Hay una vibración que atraviesa generaciones, que conecta a jóvenes de 20 años con padres que crecieron coreando los mismos himnos. En esta edición del Quilmes Rock, esa energía estuvo más viva que nunca. Desde los acordes legendarios de Serú Girán hasta la frescura de La Valenti, el festival fue un puente entre historias, épocas y latidos.
Y ahí estuvo Buhero Negro, con los ojos puestos en todo lo que muchas veces no se ve, pero se siente: el pogo compartido, los abrazos espontáneos, las risas después de un brindis entre desconocidos. Reviví la experiencia en esta nota.