“Devastado” escribió Manu Ginóbili en su cuenta de Twitter el domingo 26 de enero, al enterarse de la inesperada muerte del astro del básquetbol. Esa misma tarde, Diego Maradona tipeó: “Se van todos los buenos”; Javier Mascherano: “Hasta siempre, Mamba”; Donald Trump: “Son noticias terribles” y Michael Jordan: “No hay palabras que puedan describir mi dolor”.
Sus mensajes se sumaron a miles que resonaron alrededor del globo. Es que Mamba –como le decían a Kobe– era querido por miles de fans del baloncesto, que lo vieron convertirse en el jugador más joven en la historia de la NBA, ganar cinco títulos con Los Angeles Lakers y conseguir dos medallas de oro olímpicas compitiendo para los Estados Unidos.
Y no había persona que imaginara que el fotografiado Mamba Chopper –como le decían cariñosamente a su helicóptero privado, un Sikorsky S-76 ploteado de negro con su logo y el de su patrocinador– sería su tumba.
Pero el vuelo que partió del aeropuerto John Wayne a las 9:06 con destino a la Mamba Sports Academy, fundada por el deportista –donde Gianna (2), su hija de trece años, iba a jugar un partido de básquetbol–, terminó de la peor manera.
En medio de una densa niebla, la nave –con nueve pasajeros a bordo– se precipitó contra el suelo a la altura de Calabasas, California, y se vio envuelta en llamas. El 911 recién recibió la primera llamada a las 9:47. Horas más tarde, el resto de su familia, su mujer, Vanessa, y sus otras tres hijas –Natalia, Bianka y la recién nacida Capri– llorarían sus muertes, al igual que todos los que espontáneamente se acercaron al Staples Center y al área del accidente con arreglos florales, muñecos de peluche y velas que aún siguen encendidas.
Fotos: Fotonoticias.