“Hay que encontrar la manera de conciliar ambas tareas, la del político y la de los afectos personales. Para la última, yo me doy los tiempos más el fin de semana, en especial los domingos, cuando podemos reunirnos todos alrededor de la mesa y aprovechamos para establecer el vínculo. Porque, bueno, la nuestra es una familia ensamblada”, cuenta el intendente de Tigre, Julio César Zamora (58, santafesino de Rosario, abogado), mientras le guiña el ojo a su mujer, Gisela.
–¿Ensamblada? ¿Cuántos hijos tienen?
Gisela: A ver si te acordás de todos los nombres y las edades? (sonríe).
Julio: Serena, de 17 años, y Lautaro de 12, de nuestro matrimonio, y del mío anterior, Gabriela, de 40; Carlos, de 37, y Magalí, 32. Aparte de seis nietos: Candela, de 21; Valentino, de 15; Morena, de 11; Benicio, de 7; Juana y Julia, de 5. Fui papá joven y abuelo joven.
Gisela: (Aplaude).
Es pleno otoño. El sol hace mermar un tanto el frío que se levanta alrededor de las siete hectáreas del Puerto de Frutos, donde el matrimonio comienza una caminata con GENTE que va variando en temas. “¿Vieron la amplia oferta y los buenos precios que hay acá en artesanías, muebles, productos elaborados, gastronomía?”, lanza Gisela, destacando las bondades de los comercios que se van cruzando, mientras su marido añade: “Es verdad. Aunque varias personas que trabajan en el mercado no son vecinos, viven de la economía que genera este lugar, un sitio histórico e increíble. Acá, en condiciones normales, los fines de semana circulaban cien mil turistas. En la actualidad, como respetamos estrictos protocolos, el aforo es del cincuenta por ciento y con un control de ingreso tanto de temperatura como de lavado de manos. Aparte, los comercios atienden desde la puerta. Debemos extremar los cuidados hasta que la pandemia se tranquilice”, ilustra.
–¿Cómo ha sido y es para un intendente argentino gobernar en medio del coronavirus?
–Un gran aprendizaje para todos y en todo sentido. Quienes gobernamos tuvimos que aprender a ser más austeros y tratar de eficientizar los recursos del municipio, para enfocarlos en esta pandemia que puso al mundo patas para arriba y nos obliga a relacionarnos de distintas maneras. Se dieron cambios culturales. En el tránsito y la administración de la nueva normalidad fuimos trabajando con los vecinos.
–¿Habla de hábitos ciudadanos que se fueron adquiriendo?
–Tal cual. Si buscamos algo positivo, dentro de lo negativo del momento, es que la situación nos convirtió en una ciudad mucho más segura. Es el sello que hoy se ganó Tigre desde el punto de vista sanitario, de la protección de sus habitantes. Y lo logramos porque trabajamos en protocolos con empresas, con restaurantes, en cada rincón del municipio. Sin duda allí radica el gran aprendizaje.
–¿Y qué fue lo peor que le tocó transitar desde lo íntimo es esta época tan brava?
–A raíz del virus sufrimos la pérdida de amigos y de seres queridos. Cada uno de nosotros y nuestro entorno tuvo que ver cómo partían personas cercanas. Eso fue lo peor. Porque la vida es el valor más importante y lo que debemos defender.
Continúa la caminata y al pasar frente al Museo de Tigre, a orillas del río Luján, la pareja señala el icónico y coinciden en definirlo como "La Joya". "Cada turista que llega viene a visitarlo y no sólo para disfrutar las obras, sino también de la belleza arquitectónica de esta obra de principios de siglo”, dice orgulloso Zamora.
–Como esposa de la autoridad máxima de Tigre, ¿qué representa acompañarlo?
–Es un orgullo pleno. Porque se trata de una persona cercana, noble, buena que, cuando necesita poner en la mesa su carácter, también lo tiene.
Zamora: Gisela es una gran colaboradora. Siempre que me toca tomar una decisión importante, le consulto. Por lo menos la primera media hora desde que llego a casa es para conversar juntos sobre lo que me pasó en la intendencia durante el día y cómo venimos avanzando de cara a la transformación de Tigre. Brindarles más servicios es nuestra responsabilidad central.
Gisela: Lo de él es vocación y responsabilidad.
Zamora: Es que la mayoría de los vecinos me eligieron en 2019, y por segunda vez, para gobernar el distrito y debo dar lo mejor de mí para ellos y también para los que eligieron a otro candidato. Si uno no tiene vocación es difícil seguir el ritmo que te impone la gestión pública.
Gisela: Julio es intendente las veinticuatro horas del día. Aunque esté en casa cocinando, ayudando a los chicos con la tarea, conversando, su teléfono no para de sonar. Incluso, se ocupa de revisar sus redes sociales, ver los mensajes, chequear mails. Se mantiene el día entero de guardia y al servicio de la comunidad. No cambió desde el minuto uno en que llegó a la función pública. Tiene que ver con su compromiso y su manera de ser. Es así para todo, para nuestra familia también.
–¿Cuántas horas por día duerme un intendente como Zamora, Gisela?
–(Suspira) Y, pocas. Muchas veces me voy a descansar antes que él y me despierto y ya no está.
–¿Ni siquiera pelean por el control remoto del televisor, entonces?
Gisela: Bueno, a veces un poquito sí.
Zamora: Porque a ella le gusta ver películas y a mí series.
Gisela: Yo soy muy ansiosa, necesito resolver las situaciones rápido, y él tiene bastante más paciencia. Bueno, ahí hay otra virtud que también traslada al trabajo.