“’La casa del pueblo’, definía mi mamá a la nuestra -recuerda Nico Vázquez (46) promediando la nota con Revista GENTE-. La mejor huella que dejaremos cuando nos toque partir –añade-. No sé ser de otra manera. Y ahí vuelvo a mis viejos, a la crianza”, redondea en medio de un reportaje en el que recorrió su carrera, el éxito de Tootsie, su amor por Gimena Accardi (39), su devoción por los hermanos (Soledad y Santiago) y, lógico, su niñez y adolescencia, de la mano “de dos seres muy especiales, relevantes de mi existencia”.
–¿Mirta Mantovani (66) y Fernando Vázquez (71)?
–Tal cual. Quienes me recibieron el 12 de junio de 1977, cuando el doctor (Héctor) Hassán encabezó mi parte en la Clínica Olivos, de Vicente López -puntualiza entre risas.
–¿Fueron y son sus padres, ¿y qué más?
–Dos ejemplos. Mi viejo ha tenido una historia sumamente fuerte, para un libro o una película, y pocas veces lo escuché quejarse, enojarse. No sabe lo que es el resentimiento ni desearle el mal al otro. Y es mi referente respecto al trabajo. Tenía dos, tres, cuatro laburos. Podía cumplir un turno en una hamburguesería a la noche, levantarse a las cuatro de la mañana para repartir pan y seguir al mediodía, distribuyendo alfajores y huevos a bordo de la misma camionetita. Fuimos una clase media a la que jamás le faltó nada. De grande nos dimos cuenta de que gracias a lo que él se esforzaba. Por ahí lo que sí nos faltó fue tenerlo más tiempo en casa. Por eso pasábamos tanto tiempo junto a mamá. Yo tenía una gran comunicación con ella…
“Con mamá conversábamos de sexo, mi primera novia, de todo”
Entonces el actor mira el cielorraso del Teatro Metropolitan para recordar que con ella “solíamos conversar sobre todo: sexo, mi primera novia... Abierto como soy, lo que suele charlarse entre amigos o de cara al padre, yo lo hablaba con mi vieja. Aparte, ella se bancaba a un Nico terrible en el colegio. Era un quilombero, me la pasaba actuando e imitando a los profesores. Hora libre que había, organizaba movidas. Preparaba en seis meses las obras que llevaban uno, sólo para salir de clases. Lógico que me llevaba materias, pero no me costaba rendirlas y seguía adelante. Llegué a dar diez juntas.
–¿Y cómo la piloteaba con don Fernando?
–“No le digas nada a papá”, solía pedirle a la vieja. Hasta que él se enteraba, obvio. Eran súper compañeros, se bancaban a full. Ama de casa, ella, los sábados a veces ayudaba al viejo en una panchería (Mac Pancho), de San Isidro. Nosotros, tres hermanos, yo el mayor, íbamos a ver cómo trabajaban. Me acuerdo de quedarme con una pelotita al lado del Banco Provincia pegándole a la pared hasta que cerraban. Una familia unida y compañera. Y mis viejos, dos muy buenas personas. No puedo pedir más.
“Mi hermano Santi andaba indignado porque no le pusieron el mismo segundo nombre que a mí, jajaja”
“Su enseñanza me marcó. Ahora que soy productor, admito que estoy un poco atrás de todo, del detalle, que los empleados cobren cuanto antes: 'Primero deposítenle a ellos, después ya mí', sabiendo que algunos poseen una capacidad distinta de ahorro”, explica Nico, aggiornándose a los complicados tiempos que corren.
–¿Es cierto que también le gusta conocer quiénes son, de dónde vienen?
–¿Quién te lo contó (se sorprende)?... A veces siento una energía especial, me acerco, me abro, olvido mi rol, termino descubriendo un problema y trato de solucionarlo. Rodearme de productores con la misma empatía me lo hace más fácil. “Che, ¿sabés que a tal le robaron tal cosa? ¿Podremos comprársela nosotros?”. Tratamos de generar como una cadena de favores que –y lo repito al cierre de cada función– puede cambiar el día o la vida de esa persona. Todos podemos hacerlo…
–¿Cómo lo llamaban de chico la gente más cercana, y cómo ahora?
–En casa, Nico, a secas. En el colegio, Cachito, Cacho, porque era muy chiquitito y tardé en pegar el estirón. Hasta cuarto año era el más bajito de la clase. “Ahí viene Cachito de persona”, me mandaban. Divinos los pibes. Terminé siendo el más alto. De grande, mis amigos empezaron con Sensei, Samurai, porque me gusta acompañarlos desde la palabra, la psicología, la filosofía, y soy muy creyente.
–¿Sus padres le habían pensado para usted nombre de mujer, por las dudas?
–Vos sabés que una vez le pregunté eso a mi mamá, y fue contundente: “¡Yo sabía que eras varón, que eras Nicolás!”. Lo eligió ella. De hecho, sin saberlo, en los meses de embarazo escribía cartas hablándole a un nene. Las conservo. El de mi hermana lo puso mi padre. Y el de Santi, entre los dos. Pobre, andaba indignado porque a mí me sumaron Diego, en el medio, como papá, y a él, no, jajaja.
Fotos: Bruno Nogueira e Instagram
Producción: Sofía Perez y Santía
Arte y diseño de portada: Gustavo Ramírez
Filmación y edición de videos: Candela Petech
Videos de IG: Nico Vázquez
Maquillaje: Verito Fioravanti (@verofioravanti)
Peinado: Vanesa Mascolo (@vanemascolook)
Asistente de fotografía: Ivan Maydana
Agradecemos a Bolivia, Ginebra y Oggi, a Vanesa Bafaro y al personal del Teatro Lola Membrives (Avenida Corrientes 1280)