El domingo 7 de marzo de 2010 obtenía el venerado premio de la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas, en el rubro Película extranjera (o de habla no inglesa). GENTE fue la única revista de la Argentina que acompañó a José Luis Campanella y a Guillermo Francella a Hollywood, y así contó y mostró el inolvidable momento.
“El Oscar da un prestigio importante. Me cuesta tomar conciencia de que acabo de conseguir uno de verdad. Siento que aún no me cayó la moneda... Todavía me quedan muchos sueños. Pero ahora, más que sueños, ¡tengo sueño!”, se sinceraba Juan José Campanella en Los Ángeles, ante el grabador de GENTE.
“Todavía me pellizco. ¿Sabés las entregas que compartí de chico delante de la tele con mi hermano Ricardo? Él llegaba hasta el final; yo me quedaba dormido. Lo que era una fantasía ahora es un sueño cumplido... Y sí, siento que ganamos un Mundial”, añadía Guillermo Francella a pocos metros, entre besos y abrazos.
Era la madrugada del lunes 8 de marzo de 2010 y el sueño ya tenía –en sus manos– forma de Oscar…
FRANCELLA: “Disfruté de todo, de cada segundo”
El reloj marcaba las 15:02 (20:02 aquí) del domingo 7 cuando introdujo su pie izquierdo en la limusina Krystal Enterprise chapa California-8D43948 que lo llevaría al Kodak. Marynes posaría con él, pero debería quedarse, debido a que “lamentablemente, no apareció una entrada extra”, se lamentaba Guille. “No dejes que nada empañe el momento tan hermoso que vas a vivir, amor”, lo consolaba su dama. Antes, mientras Francella se preparaba en la habitación 214 del hotel The Standard, ella lo ayudó y hasta le prendió en la solapa de su saco el pin celeste y blanco que le obsequiara GENTE para desearle buena suerte.
A la distancia, una década más tarde, el gran actor nos confiesa: “Fue una experiencia extraordinaria, inolvidable para mí. Disfruté de todo, de cada segundo: Me encantó que me acompañara mi esposa, pisar esa alfombra junto a Campanella, compartirla con los productores Vanessa Ragone, Gerardo Herrero y Mariela Besuievsky. Si estar nominados entre cinco candidatas resultó impactante para nosotros y la industria nacional, imaginate el triunfar: ¡En ochenta años (hoy noventa), sólo dos veces nos llevamos el Oscar por un largometraje!... Un momento perfecto, de felicidad pura, que siempre ha quedado y quedará en mi recuerdo y en mi corazón”, agrega sobre uno de los mayores instantes de gloria de su carrera.
CAMPANELLA: “¡Vamos, Argentina!”
Había llegado a los Estados Unidos el sábado 5 de diciembre, entre varias cuestiones para grabar capítulos de la serie Dr. House, cuya producción le prestó el smoking que usaría para asistir a la gala. “De la ceremonia no tengo anécdotas
–sorprende Juan José–. Es un evento demasiado ensayado y estudiado, un programa de televisión que anda cronométricamente. De allí que, al recorrer sus ediciones anteriores, por lo general suelen mostrarse las mismas cinco cosas, como cuando entró el tipo desnudo frente a David Niven (1974: Habla de un tal Robert Opel, quien cruzó el escenario sin ropa haciendo el símbolo de la paz). “Sí reconozco que, a partir del premio, El secreto de sus ojos llegó a lugares del planeta en los que nunca iba a estrenarse. Haberlo obtenido cambió la historia de la película, más que la mía”, recalca.
Al tiempo que durante el tempranero y cálido lunes de verano en Buenos Aires Soledad Villamil y Ricardo Darin brindaban, empezaba a promediar aquel fresco y trascendente domingo de invierno en los Estados Unidos, con Campanella vitoreado en el Mondrian, dedicándoles el Oscar a su mujer Cecilia Monti y a su hijo Federico (en la actualidad de 12 años) y lanzando, ya disfónico: “¡Vamos, Argentina!... No solucionamos los profundos problemas de nuestro país, pero entiendo que acabamos de darles una linda alegría a sus ciudadanos”.
Fotos: Alejandro Carra y Archivo Editorial Atlántida