Cuando GENTE comenzó a seguir esta conmovedora historia, el final feliz –soñado por muchos– incluía la imagen de tres pumas hermanos dejando atrás quince años de cautiverio y una vida marcada por el dolor: el desarraigo de sus padres (un productor agropecuario se los llevó de una tapera cuando apenas eran cachorritos), su juventud pérdida tras las rejas, la desolación de quedar varados en una jaula en condiciones paupérrimas como los últimos sobrevivientes de un zoológico que fue clausurado en noviembre del 2013, las múltiples enfermedades que nadie les trató y las muertes evitables que vieron suceder a metros de sus hocicos...
Pero esos tres hemanitos que lograron llamar la atención de los medios nacionales y de diversos organismos no lograron llegar al final feliz que tantos deseábamos para ellos. El sábado 13 de abril por la noche, con el traslado de los pumas de Colón ya aprobado, nos enteramos que Munay, la puma cuya imagen se había convertido en un estandarte de lucha, había dejado de respirar.
El camino a "la dignidad" de sus hermanos
Tras ganar la batalla legal (el traslado tuvo que ser aprobado por fauna de la provincia de Buenos Aires, fauna de la provincia de Entre Ríos, y la Secretaría de Ambiente de la Nación), la Fundación Planeta Vivo se puso al hombro el traslado de Huayra y Yachay, los dos pumas sobrevivientes.
¿Su destino? "Tekove Mymba", el primer santuario animal de la República Argentina y el único santuario multiespecie de Latinoamérica, que queda en la provincia de Entre Ríos. Allí los esperaba un recinto natural de casi tres hectáreas para ellos solos cuando el ex zoológico de Colón, en su totalidad, debe haber tenido unas dos hectáreas y media para cientos de animales.
"Este recinto cuenta con todas las medidas de seguridad para que los pumitas no puedan salir, porque estos animales no se pueden liberar porque no sabrían sobrevivir en la naturaleza. Es por eso que en estos casos no se habla de libertad sino de dignidad. Es darle dignidad a los animales que viven en pequeñas jaulas llevándolos a recintos gigantes naturales controlados por los humanos en los que puedan vivir tranquilos y bien alejados del ruido y de las ciudades", nos confía Fernando Pieroni (42), el presidente de la Fundación Planeta Vivo que lleva tres años buscando este momento de paz para los felinos.
Con respecto al traslado en sí, nos detalló: "De nuestra fundación salimos seis personas a las cuatro de la mañana y llegamos al ex zoológico de Colón a las ocho. Allá nos encontramos con tres veterinarios que fueron los encargados de hacerles los controles y los estudios previos al viaje a los animales".
"Una vez sedados, se les extrajo sangre y se les hicieron ecografías y demás para saber su estado real de salud –porque nunca se les habían realizado exámenes complejos para ver su estado de salud–, y ahí apareció que el macho tenía una infección muy avanzada en uno de sus colmillos, así que hubo que intervenirlo de manera urgente en el lugar, porque eso no solo le provoca muchísimo dolor –es algo similar a un dolor de muela– sino que también le perjudica el poder alimentarse bien. Por lo que se resolvió extraerle el colmillo, una operación que no duró más de 10/15 minutos. Una vez listo se lo cargó en la caja contigua a la de su hermana".
"Las cajas en las que los trasladamos las mandamos a fabricar especialmente para ellos con materiales resistentes, livianos y seguros, y con cámaras de vigilancia para poder monitorearlos durante todo el trayecto y así evitar parar a cada rato", nos cuenta Pieroni, quien acomodó a los pumitas dentro de las cajas y se aseguró de que las mismas estén perfectamente cerradas antes de comenzar la marcha.
"Antes de salir, esperamos a que se despierten, y a las 10:04 am salió la caravana compuesta por seis vehículos, incluyendo gendarmería nacional que nos acompañó todo el trayecto por una cuestión de seguridad".
"El viaje fue muy tranquilo. Fuimos monitoreando por las cámaras a los dos pumas y los vimos tranquilos, relajados. En el camino, que duró bastantes horas, sólo hicimos dos paradas: una en Zárate, donde se cambió la guardia de gendarmería, y otra en la Iglesia de Entre Ríos, donde tuvimos que completar unos papeles necesarios para el ingreso de este tipo de animales a la provincia que habrá demorado unos diez minutos. Y a las 16:06 de la tarde ingresamos al santuario y bajamos las cajas".
Una emoción que durará el resto de sus vidas
El lunes 13 de mayo, a las 16:15, las puertas de las jaulas se abrieron en simultáneo y sus ojos se posaron en la naturaleza que los rodeaba. La hembra salió corriendo sin dudarlo hasta detenerse a los cinco metros al darse cuenta de que no la limitaba ningún muro de cemento, y su hermano, más cauteloso, observó la situación antes de dirigirse –más agazapado que su hermana– hacia la sombra de un árbol (algo que no hacía desde que era un cachorro).
"Una vez juntos, los dos se fueron corriendo para adentro del monte. Fue maravilloso el momento. Para ellos, que pasaron más de quince años en cautiverio, fue una vida completa esperando ese momento", comenta con emoción el hombre que fue testigo de ese momento de privilegio.
Sus primeras horas en su nuevo hogar
"Para no molestarlos, y para que se vayan familiarizando con el ambiente y con el lugar, después nosotros nos alejamos y los observamos con un dron. Huayra vi que estaba inspeccionando todo a su alrededor muy agazapada, como expectante y mirando todo, y después empezó a rascarse contra un árbol. Algo que puede sonar poco importante, pero donde estaban no tenían árboles. Y Yachay fue más cauto en su nuevo ambiente y estuvo observando todo sentadito y tranquilo...", recapitula el presidente de la fundación antes de exclamar: "¡Y fui feliz!, porque sentí que cumplí lo que les prometí, que era luchar hasta el cansancio para darles la vida digna que se merecen y se logró".
La conmovedora historia de los pumas de Colón
"A estos hermanitos los encontró un productor agropecuario en una tapera abandonada de la localidad de Rojas. Y en vez de dejarlos -que si estaban ahí es porque su mamá también estaría por ahí-, los levantó y los entregó al zoológico de Colón, en la provincia de Buenos Aires. Quizás pensó que hacía una buena acción, pero les quitó la libertad", arroja Melisa Burzio (38), la activista de Colón que luchó durante más de una década por el bienestar de los animales junto a la agrupación Cerremos el Zoo.
Ella nos aclara que si bien estos dos ejemplares llegaron de bebés, no existen registros de en qué momento específico ocurrió esto porque "el zoológico era tan ilegal que no hay registros ni de ingresos ni de egresos de animales. Tampoco fichas sanitarias. Nada".
"Solo metían animales en las jaulas y si se enfermaban o se lastimaban desaparecían. A los vecinos nos decían que llevaban a los animales a otros zoológicos para curarlos pero, con el paso de los años, supimos que los 'reciclaban' -por así decirlo- para darles de comer a otros animales. Incluso llegamos a hacer una cámara oculta en la que reconocieron que doparon a un león que terminó en un coto de caza. ¡Era un desastre! No sé si tanto como el zoo de Luján, pero el segundo en horror seguro que sí. Con la peculiaridad que nosotros al lado del predio tenemos una cancha de fútbol...", denuncia Burzio.
Cuando el zoo cerró, estos pumas fueron testigos del derrumbe de las demás jaulas mientras ellos se quedaron ahí... Y su primer traslado no fue para bien, sino todo lo contrario: ya con el zoo cerrado los movieron a una jaula de cemento en la que no podían ni caminar cinco metros.
A aquella jaula en la que permanecieron cuatro años le siguió un traslado a un recinto techado que anteriormente había estado ocupado por tortugas, gallos, conejos y aves.
"Estos pumas estaban olvidados en el medio de la plaza del pueblo de Colón y con una cancha de fútbol al lado en la que hay partidos todas las semanas con hinchada, bombos y en su momento hasta con pirotecnia", nos comenta Melina antes de brindar más detalles de lo precaria que era su condición: "La gente se podía acercar a ellos en cualquier momento porque no habían controles y la entrada a su jaula era absolutamente endeble. De hecho, nosotros nunca dejamos de temer que los envenenen o que simplemente los maten, como pasó con otros animales que estuvieron en el zoológico".
Fotos y videos: Gentileza Fundación Planeta Vivo y Cerremos el Zoo
Agradecemos muy especialmente a Fernando Pieroni