Tuvo una infancia bien de barrio, en los ochenta, que incluía vueltas en bicicleta y en grupo de amigos y carnavales en la calle. Creció en Caseros, pensando que su papá integraba la lista de los 30 mil desaparecidos, y tomó de su mamá, una profesora de dibujo y pintura, el amor por los óleos. Quedó embarazada a los 18 años y se supo hacer cargo de “la acción y la reacción”. Con un hijo, Uciel, de apenas pocos meses, empezó a estudiar Licenciatura en Comunicación en la UBA, mientras trabajaba para “cubrir las necesidades básicas”. Se recibió, pero con el título de licenciada bajo el brazo cambió de rumbo. A los 26, tal vez un poco más tarde de lo que el vertiginoso mundo del espectáculo impone, Celina Rucci (33) se subió a las tablas. Un año después era Miss Playboy TV.
Con un mensaje en Internet encontró a su papá, exiliado en Brasil, y recuperó la otra mitad de su identidad. Cantó, actuó y bailó, vio su nombre en las marquesinas de la calle Corrientes y se ganó el reconocimiento de los grandes del rubro. Siete años después quiere dar otro volantazo. “Es que me aburro muy rápido. Por eso me pongo metas a corto plazo”, justifica.
El escándalo mediático la rozó en los últimos días, pero Rucci sabe cómo correrse del foco. “Cuando miro la postal de mi familia, pienso ‘que los demás digan lo que quieran’. Esto es una verdadera selva, no hay códigos... La prueba es que, mientras los demás hablan, yo me quedo en mi casa tranquila”, dice en referencia a la grabación que se hizo pública en los últimos días, en la que se la escucha hablando con Ricardo Fort y, supuestamente, negociando un cachet para armar una movida de prensa. “No tengo ganas de entrar en el juego. Algunos saben cómo son las cosas realmente, dejémoslo ahí...”, pide.
La entrevista con GENTE fue acordada mucho antes de que el affaire Fort explotara, y sus motivos originales fueron otros: el próximo estreno de Boom Diosa, la revista que encabezará en Uruguay antes de colgar las plumas –¿definitivamente?– , la reconciliación con su marido, Claudio Minnicelli (su pareja desde hace siete años), y la concreción del viejo sueño de agrandar la familia adoptando dos nenas de origen toba.
–¿Te bajás del teatro de revista?
–Eso suena muy tajante, ¿no? Lo que pasa es que pienso que en la revista tenés un techo. Cuando ya encabezaste, bailaste, cantaste, tuviste musicales propios, no hay mucho más que puedas hacer. Se acabó el desafío y a mí, cuando me pasa eso, me aburro.
–Empezaste a los 26 y a los 33 te retirás. ¿No es demasiado corta la carrera?
–Es cierto que quizás empecé un poco tarde, pero creo que fue una ventaja. Como arranqué madura, nunca se me despegaron los pies del piso. Los momentos más felices los pasé arriba de un escenario, pero hay un montón de situaciones que suceden cuando te bajás, y que se podrían evitar.
–Te referís a los escándalos mediáticos.
–Creo que hoy cualquiera tiene la sensación de que haciendo un escándalo de diez minutos, el público y el medio le dan un lugar. Recuerdo que cuando a mí me empezaron a conocer, hacía cinco años que trabajaba. Y sufrí en carne propia que el que tenía experiencia quisiera bajarme... Por eso, cuando las chicas que recién empiezan me piden consejos, yo les digo: “Nena, estudiá, que para algo te va a servir, porque cuando se te cae todo, lo único que te queda es la cabeza”. Acá hay muchos egos y vanidades, no todo es color de rosa. Lo que pasa es que mientras queda en un chascarrillo entre colegas es una cosa; si toca lo personal, es otra.
–En tu caso se metió en tu intimidad.
–Me tocó a nivel familiar, y me sentí muy mal. Ahí cambió la cosa.
–¿La crisis matrimonial está superada?
–Fueron tres meses, nada más... Fue una chiquilinada mía. Hace unos años leí un libro que se llama Comer en Italia, rezar en India y amar en Indonesia, que cuenta la historia de una mujer que un día se despierta y se da cuenta de que tiene un marido perfecto y está aburrida.
–¿Y Claudio es el marido perfecto?
–Es el compañero de mi vida. Su cabeza supera ampliamente cualquier cuerpo torneado. Necesité un latigazo... Por suerte, nos dimos otra oportunidad.
–Hace muy poco agrandaste la familia.
–Sí, hace seis meses que tengo a mis gordas, Daniela (12) y Noelia (11), en casa.
–¿Cómo tomaron la decisión. ¿Por qué quisiste adoptar dos nenas de origen toba?
–La verdad es que yo siempre quise tener una nena, pero para quedar embarazada tenía que hacer un tratamiento, y me considero muy cobarde para eso... Si no funcionaba, no lo hubiera soportado. Entonces empezamos a pensar en la idea de adoptar. Y lo de las nenas se dio de una forma muy fuerte. Yo estaba grabando Embarcados (N de la R: una ficción grabada a bordo de un crucero, que sale por Internet para toda Latinoamérica) en Punta del Este, cuando me llama Claudio y me dice que no había podido dormir porque había visto en la tele un informe donde hablaba una nena de origen toba de Chaco, que no tenía mamá ni papá, y pedía desesperadamente tener una familia. Me quedé muy shockeada escuchando esa realidad tan terrible que me describía Claudio por teléfono. Apenas volví a Buenos Aires, busqué el video, vi a la nena, que era Noelia, y me saqué un pasaje a Chaco para el día siguiente.
–¿Así? ¿Sin más?
–Se dio todo muy natural. Llegué a Castelli, el pueblito donde vivían, la busqué y le dije que le quería dar una segunda oportunidad. Ahí me enteré de que tenía una hermana, Daniela, y que vivían con su abuelita. Me instalé allí un mes y nos fuimos conociendo. Hablé con el jefe de la tribu, que hizo de traductor, y nos pusimos de acuerdo enseguida. Fuimos al juzgado, explicamos que todos apostábamos a que las nenas tuviesen oportunidades. Fue un acto de amor enorme por parte de su abuela: fue la que hizo el sacrificio más grande.
–¿Sabían las nenas que iban a tener una mamá famosa?
–Al principio no. Obviamente, yo no llegué a Chaco con taco aguja, pero pasó algo muy loco: la única vez que ellas habían visto televisión, había sido en una casa de electrodomésticos en el pueblo, y justamente estaban pasando la final del Bailando... que yo gané. Así que al poco tiempo se dieron cuenta de quién era.
–¿Cómo se adaptaron las nenas a la nueva vida?
–Todo lo hicimos con la ayuda de una psicopedagoga, pero la verdad es que los chicos no son los que tienen los problemas: los complicados somos los adultos. Ellas son aplicadas en el colegio, con la higiene, con el orden, traen buenas notas, se hicieron muchos amigos. De todas formas, no hicimos una adopción plena, porque quiero que sigan conservando sus orígenes. De hecho, están en contacto permanente con su abuela y ahora estamos planeando ir a Chaco de vacaciones. Y las nenas están felices, disfrutando de todo. Es un momento maravilloso.
–Entonces, que los demás digan lo que quieran.
–¿Te digo la verdad? Por mí, se puede caer el mundo.
Después de siete años, en diciembre se retira de las tablas. “Es hora de buscar un nuevo desafío”, anuncia.
“Creo que hoy cualquiera tiene la sensación de que haciendo un escándalo diez minutos, el público y el medio le dan un lugar”.
Hace siete años que Celina y el empresario Claudio Minnicelli –cuñado del ministro Julio De Vido– están juntos. En el verano estuvieron separados pero, tras la reconciliación, agrandaron la familia.