Son los técnicos de la Unidad Febril de Urgencia (UFU) del Hospital General de Agudos Dr. Ignacio Pirovano, ubicado en el porteño barrio de Coghlan, y hace diez meses que, cubiertos por barbijos y todos los elementos necesarios para protegerse y proteger de la pandemia, hisopan a la gente.
GABRIELA BECERRA (52)
MATRÍCULA NACIONAL 4097. Técnica superior en Análisis Clínicos. De Villa Pueyrredón. Lleva 17 años en el Pirovano.
“Contraje coronavirus, pero acá estoy, sigo batallando. Sé que el virus resulta angustiante para la gente, porque asusta mucho, pero nosotros lo tomamos como lo que es, otra enfermedad. Y eso nos permite no psicopatearnos ni paralizarnos. Ésta particularmente nos jugó una mala pasada, porque no estábamos preparados. Pero la vida tiene que seguir”.
ROBERTO LAHORCA (51)
MN 9425. Técnico en Laboratorio. De Grand Bourg. Hace tres años ingresó al Pirovano.
“Antes de hisopar a los pacientes me hisopé yo en mi habitación y me filmé con el celular, para poder explicarles a las personas lo que iban a sentir. El hisopo era como un cotonete. Desde diciembre usamos un cepillito que raspa y hace lagrimear, pero es flexible y más finito, por lo que entra mejor. Igual, hasta los más valientes lloran”.
MARIANA MARCELA MORALES (37)
MN 9185. Técnica superior en Laboratorio. Es de Villa Urquiza y transita su primer año en el Pirovano.
“Tuve mucho miedo de que colapse el sistema sanitario, aunque mi mayor angustia se relacionó a mi abuela Ercelina (Chela Prado). La aislaron en su geriátrico de Florida y en agosto pasó sola su cumpleaños número 90. No nos dejaban verla. Yo temía que pensara que la abandonamos. Encima, cuando pude, ya no me reconoció. Eso sigue siendo muy difícil para mí”.
GABRIEL BRAVO (46)
MN 6904. Técnico en Microbiología. Es de Tortuguitas y ya transita la docena de años en el Hospital General de Agudos.
“Los martes salía de mi casa sin saber si volvería, porque nos pinchaban el dedo para ver si teníamos anticuerpos y, si dábamos positivo, nos tenían que aislar. Mis hijos (Jimena y Tobías) llegaron a decirme que cambie de profesión. Hasta que les expliqué que mi trabajo es como el de un bombero: cuando hay un incendio debe apagarse. Y ahora nuestro incendio es la pandemia”.
IVANA LÓPEZ (36)
MN 6182. Técnica superior en Laboratorio. De Villa del Parque y con una década en el Hospital General de Agudos.
“Siento que quedamos un poco olvidados, pero yo me re emociono al recordar los aplausos y las muestras de cariño de mis vecinos: me dejaban cartelitos y dibujos debajo de la puerta, agradeciéndome. El arranque de la pandemia fue duro para mí. Pasé más de siete meses sin poder abrazar a mi hija (Luna, 18) ni cenar con ella, para no contagiarla”.
SERGIO FERNÁNDEZ (43)
MN 5848. Técnico superior en Análisis Clínicos. Es de Tres de Febrero y cuenta trece años en el hospital.
“Jamás pensé que iba a vivir una pandemia. Es raro. En contraste con las del pasado, ahora estamos informados, conectados y con toda la tecnología en práctica para sacar resultados rápidos y transmitirle a la gente cómo cuidarse. El tema es que bastantes personas no entendieron ni tomaron conciencia. Veo a muchas caminando por la calle sin ningún tipo de barbijo y me cuesta entenderlo”.
HERNANDO MORÁN (57)
MN 3858. Técnico en Laboratorio. Es de Floresta y hace 28 que trabaja en el hospital Dr. Ignacio Pirovano.
“Por ser los que más contacto tenemos con la gente, fuimos los primeros en recibir la vacuna Sputnik V. Nos la dieron el 28 de diciembre, justo antes de Año Nuevo. Honestamente la recomendaría, porque recomiendo todo lo que pueda dar una luz de esperanza en este momento con tan poca luz”.
El origen de sus marcas: Los técnicos realizan de 120 a 150 hisopados por día –con un porcentaje de positividad que ronda el 40%–, cubiertos por un barbijo N95 (no deja pasar el 95 por ciento de las partículas), antiparras, un barbijo quirúrgico, una cofia, una máscara facial, un camisolín hemorrepelente –que se cambia cada cinco o seis pacientes–, un camisolín quirúrgico –que se descarta entre paciente y paciente–, botas quirúrgicas y triple par de guantes, “porque, donde se toca al paciente o el termómetro, ese guante se descarta”.
Fotos: Fabián Uset
Agradecemos a la doctora Alejandra Garcilazo, coordinadora general de la Unidad Febril del Hospital Pirovano