Callejeros cerraba el año con tres recitales consecutivos en el boliche República de Cromañón, los días 28, 29 y 30 de diciembre. Los Pérez García y Los Garfios telonearon los dos primeros días respectivamente y el día de la tragedia fue el turno de Ojos Locos. Para esta pequeña banda de rock oriunda de Villa Real, consolidada entre el 2001 y el 2003, la invitación de Callejeros a ser parte del recital era una oportunidad inmensa: era la primera vez que iban a tocar frente a un público de más de mil personas.
“Nos habían propuesto tocar en la tercera noche, y para nosotros fue como recibir, no sé… como que Lionel Messi te invite a un partido de la Selección. Era la banda del momento, que nos identificaba musicalmente. Íbamos a poder mostrar nuestra música delante de todo el público de Callejeros, era muy importante y habíamos invitado a nuestras familias a que nos vean”, describe Martín Martines, quien hoy, con 49 años, es el vocalista de la banda, integrada también por Luis Gastón Lamas, en batería, Cherman Leitman, en armónica, Juan Cabral, en guitarra y Martín Ale, en bajo.
La historia de Martín es también la historia de varios sobrevivientes de Cromañón, quienes casi por una cuestión ligada a la suerte lograron salir con vida, pero perdieron a amigos y familiares allí dentro y tuvieron un largo y difícil camino de recuperación tanto física como mental.
“Cuando terminamos de tocar, estábamos hablando con los chicos de Callejeros y Pato -Fontanet- me dice si quiero cantar un tema con ellos, a lo que obviamente dije que sí. Mientras ellos se preparaban para iniciar su show, yo fui corriendo a buscar a mis viejos. Además de que los quería saludar, iba todo como emocionado a decirles: 'Che, no se vayan, voy a cantar un tema'. Pero no los encontré y comenzó el show y llegó ese punto bisagra que cambió todo después”, relata Martín sobre la secuencia previa al incendio.
De perder la conciencia en Cromañón a despertarse en un hospital
El relato de Martín combina algunas escenas, flashes que recuerda, sumado a lo que le contaron quienes finalmente lo rescataron, ya que perdió la conciencia dentro de Cromañón. Pero hubo un detalle que le permitió mantenerse con vida: “Cuando se cortó la luz, se desmadró todo. Te chocabas con toda la gente. Me acordé que había una puerta hacia un lado y la encontré porque entraba un hilito de luz por la cerradura. No pude abrirla, y para entonces ya sentía que las piernas se me aflojaban por el calor, así que me quedé ahí, arrodillado, tratando de respirar por la cerradura, aunque la puerta me quemaba la cara. Eso fue lo último que me acuerdo, no sé si pasaron segundos o minutos”.
Su siguiente recuerdo es despertarse en un hospital, la imagen de chicos tirados por todos lados y el rostro de su padre. Luego tuvo que ser internado en terapia intensiva por varias semanas, porque sus niveles de oxígeno en sangre eran sumamente bajos: “Es todo como pedacitos de una película. Era como que me conectaba y me desconectaba y recién a la semana de estar internado, que le pedí los diarios a mis amigos porque no me querían contar qué había pasado, yo creía que era el único internado, ahí empecé a armar el rompecabezas y a entender”.
Al igual que Martín, los demás integrantes de la banda buscaron a sus familiares y amigos luego de tocar, pero no a todos los pudieron encontrar. Años más tarde, cuando volvieron a hacer música, le dedicaron su disco “Guerra de nada” a los 11 familiares que murieron esa noche. “Hubo muchos otros chicos que nos enteramos después que también habían ido especialmente a vernos a nosotros”.
Además Cromañón le dejó secuelas físicas que duran hasta hoy. “Este invierno tuve una gripe fuerte, y cuando escupo moco, todavía largo filamento del humo. Todos los años tengo controles, placas, tomografías", cuenta.
Recuperarse física y mentalmente para volver a los escenarios
Para Martín la recuperación física implicó un largo camino para volver a hablar y tiempo después volver a cantar, con las limitaciones pulmonares que le quedaron luego de Cromañón. A esto se sumó el factor clave de lo mental y emocional, un proceso que debió afrontar toda la banda en medio del dolor de haber perdido familiares y amigos esa noche.
“Nosotros volvimos a tocar casi a fin de año del 2005. Casi un año sin tocar. Yo cuando pude empezar a caminar, porque me cansaba por los pulmones, empezamos a ir a las marchas, acompañar a las familias de los chicos, dando la vuelta a la plaza Once (...) y en eso, muchos empezaron a decirnos: `Che, tienen que volver a tocar’”, recuerda Martín.
Fue así como su música se terminó resignificando para ser una herramienta para hacer frente a todo lo vivido: “Luego de hacer terapia como grupo con un equipo profesional, se definió un nuevo objetivo como banda. El dolor ya lo teníamos, pero bueno, ¿de qué manera vamos a transitar esto? Entendimos que la música iba a ser una manera que nos iba a ayudar a nosotros y hacia afuera también”.
Edición: Dolores Moreno
Cámara: Candela Petech, Martina Cretella y Miranda Lucena
Montaje: Candela Petech
Material de archivo: Gustavo Ramíre
Agradecemos a los sobrevivientes y las asociaciones que participaron de esta producción y sumaron su testimonio