La repentina muerte de Christina Onassis (1950-1988), heredera del imperio naviero griego, conmocionó al mundo el 19 de noviembre de 1988. A los 37 años, la hija del magnate Aristóteles Onassis fue hallada sin vida en el baño de la residencia de su amiga Marina Dodero (75), en el exclusivo el Tortugas Country Club de Pilar.
La escena, capturada en imágenes por GENTE y cuyo archivo recuperamos, mostraba un baño desordenado y ningún signo de violencia aparente: allí encontraron su cuerpo sin signos vitales. Pero, como en toda muerte rodeada de poder y fortuna, las especulaciones no tardaron en multiplicarse.

Cómo fue la última noche con vida de Christina Onassis en palabras de su mejor amiga, Marina Dodero
“Me llamó la atención que ella estaba destemplada. Me dijo que tenía frío y hacía un calor bárbaro. Esa noche comimos rico y recordamos mucho a su padre y a su hermano también muerto, Alex. Estaba melancólica, pero feliz”, recordó la socialité Marina Dodero, quien la alojaba en el Tortugas.
Esa noche no durmieron juntas como solían hacerlo porque Onassis se lo pedía. “Necesitaba compañía. Yo no estaba acostumbrada a dormir con mujeres, pero era como una hermana”, explicó en 2022. Esa noche también le pidió ir a rezar a la capilla. Cuando volvió junto al hermano de su amiga, Jorge Tchomlekdjoglou –con quien se iba a casar–, la visitó brevemente a Dodero en el cuarto.
“Me tiró un beso al aire y dijo 'buenas noches' en griego. Fue la última vez que la vi”, explicó.

Impacto en Tortugas: un final trágico, marcado por la ansiedad, la depresión y los trastornos alimenticios
La mañana del 19 de noviembre, Christina Onassis no bajó a desayunar. Una de las empleadas domésticas de la residencia, preocupada, se dirigió a su habitación y tocó varias veces la puerta del baño. Al no recibir respuesta, forzaron la entrada y la encontraron desplomada en la bañera.
“Abrí la puerta y me sorprendí al ver que la cama estaba tendida, con ropa encima. Y se escuchaba ruido de agua en el baño. Entré y vi su cuerpo de espaldas, sentado y erguido, con la cabeza apenas caída”, describió Dodero.
Carminne Dodero, la hija mayor de Marina, corrió a pedirle ayuda al doctor Pueyrredón, un médico ginecólogo que vivía en el country, quien relató que la gobernanta vio su pastillero de oro con una cinta azul con dos pastillas verdes que debía tomar la noche anterior. Se trataba de medicamentos para dormir y para adelgazar.

El cuerpo de Onassis, según el informe forense, no presentaba signos de violencia, tenía las pupilas dilatadas y su muerte fue atribuida a un edema pulmonar agudo, posiblemente relacionado con el abuso de barbitúricos. En su dormitorio se encontraron diversos frascos de pastillas.
Las imágenes del baño donde se halló el cuerpo mostraron una escena caótica: una toalla y diversos efectos personales en el suelo, papel tissue, un peine y una caja de Empecid sobre la bacha y el reflejo de un espejo empañado por la humedad de la madrugada.

Según los testigos, Christina no mostró signos de angustia la noche anterior. Sin embargo, su historia personal revelaba un pasado de tragedias, depresiones y una relación tormentosa con la soledad.
Como puntualizó tiempo después Dodero, su amiga sufría de ansiedad y padecía trastornos alimenticios. Tanto es así que solía internarse en alguna clínica de Italia para bajar de peso en tiempo récord. “Hacía lo que quería”, aseguró Marina. También tomaba pastillas para dormir a raíz de tanta cafeína que ingería: consumía 24 bebidas cola de las chiquitas por día, una por hora.
Cuáles eran los medicamentos que Christina Onassis tenía en su habitación en el Hotel Alvear
Tras su deceso en Tortugas, los investigadores requisaron la suite que ocupaba Onasssis en el tercer piso del Hotel Alvear, y hallaron numerosos frascos, cajas y potes con medicamentos.
En su mayoría se trataba de analgésicos, diuréticos, antibióticos, relajantes musculares, un remedio para la dermatitis, otro para broncoespasmos, anfetaminas, anorexígenos (una sustancia supresora del apetito) y Valium 10mg.

El médico que revisó el cuerpo en la Clínica del Sol dejó constancia de que el único antecedente de importancia en la paciente era que se hallaba “en una estricta dieta hipocalórica y que recibió un derivado anfetamínico (flenfuramina) y un ansiolítico o hipnótico”.
Por el resto, subrayó: “No se recaban antecedentes patológicos que permitan referir la causa de su muerte”.
El peso de un legado “maldito”
La vida de Christina estuvo marcada por la pérdida. Su padre, el súper magnate Aristóteles Onassis, falleció en 1975, dejándole un imperio multimillonario y una red de intereses financieros de los que ella nunca pudo desligarse del todo.
Su madre, Athina Livanos, murió en circunstancias confusas en 1974, y su hermano, Alexander, perdió la vida en un accidente de aviación en 1973. Christina creció rodeada de privilegios, pero también de una sombra ineludible de fatalidad.
Su vida amorosa tampoco le brindó estabilidad. Cuatro matrimonios fallidos y un sinfín de romances fugaces fueron testimonio de una búsqueda constante de afecto.
En sus últimos años, Christina pareció encontrar un nuevo propósito con el nacimiento de su hija, Athina, en 1985. Sin embargo, su salud física y mental se fue deteriorando progresivamente, y su dependencia a los tranquilizantes y somníferos era un secreto a voces entre su círculo cercano.

De las repercusiones mundiales a las teorías en disputa
El fallecimiento de Christina Onassis generó un torbellino de especulaciones en la prensa internacional. La teoría oficial del edema pulmonar no logró acallar los rumores de una posible sobredosis intencional o incluso hasta se llegó a hablar de un supuesto asesinato encubierto.
Las imágenes del country Tortugas y la habitación en la que se alojó fueron analizadas hasta el detalle por expertos forenses y detectives aficionados.
En Nueva York y París, medios como The New York Times y Le Figaro debatieron sobre su estado anímico en las semanas previas a su muerte. Algunos testigos aseguraban que estaba ilusionada con su nueva vida y el futuro de su hija; otros afirmaban que seguía atrapada en un círculo de tristeza y desolación.

Por otro lado, en Grecia, su país de origen, la teoría del "maleficio Onassis" cobró fuerza. Para muchos, Christina fue la última víctima de una saga familiar signada por la desgracia.
La muerte de su hermano Alexander, la devastación de su padre tras esa pérdida, el trágico destino de su madre y ahora su propio final prematuro reforzaron la idea de que la fortuna Onassis estaba sellada por una "maldición".
El último adiós, un legado incierto y un marido que “no la lloró”
El funeral de Christina Onassis se llevó a cabo en su amada Grecia, donde fue enterrada junto a su padre y su hermano en la isla privada de Skorpios.

Las imágenes de la ceremonia mostraban a su hija Athina, de apenas tres años, en brazos de su padre, Thierry Roussel (quien no la lloró, según relató Marina Dodero), mientras el mundo despedía a la última gran heredera de un linaje de tragedias.

Athina, quien heredaría la fortuna Onassis, creció alejada de la historia de su madre, bajo la tutela de su padre en Suiza. Con el tiempo, intentó desvincularse del peso del apellido y la narrativa fatalista que lo rodeaba.
Hoy, décadas después de su muerte, la historia de Christina Onassis sigue generando fascinación. A pesar de tenerlo todo, nunca logró encontrar la paz.

Las personas importantes en la vida de Christina Onassis: su padre y su hija
El padre de Christina Onassis fue Aristóteles Onassis (1906-1975) el magnate naviero griego que construyó un imperio en la industria marítima y se convirtió en uno de los hombres más ricos y poderosos del siglo XX. Aristóteles también fue célebre por su matrimonio con Jackie Kennedy, la viuda de John F. Kennedy, lo que lo convirtió en una figura aún más mediática. Falleció el 15 de marzo de 1975 debido a una insuficiencia respiratoria derivada de complicaciones de una miastenia gravis.

Por su parte, Athina Onassis, única nieta y heredera del magnate griego, cumplió 40 años el 29 de enero pasado. Conocida por su vida discreta y alejada del ojo público, su vida continuó el linaje trágico del apellido. Además de perder a su madre cuando tenía tres años, su vida sentimental tuvo un traspié difícil de superar. En 2017 se divorció del jinete brasileño Álvaro de Miranda Neto, quien mantuvo una doble vida durante ocho años.
Actualmente, Athina encuentra consuelo en su pasión por la equitación, participando en competencias internacionales de salto ecuestre. Además, dio un gran paso empresarial al unirse al directorio de la cadena francesa de supermercados Groupe Casino. A pesar de su inmensa fortuna y de que todo el mundo la quiere en sus fiestas y en sus mesas, Athina continúa cimentando un bajo perfil.

Fotos: Archivo Grupo Atlántida
Compilación de material: Gustavo Ramírez
Mirá También
