Hace 3 años, Coni y Juan decidieron embarcarse en una nueva aventura en busca de la libertad que tanto anhelaron. Aunque parezca descabellado, la encontraron yéndose a vivir en un barco anclado en las cosas de Brasil. No se fueron solos: los acompañó Ulises, el primogénito de la pareja, que por entonces tenía 2 años. Con grandes incertidumbres en sus cabezas, fueron tras ese objetivo.
“El tema económico era una de nuestras mayores preocupaciones. ¿Cuánto se gasta por mes viviendo y viajando en velero por Brasil? ¿De dónde íbamos a sacar la plata? Habíamos comprado el barco amarillo con un retiro voluntario que acepté de mi puesto como redactora en una revista de viajes. Y dos años después Juan hizo un arreglo para salir de la aerolínea en la que trabajaba como psicólogo. Ese dinero inmediatamente se convirtió en un fondo de reserva para el viaje”, le contó Coni a La Nación.
Antes de salir se gastaron la mitad del dinero en un bote inflable de apoyo, una antena satelital, arreglos en un astillero y demás. El resto se fue en los primeros seis meses de embarcados. Luego, a través de la cuenta de Instagram (@el_barco_amarillo), en la que van contando las aventuras, fueron recibiendo propuestas de personas que querían experimentar lo mismo, dispuestos a pagar para vivir unos días con ellos.
En el medio buscaron agrandar la familia y así fue como en agosto del año pasado, en medio de la pandemia, nació Renata. Por el momento en el que llegó al mundo, no se arriesgaron y se gastaron los ahorros en una clínica privada. No fue la única: también llegó Lula, una perrita callejera que adoptaron. Sin poder recibir turistas en la embarcación, buscaron ingresos por otro lado.
En el medio, ella terminó de escribir El barco amarillo y lo pudo publicar. La editorial con la que estaba en contacto le dijo que esperara, pero necesitaba ingresos inmediatos. Así, junto con una amiga desde Argentina y ella desde el mar, abrieron una pequeña editorial y lo sacaron a la venta. “Con la preventa se fueron casi mil copias”.
Las fuentes de ingresos se van modificando, pero siempre se las arreglan para tener lo necesario económicamente y que no falte nada. Coni lo describe y lo define con una sola frase: “No hay que ser millonario para tener este estilo de vida”.