A días del que sería el cumpleaños número 62 de Lady Di (1 de julio), GENTE repasa la icónica visita de la "princesa del pueblo" a Argentina: llegó al país el 23 de en noviembre de 1995. Se trató de una visita de cuatro días, en la que las cámaras de este medio consiguieron una tapa que dio la vuelta al mundo.
El chapuzón de Diana Spencer (1961-1997)tras separarse de Carlos III –y poco después de hablar con la BBC sobre los rumores de infidelidad de su marido con Camilla Parker Bowles– fue en la embajada de Gran Bretaña. Llegó en un Jaguar, acompañada por varios autos de custodia. Una vez instalada y frente al calor reinante, Lady Di disfrutó del verano porteño.
"El detrás de la escena como nadie lo contó", rezaba GENTE en su venta de portada, que tituló así: "Lady Di en Argentina. Las fotos secretas". Una semana antes de su llegada a Argentina, los medios locales e internacionales conocían con exactitud cada uno de los movimientos que haría durante su llegada al país.
Hablaban de “una visita corta pero ajetreada”, de “carácter no oficial”. También, se permitían ciertas especulaciones. La más fuerte: que con este viaje Lady Di se posicionaba como Embajadora de la Paz entre la Argentina e Inglaterra tras la Guerra de Malvinas. Más allá de las conjeturas, lo cierto esque la llegada de Diana Spencer revolucionó al país.
Este viaje no fue uno más para Diana. En el foco de la tormenta por su reciente y controversial ruptura con el hijo de la reina Isabel II, la princesa necesitaba algo de sosiego y, a la vez, continuar con su agenda mientras se escapaba de las repercusiones que ocasionaba hacia adentro de la casa real británica.
Las fotos de Lady Di en traje de baño que dieron la vuelta al mundo
"Lady Di cruzó el jardín (de la embajada británica) hasta la piscina. Sobre las reposeras había un toallón blanco, que la princesa usó luego de bañarse. Primero se sentó en el borde la pileta y levantó la cabeza en busca de algún lente indiscreto. Luego se zambulló y nadó unos cuantos largos estilo crawl. Cinco minutos más tarde, se envolvió en el toallón y caminó hacia la residencia, para salir, una hora y media después, hacia la primera visita oficial: el centro ALPI". Así reconstruía GENTE una de las escenas más icónicas durante el primer día de visita al país.
Aquella mañana, visitó además la Asociación de Lucha contra la Parálisis Infantil (ALPI). Luego se acercó al Servicio Nacional de Rehabilitación y más tarde fue a ver a los chicos internados en el Hospital Garrahan. Cerró la jornada asistiendo a una cena en su honor, que fue acompañada con música de tango.
Al día siguiente, Diana Spencer se dirigió a la Quinta Presidencial de Olivos, donde se entrevistó con el entonces presidente de la Nación, Carlos Saúl Menem, y su hija, Zulemita. Y se subió a una formación del Tren de la Costa, con el objeto de visitar el Hospital Municipal de San Isidro. Por la noche asistió a otra cena de ALPI en el Palacio del Correo.
La visita de Lady Di a Puerto Madryn: del encuentro con GENTE a cantar un carnavalito
El sábado 25 partió en el Tango 03 rumbo a Puerto Madryn, Chubut, donde, a bordo de una lancha, asistió al famoso avistaje de ballenas.
En su visita a la localidad chubutense de Gaiman, visitó a la comunidad galesa, tomó un té con leche, no probó ninguna de las tortas que le prepararon especialmente, concurrió a una escuela de música y hasta cantó un carnavalito.
Al salir de una típica casa de té, fue que se encontró con un periodista de GENTE. Lady Di no sólo rompió el protocolo, sino que le respondió y estrechó la mano de Alejandro Sangenis. Fue ahí que el cronista le consultó: "¿Qué imagen se lleva de nuestro país?".
"Estoy maravillada con la Argentina. Es un país extraordinario, increíble. Me impacta la calidad de su gente, como las bellezas y los recursos que tienen. No le encuentro explicación alguna a que Argentina no sea una potencia en el mundo, porque lo tienen todo: tienen médicos y profesionales excelentes, habitantes solidarios, personas muy cálidas. Siento que encontré un país único. Me voy tan maravillada como extrañada de que no se hayan convertido en uno de los líderes del planeta, aunque creo que pronto lo serán", respondió Diana.
Dos años más tarde, el 31 de agosto de 1997, murió en el trágico accidente de París. La lloró el mundo entero.
Cómo fueron las últimas horas con vida de Lady Di
Las últimas horas con vida de Lady Di pusieron en evidencia la que seguramente fuera una de las relaciones de amor más tóxicas de la historia de la prensa. Desde que fue fotografiada por primera vez en 1980, Diana de Gales se había convertido en la celebridad más fotografiada, adorada y perseguida por los medios.
Obtener la instantánea de la princesa con su nuevo novio, Dodi Al-Fayed, hijo del riquísimo empresario británico de origen egipcio Mohamed Al Fayed, se convirtió en la obsesión de la prensa en el verano de 1997.
Los fotógrafos que la persiguieron en julio en las costas de Saint Tropez llegaron a alquilar un barco para descubrir a Diana. La galería de fotos en traje de baño (turquesa, de rayas y pareo, de leopardo...) es hoy memorable.
Si la princesa no había querido que los paparazzi dieran con ella al principio, cuando llevaba a sus hijos de vacaciones, pronto volvió a imponerse el acuerdo tácito que parecía haber entre los fotógrafos y ella, acostumbrada a recurrir a la prensa como forma de conectar con los ciudadanos.
El fotógrafo francés Jean-Louis Macault fue el primero que consiguió sacar a la pareja juntos de frente. Para que nadie le robara la imagen, contrató un servicio privado de helicóptero que llevó el carrete a la redacción de turno.
La persecución obsesiva de la prensa
Las imágenes se pagaban a decenas de miles de euros. Cuando Diana y Al-Fayed pusieron rumbo a París en un avión privado, quienes habían trabajado como fotógrafos de guerra se dedicaron entonces a perseguirla por la capital francesa.
Aquel 30 de agosto, cuando la pareja llegó al aeropuerto de Le Bourget, una decena de fotógrafos le esperaba tras las rejas. Al salir del avión, además de los guardaespaldas, Henri Paul, número dos de la seguridad del hotel Ritz, propiedad del padre de Al-Fayed, los condujo al lujoso establecimiento.
Horas más tarde, las fotografías en el aeropuerto de las cuatro víctimas del accidente -tres de ellas mortales a excepción del guardaespaldas Trevor Rees-Jones, único superviviente- parecían desagradablemente proféticas.
En París, Diana de Gales no se mostró tan dispuesta a que la prensa lograra la buscada instantánea. La pareja cambió sus planes en incontables ocasiones y se reunía a destiempo para no ser fotografiada.
La noche del 30 de agosto, Henri Paul y Dodi Al-Fayed pensaron que saliendo por la puerta trasera del hotel evitarían los focos. Paul dijo a la prensa que se concentraba en la Plaze Vendôme que esperara allí, pero la improvisada disponibilidad parecía demasiado evidente.
La idea de Al-Fayed era salir sin seguridad para no levantar sospechas, pero los dos guardaespaldas lograron convencerlos para que al menos uno de ellos los acompañara.
Sin embargo, la puerta de atrás del Ritz estaba también vigilada por los reporteros que intentaron seguirlos por el centro de la capital a una velocidad de entre 100 y 150 kilómetros por hora. Bajo ese marco, en cuestión de minutos, el auto chocó contra una de las columnas del estrecho túnel.
En el documental Los últimos días de Lady Diana algunos de los paparazzi que la siguieron recuerdan que muchos continuaron fotografiando bajo el túnel. La policía requisó algunas cámaras y a la una de la mañana del 31 muchos negociaban cantidades desorbitantes por llevar las imágenes del accidente de la princesa a las portadas de diarios, tabloides y revistas.
Por entonces, muchos pensaban que la Princesa de Gales, que había salido semiconsciente del accidente, se recuperaría. Para Al-Fayed y Paul pintaba peor. Pero Diana murió horas más tarde en el hospital de la Pitié-Salpetrière a causa de las lesiones internas sufridas.
La prensa sensacionalista británica desestimó entonces las fotografías repudiando a quienes acababan de proponer una fortuna e interrogándose, al menos durante un par de horas, sobre la responsabilidad de la prensa en aquella muerte.
Cuando se supo que Paul conducía bajo los efectos del alcohol y el Prozac, los directivos de la prensa, que parecía dispuesta a entonar el mea culpa, respiraron tranquilos y pasaron página de lo que para muchos fue la historia de una tragedia anunciada.
Fotos: archivo Grupo Atlántida
Arte de portada: Gustavo Ramírez
Búsqueda de archivo: Mónica Banyik