“Yo creo que mi viejo vaticinaba el futuro”, lanza de repente Alfredo, al tiempo se sonríe observando las decenas de rostros que lo rodean parecieran querer darle la razón. Nos encontramos en el Museo Nacional de Arte Decorativo para la muestra Hermenegildo Sábat: maestro del retrato, y es justamente su hijo (¿acaso el mayor fan de Mechi?) nuestro anfitrión -y a la vez colega del maestro- quien pronto explica…
“La idea detrás de nuestra muestra (y digo ‘nuestra’ porque los curadores y responsables de la misma somos Cristina Santa Cruz, Hugo Pontoriero, el director del museo, y yo no era sólo volver a recordar a mi padre más de cinco años después de su fallecimiento, sino acercarlo a la gente mostrando, en pocas palabras, lo bueno que era. Porque para nosotros él fue, es y será uno de los más grandes retratistas latinoamericanos de los siglos XX y XXI”, nos da pie a la pregunta.
–Retratista, es decir ¿más allá del género de la caricatura, del humorismo?
–Tal cual, porque superó todas esas casillas que se le quieran poner y tránsito. Porque llevó al papel o la tela cada uno de sus personajes representando su interior, su exterior, su manera de pensar, su personalidad. Todo ello, por definición, es parte de un retrato, y se encuentra en los trabajos de mi padre. Él era un artista y pintor hasta cuando trazaba un dibujo con plumín para la columna política del diario Clarín en la que tanto tiempo trabajó. Trabajaba de una manera muy, muy jugada desde lo plástico. No paraba de experimentar, de crear nuevas técnicas. Nada de lo que haya realizado anula su valor como artista. Y es lo que quisimos poner en valor desde esta muestra. Por otro lado, siento que era algo que no sólo le debíamos nosotros como familia, como amigos o lo que fuera: era algo que mi padre sabía que íbamos a encarar.
–¿De allí lo de vaticinar el futuro?
–(Risas) Lo menciono porque a la hora de ordenar, clasificar, todo lo que él dejó (algo que empezamos gracias a esta muestra y todavía debemos terminar), en ciertos momentos nos llegamos a preguntar si nos estaba ayudando. Por ejemplo, a veces yo decía: “Uy, me falta tal dibujo”. Empezaba a buscarlo, me metía en un cajón y era el primero que aparecía. Así que creo que él nos vino dando una mano y que desde donde nos vea seguro se encuentra otra más que feliz de que nos estemos ocupando de esto.
Todo inició en los tiempos de pandemia, cuando me instalé en casa de mi madre porque no quería que estuviera sola. Pensé que iba a durar quince días, pero la cosa se fue estirando y me puse a revisar las cosas de Menchi" (Alfredo Sábat)
–¿Cuál fue la génesis, el origen de la iniciativa?
–Los tiempos de pandemia, cuando me instalé en casa de mi madre (Blanca), porque no quería que estuviera sola. Pensé que iba a durar quince días, pero la cosa se fue estirando y me puse a revisar las cosas de mi padre. Así apareció el germen: un montón de dibujos que nunca había exhibido ni se encontraban dentro de la categoría de caricatura política o humorismo, si se quiere. Varios retratos de escritores, de pintores, de personalidades ¡qué él nunca los había exhibido! Una cosa se sumaba a la otra, hasta que nos pareció que justificaba la muestra. Por un montón de motivos: mostrar lo que no se había mostrado, mostrar el valor a su obra, en todo sentido, y para darlo a conocer a él, difundirlo, acá y afuera. ¡No sabés la cantidad de turistas que pasan por este museo!
“Mi padre fue mucho más que su pelea con presidenta Cristina Fernández de Kirchner”
El recorrido nos permite disfrutar de más de 250 obras originales del género (incluyendo numerosas piezas inéditas), secundadas por la gran destreza técnica y el dominio plástico de Hermenegildo. Un aspecto que puede palparse en los detalles fisonómicos sobre el lienzo o el papel realizados en diversos materiales secos y húmedos: óleo, acrílico, tinta, pastel, gouache, acuarela y grafito, plasmados en dibujos y pinturas con pluma o pincel, esgrafiado, repujado y collage. También esculturas pequeñas, libros, artículos personales, recortes y recuerdos en vitrinas. “Y hay cosas a las que le estamos dando un valor que tal vez él no le pudo darle en vida”, añade Alfredo, para informarnos:
“Por ejemplo, hay un flor de libro que hizo con Julio Cortázar: Monsieur Lautrec, dedicado al pintor Henri de Toulouse-Lautrec, que residía en París a fines del siglo XIX. Un aristócrata que se daba la buena vida en todo sentido -visita seguida a los prostíbulos incluidas-, pero tenía un defecto físico, medía 1,52 metros, por lo que le llamaban El petiso. Quizá porque sus padres eran primos, una extraña tendencia que cultivaba su familia. Entonces Menchi le dedicó dibujos a él, su personaje y su arte, y luego consiguió que Julio Cortázar escribiera un texto en el que entremezcla letras de tango con la historia de Lautrec.
Mi viejo llevó al papel o la tela cada uno de sus personajes representando su interior, su exterior, su manera de pensar, su personalidad. Todo ello, por definición, es parte de un retrato, y se encuentra en sus trabajos" (Alfredo Sábat)
–Pero ese libro nunca salió, ¿o sí?
–He ahí la cosa… El libro se habría imprimido en Madrid, pero un problema con la distribuidora lo dejó en nuestra Aduana. Mi padre compró todas las cajas y las guardó por décadas en el fondo de su casa. En la muestra colgamos originales de ese libro y ofrecemos la obra. Es una manera de hacerle justicia a su trabajo y su talento y creatividad, y a la de Julio Cortázar también, que escribió uno de los cuentos más bellos que yo haya leído de él. Justicia, sí.
–¿Por qué recalca la palabra?
–Porque a mi padre muchos años se lo caratuló como "el tipo que se peleó con la señora presidenta” (Menchi había retratado en Clarín a Cristina Fernández de Kirchner con la boca tapada). ¡Él era mucho más que ese hecho anecdótico! Llevaba medio siglo de carrera, con un montón de premios y reconocimientos recibidos, que después aumentaría. Su valor como artistas supera que una vez se peleó con alguien. Eran gajes del oficio. Mi viejo solía decirme que “el trabajo de un dibujante político es como el de un pianista de cabaret: estás tocando en el fondo, todas hablan encima tuyo y nadie te da bola. Pero apenas desafinás, todos te miran”.
–¿Qué sucede con su mente y su corazón cuando hoy mira sus dibujos?
–A mis 57 años, y por más que haya hecho varios delante mío y los haya visto doscientas mil veces, no dejo de sorprenderme. ¿Motivos? Un montón. Su dominio técnico, la calidad en el manejo de los colores… Por ejemplo, en la muestra hay un retrato de Marilyn Monroe. Me pongo delante y pienso: “¡Qué claro tenía lo que quería decir!” Porque uno descubre en el pelo la forma de una mujer, su sensualidad, el personaje y hasta el conflicto que cargaba: el de ser un sex symbol que soñaba con desprenderse de eso, estudiar actuación con Lee Strasberg, casarse con un dramaturgo. Todo un despelote de los que con los años nos fuimos enterando en biografías y documentales. Hoy, reflexiono: “¿Él comprendía todo eso cuando dibujaba o es que uno proyecta en el dibujo aquello de lo que fue informándose?” Hay cosas de él que no dejan de maravillarme.
–¿Y se las preguntaba?
–Claro. Para el caso: “¿Cómo hacés para tener tanta seguridad, al punto de dibujar directamente con el pincel o con un crayón, que no se pueden corregir?”. Y me contestaba: “Con el tiempo lo vas a aprender”. El tema es que todavía no lo aprendí (se tapa los ojos): necesito bocetar, corregir con la gomita… Y creo que nunca voy a poder aprender las cosas que él hacía. Es un misterio. Para mí llegó un momento en el que prácticamente controlaba la humedad del papel, la gravedad, porque la acuarela se corría al lugar donde quedaba bien (lanza una carcajada). Al dibujar existe mucho azar. Uno no sabe cómo va a comportarse la pintura, correrse, secarse, cómo va a quedar cada color. Hoy dudo: ¿A él no le importaba o lo controlaba telepáticamente? Ni idea, pero siempre le quedaba bien.
Yo le preguntaba: '¿Cómo hacés para tener tanta seguridad, al punto de dibujar directamente con el pincel o con un crayón, que no se pueden corregir?' Y me contestaba: 'Con el tiempo lo vas a aprender'. El tema es que a mis 57 años todavía no lo aprendí..." (Alfredo Sábat)
–Para cerrar, cuéntenos por qué sostuvo de arranque que para usted su padre vaticinaba el futuro…
–Basta ver sus dibujos políticos. Los miro y pienso: “Este tipo realmente vio el futuro”. Entre otros casos, te menciono una particular… En década del Noventa empezó a sumar en sus dibujos un sellito que había comprado en una tienda y le gustaba. Era su chiche nuevo, de goma con un dibujo de un leoncito. Todo el mundo le preguntaba qué quería decir con el leoncito. No quería decir nada, pero más le preguntaban, más lo usaba para que más le preguntaran. A veces con el contexto del dibujo uno le descubría un significado, pero no era siempre el mismo. Bueno, pasaron como tres décadas y ahora tenemos un presidente que usa un león como símbolo (Javier Milei). Obviamente menchi no era Nostradamus, pero que la embocó, la embocó.
La idea de la muestra no era sólo volver a recordarlo más de cinco años después de su fallecimiento, sino acercarlo a la gente mostrando, en pocas palabras, lo bueno que era. Porque para nosotros él fue, es y será uno de los más grandes retratistas latinoamericanos de los siglos XX y XXI” (Alfredo Sábat)
Fotos: Archivo Grupo Atlántida y gentileza de A.S.
Portada y retoque: Gustavo Ramírez