ataque, llanto, grito, me tiró al piso, me bajó la presión, tuvieron que llamar a la ambulancia del club. Horrible, un desastre.
El momento más esperado, la liberación de la tía Ofelia
Desde el momento en que Hernán Feler se enteró del secuestro de Ofelia, comenzó a alzar su voz en su trabajo como relator en TyC Sports y en D Sports Radio. Es que, a pesar de que no está especializado en política o internacionales, sino que trabaja en fútbol, relatando a la Selección Argentina y diferentes partidos en el país, aprovechó la visibilidad que le dio su trabajo. Rápidamente, la tía Ofelia se convirtió en “la tía de todos”, por lo que su liberación a 52 días de su secuestro, fue un momento muy emocionante para más de uno.
-¿Cómo fue el momento en que se enteraron que finalmente iba a ser liberada Ofelia?
-El primer acuerdo fue de cuatro días y el sistema era que el gobierno o el ejército, el día previo a cada liberación le avisaba a un familiar de cada uno de los secuestrados si estaba o no en la lista. Mi primo me avisaba a mí si estaba o no mi tía en las listas y yo me ocupaba de hablar con el resto de la familia. Nosotros ya habíamos tenido noticias de que mi tía estaba viva, pero lo que sentimos con mi familia es que, si no llega a estar en la lista de este primer acuerdo, era como un nuevo secuestro, un nuevo 7 de octubre, ¿cómo te respondés anímicamente después de esta ilusión de que tenés de volver a verla?
-¿Cómo fueron los días previos a que finalmente sea liberada?
-Antes de la primera entrega, mi primo me manda un mensaje y me pone "mamá no está en la lista", un golpe tremendo, durísimo. Segundo día, "Herni, mamá no está en la lista". Y ese segundo día, se hace un nuevo acuerdo de que se extienden a dos días más, es decir, pasaban a ser seis días. Al tercer día no está mi tía, el cuarto día tampoco. Pero ese cuarto día mi primo me dice que lo habían llamado, que estén tranquilos, que probablemente mi tía iba a estar en la lista. Mi primo siempre me avisaba a las 2 o 3 de la tarde de acá, que eran las 7 u 8 de allá, pero ese cuarto día del intercambio eran las 4 de la tarde, no había recibido mensaje y le pregunto si hay alguna novedad, pero me dice que no, que me avisaba cuando sepa algo.
-¿Qué pasó?
-Pasan las horas, ya era la madrugada allá, empiezan a pasar cosas malas por tu cabeza, pensás que está muerta, que la mataron, que no está en la lista, que nadie sabe de ella… Las últimas dos veces que le escribí, lo leía pero no me contestaba. Eran las nueve y pico de la noche, las dos o tres de la mañana en Israel, estábamos en la cancha con toda la familia, a veces no agarraba la señal, y en un momento me entran mensajes y veo que había un mensaje de mi primo.
-¿Qué decía el mensaje?
-El mensaje era de cinco o seis renglones, y hasta ahora me había dicho "mami no está en la lista", entonces eso ya no era o sí era pero con alguna explicación. Yo lo único que quería encontrar en ese párrafo que él me había escrito era "está". Dentro del párrafo, en el tercer o cuarto renglón, decía "mamá sale mañana, pero todavía no digamos nada porque con ellos no se sabe". Me puse a llorar en la mitad de la cancha, ahora lo recuerdo y se me caen las lágrimas. Les conté, nos abrazábamos y les mandé un mensaje por privado a mis hermanos, no les quise contar a mis papás esa noche porque sentí que no tenía sentido hacerlos pasar una noche en vela y de tanta ansiedad.
-¿Cómo fue el momento en que le contaste a tus papás?
-Al otro día a las seis de la mañana les mandé un mensaje en el grupo de los cinco, y les dije a mis hermanos "háganse los tontos, como que se enteraron ahora". Estallaron en gritos, los llamé por teléfono porque me dio un poco de miedo cómo podían reaccionar y qué les podía pasar. A las ocho de la mañana nos fuimos con mis hermanos a la casa de mis papás y después fue llegando toda la familia, nos juntamos todos en la casa de mis papás para ver el intercambio que iba a ser a las 3 de la tarde. Pusimos la computadora con el Canal 12 de Israel y la tele de fondo, que no mostraba nada, teníamos la sensación de que nos juntamos para ver la final del Mundial, con otra importancia y otro interés.
-¿Qué se les pasaba por la cabeza en esos momentos?
-A todos nos pasaba que teníamos miedo de saber cómo la íbamos a ver a mi tía, si la íbamos a reconocer, con qué nos íbamos a encontrar. No me acuerdo quién fue que dijo "¿no es Ofelia esa?". Estaba como con un conjuntito de jogging lila y estaba cambiada, nos impactó verla un poco porque ella siempre está súper elegante, súper cuidadosa con su pelo y tenía el pelo que era un desastre, lógico, estaba más flaca, pero la vimos caminar. Y estallamos en un grito de locos, que no te puedo explicar, nos abrazábamos, llorábamos, fue impresionante. Y fue un momento, después de 53 días, que dejé un rato el teléfono, porque yo viví esos 53 días con el teléfono pegado en la mano, con la computadora, con la tele. Lo único que hacía era llevar a mis hijos, iba a trabajar pero me costaba mucho desenchufarme de todo, estaba muy pendiente de todo lo que pasaba. Pero dejé el teléfono y lo agarré a los 15 minutos, y tenía 301 mensajes de WhatsApp, toda la gente estaba pendiente de que mi tía salga. Fue impresionante.
-Antes habías dicho que tuvieron mientras estuvo secuestrada señales de vida, ¿cómo fue?
-Creo que fueron dos. La primera fue recién a los 20 días, que estaba herida pero que estaba bien y estaba viva. Nadie sabía dónde era la herida, si en una pierna, en un brazo, en una cabeza, en un hombro. Entonces era una alegría que estaba viva, pero que no sabíamos el grado de gravedad. El segundo fue 10 o 15 días antes de que salga, que había información de que la habían visto viva y que tenía una herida en el brazo, pero que estaba bien. Después ella contó que cuando estuvo secuestrada, dos veces la fueron a grabar como prueba de vida, pero nunca la recibimos, nunca se viralizó.
-¿Cómo fue el primer reencuentro con tu tía Ofelia?
-El día de la liberación nosotros nos fuimos de la casa de mis papas a las 8 de la noche. Mi primo ya me había mandado un mensaje de que habían visto a mi tía, que estaba bien, que se abrazaron, que fue súper emocionante el reencuentro. Al otro día estábamos en mi casa almorzando con toda mi familia, estaba el novio de mi hija y estaba un amigo de mi hijo que había venido de vacaciones, éramos siete, y me llega una videollamada del teléfono de mi primo. Atiendo y estaba mi tía del otro lado, toda peinadita, toda arreglada, había vuelto a ser mi tía hasta el 6 de octubre. Nos llamó para saludarnos, fueron diez minutos de un monólogo de ella, los siete nos quedamos asombrados, perplejos de escucharla hablar, de cómo contaba todo, saludó a cada uno de nosotros. No pudimos seguir almorzando porque nos quedamos felices pero en shock, fue impresionante.
-¿Y cuándo se vieron por primera vez?
-Casi dos meses después de su liberación, en diciembre, recibí una invitación de la Organización Sionista Mundial para viajar a Israel. En su momento, con mi familia habíamos prometido que el día que la tía volviera íbamos a ir a visitarla. Mis hermanos no pudieron, pero yo viajé con mis papás. Si bien yo fui sin miedo a ese viaje, mientras volaba, antes de aterrizar en Tel Aviv, se me pasó como un pensamiento malo. Sentí que podían secuestrar el avión o que tiren un misil y que explote el avión, porque estaba llegando un avión a Tel Aviv.
-¿Cómo fue el reencuentro?
-Mis primos nos fueron a buscar al aeropuerto y nos fuimos directamente a lo de mis tíos, y ya estaba la televisión ahí, y otra persona que está haciendo un documental, como en la casa, esperando el reencuentro. Teníamos una ansiedad, teníamos unos nervios. Cuando estábamos caminando hacia la nueva casa que tiene mi tía, que es en un complejo, sentí que el primer abrazo tenía que ser de mi papá con su hermana y después de mi mamá con su hermana adoptiva. Entonces, yo me quedé atrás y verlos abrazarse fue como el regalo más lindo. Después la abracé yo, charlamos, fue espectacular. Aparte volver a ver a mis primos y a mi tío también, que sufrió muchísimo. Fue impresionante, un viaje distinto a los que me tocó en otras oportunidades ir a Israel, pero nada, fue como un poco cerrar todo el capítulo ese.
-¿Qué hiciste durante tu viaje a Israel?
-En ese viaje también fui invitado a la casa del presidente de Israel, y el Parlamento hizo una sesión extraordinaria para condecorarme por todo lo que había hecho y me regalaron un cuadro con los 80 parlamentarios judíos, árabes, de la oposición, del oficialismo, todos. Recibí mucho cariño, nunca lo imaginé, mi primo me dijo que la gente allá me quería mucho, les sorprendía cómo alguien, estando tan lejos, se acordara de ellos. De hecho, el único sábado que yo estaba ahí, que fue el día que llegué, me pidieron que diera un discurso como los que hacía de los partidos en la plaza de los secuestrados. Les pregunté si querían que lo hagan en inglés, y me dijeron "no, justamente lo que queremos es que el pueblo israelí escuche que alguien en otro idioma los defiende y los acompaña". Fue súper emocionante, súper conmovedor, veinte mil personas en la plaza y había alguien de la Organización Sionista Mundial que iba traduciendo en tiempo real al hebreo.
-¿Dónde está viviendo tu tía? ¿Piensa volver a vivir al kibutz?
-No, mi tía estando secuestrada y mi tío estando libre, los dos pensaron que cuando se terminara esto no iban a volver a vivir a Nir Oz. Ahora están viviendo en un lugar que se llama Leabim, que es un complejo para gente mayor, muy hermoso, con verde, con una atención espectacular. Ellos están viviendo en un lugar que hoy decidieron ir a vivir ahí, pero que no decidieron irse de donde vivían. Entonces es todo un duelo que hay que hacer de cada cosa, del lugar donde no vivís más después de casi 40 años, de vivir en un lugar que no era donde pensabas vivir. Y además asimilar todo lo que te pasó. También se paralizó la vida de mi primo, porque ninguno pudo seguir con su trabajo en ese momento de forma normal y por todo lo que sufrió. Pero por suerte, esa frase que yo dije al principio no se cumplió y mi tía pudo volver.
-¿Cómo vivió tu tía las últimas liberaciones?
-Le pegaron fuerte, estos últimos secuestrados que fueron saliendo. Porque ella ahora empezó a ver del otro lado lo que veían cuando salía ella, cuando ella estaba secuestrada. Son muchas cosas.
-¿Cómo está ahora? ¿Cómo va su recuperación, tanto física como psicológica?
-Esos 53 días que mi tía estuvo secuestrada fueron un millón, y ya vamos más de 530, entonces parece poco lo que le tocó a mi tía. Pero 53 es un montón, con 77 años en ese momento, muriéndose de hambre, de frío, de miedo de que la maten. También tenía miedo de que explote la casa, porque de abajo de la casa donde ella estaba lanzaban los misiles a Israel y temblaba toda la casa. Yo creo que es un milagro que esté viva, por estas cosas que tiene la vida, de los milagros, porque el tiro que le pegaron en el brazo le pudo haber pegado en el pecho y la hubiesen podido matar, o que uno estos hijos de puta haya sido un poco más loco y les haya pegado un tiro porque le dio ganas. Y también es un milagro por su fortaleza anímica y mental para poder sobrevivir, por su fuerza de querer volver a su casa, de ver a su marido, a sus hijos, a sus nietos. De escribir cada día en un calendario lo que le pasaba.
-Como Ana Frank…
-Sí, ella dice, si Ana Frank escribió un libro, ¿por qué no lo puedo hacer yo? Ella le había pedido a sus secuestradores un almanaque y le dieron un lápiz para escribir y fue escribiendo todos los días. Pero el último día se lo guardó debajo de la ropa que ellos le daban para que no se lo vean, y le movieron la ropa, se le cayó y lo prendieron fuego delante de ella. Ahora está hace un tiempito volviendo a escribir todo aquello que pasó para dejarlo como testimonio. Ahora, en líneas generales, está bien.
-¿Cómo fue el viaje a Argentina?
-Lo hizo para ver a sus sobrinos que faltaban, a algunos amigos y a su familia, le hizo muy bien. Fue un viaje también distinto para ella, no como los que hace siempre que viene a Argentina, paseó un poquito con mis papás. Pero el propósito del viaje era devolver un poco el cariño que ella había recibido de toda la gente de acá. Por eso hicimos esas dos charlas que fueron súper emocionantes y muy gratificantes para todos. En líneas generales debo decir que mi tía está muy bien.
La primera vez que Ofelia Roitman volvió a su casa, en el kibutz Nir Oz
-¿Cómo fue la primera vez que volvió al kibutz Nir Oz? Lo hizo junto a Javier Milei…
-Mi tía vuelve por primera vez al kibutz el día que va Milei. La Embajada de Argentina en Israel llamó a mi tía y a mi primo para decirles que Milei quería conocerla, que quería ir al kibutz, que quería saludarla y darle un abrazo. Mi tía todavía no estaba preparada para ir, ella sentía que en algún momento quería ir, pero no todavía en ese momento, no estaba preparada. Pero también sentía que si un presidente, sobre todo de su país, quería hacer eso, bueno. Entonces lo que hicieron con mi primo y mi prima, que fueron quienes la acompañaron, fueron un rato antes que Milei para que mi tía tenga ese momento de intimidad previo al encuentro y que no sea todo tan fuerte, que ella pueda vivenciarlo con sus hijos. Fue muy duro, muy fuerte. Y bueno, después recibió a Milei, con una comitiva muy importante, estuvo también el presidente de Israel con su esposa, gente del gobierno de Argentina.
-¿Qué le dijo tu tía a Javier Milei?
-Ella le pidió que desde Argentina y desde su lugar de investidura siga luchando por los secuestrados, por los argentinos, que todavía quedan argentinos secuestrados, y por todos. Se sintió muy contenida, y le dio un valor muy importante porque en la historia de Argentina no hemos tenido buenas experiencias con los últimos presidentes. Sin entrar en política, este presidente se comportó muy bien con este tema, fue muy empático, y yo como judío estoy súper agradecido. Milei asumió y enseguida se mostró del lado de lo que había que estar, del lado de la gente buena, sin peros y sin grises, condenando como había que condenar al terrorismo.
“Hay que seguir alzando la voz, no quedarnos en silencio, la importancia de que la gente entienda que lo que pasó es una masacre contra una población civil, que acá no hay una guerra. Hoy sí hay una guerra, pero provocada por una gente que desprecia la vida y que el nunca más debe ser para todos, sin importar religión, creedor, raza, situación social. Que el nunca más es todos los días y siempre y con todos”, cierra Feler.