“Gracias al cielo”: Así vivieron las Fiestas los voluntarios que pasaron Navidad y Año Nuevo asistiendo a personas en situación de calle – GENTE Online
 

“Gracias al cielo”: Así vivieron las Fiestas los voluntarios que pasaron Navidad y Año Nuevo asistiendo a personas en situación de calle

“¡¿Cómo lo van a pasar con nosotros pudiendo estar con sus familias?! Ustedes están locos”, decían sorprendidos varios de quienes recibieron comida caliente, abrazos y brindis inolvidables. Por dentro: una recorrida nocturna junto a la asociación civil Amigos en el Camino para ponerle un stop a la tristeza.
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Una caravana de autos de la Asociación Civil Amigos en el Camino –que GENTE acompañó el año pasado en varias de sus recorridas y esta vez en la mismísima Navidad–, tuvo estas Fiestas acaso unas de las veladas más especiales del año que despedimos. Los voluntarios no sólo pusieron tiempo, cuerpo y corazón: también eligieron “celebrar” en estas fechas con quienes se sienten invisibles y desamparados y, como repiten, así “cambiar indiferencia por amor”.

Las bocinas retumbaban sin cesar y los brazos salían de las ventanillas para animar el espíritu de quienes pararon en cada reparo o “ranchada” para asistir, abrazar y sacarles sonrisas a las personas en situación de calle en un radio que incluyó desde Almagro a Palermo y terminó a las 00 horas con un emotivo brindis en plena Costanera, frente a Aeroparque.

Turistas recién llegados a la ciudad se acercaban a observar qué hacía un grupo de gente con pecheras rojas y gorros de Papá Noel que bajaba comida caliente de baúles para acercárselos a quienes muchos ven como personas que parecen no tener mucho que perder.

Un espíritu solidario iluminó la Navidad. Voluntarios de Amigos en el Camino recorrieron Buenos Aires llevando comida caliente y abrazos en una caravana que cambió indiferencia por amor.

“¿Van a perder el tiempo con los chicos de la calle?”, dijo Rubén al recibir asistencia, un plato de comida casera, pan dulce y escucha. Ser vistos, escuchados y hasta llamados por sus nombres –ya que los escuadrones los asisten todas las semanas– en un momento en el que la crueldad impera, no deja de sorprender ni siquiera a los propios protagonistas de esta noche de amor y paz pero bien lejos de los jingles comerciales.  

Claro que no hay nada para romantizar, y que las películas navideñas con final feliz que repiten en continuado en la tele no se parece mucho a Buenos Aires en Nochebuena. Mientras que el Planetario brilla con sus luces incandescentes y la decoración navideña parpadea en arbolitos y estrellas en los postes, las historias invisibles se suceden. Mientras muchos derrochan, se ilusionan y queman cartitas con deseos, otros intentan amainar la soledad que los embarga y pedir al universo lo necesario.

Una persona que vino de Provincia para ver a su hija y no pudo dar con ella. Otra que acababa de salir de la cárcel y tenía problemas de memoria. Una chica que habla cinco idiomas pero vive al vaivén su bolsillo y va y vuelve del hotel que alquila a la calle. Un hombre que estaba inconsciente por el consumo de alcohol y que por suerte despertó y se estabilizó tras haber llamado al SAME. Una joven que terminó el secundario con mucho esfuerzo y sobrevive cuidando personas de la tercera edad.

Una Nochebuena que desafió la soledad. Desde Almagro hasta la Costanera, el calor humano llegó a cada rincón con bocinas, comida casera y nombres propios para quienes la sociedad olvida.

La melancolía en fechas así toca un pico extra sensible. Sobre todo para quienes no pueden hacer planes especiales pero se acompañan entre sí o están solos tapados en un colchón sobre Coronel Díaz o buscan dónde dormir tras horas de estar sentados en solitario en una plaza.

En Santa Fe y Godoy Cruz, Marta nos muestra un acolchado que le dio su madre y ella prometió lavar sin suerte, pero descansa tendido como techo en una guarida. Lo mira y lo acaricia. Primero llora, pero después se emociona porque, además de brindarle comida, alguien la abraza. Y son muchos brazos. Tanto que algunos que duermen se sorprenden al ver tantos ojos prestándoles atención.

23.25 horas del 24 de diciembre de 2024. Con 250 voluntarios y sin subsidios, la organización asiste desde hace 13 años a 1200 personas diarias gracias a donaciones y compromiso ciudadano.

La indiferencia, la desidia y la normalización es algo que viven a diario. Ellos también lamentablemente conviven con ojos que no ven, corazones que no sienten, pasos apurados y bolsillos flacos y otras veces más llenos.

Con el correr de las horas (arrancamos a las 20 horas desde la sede, en Valentín Gómez 3332, CABA), la comida de las miniheladeritas se va acabando. Por eso en el primero de los cuatro autos que hacemos la recorrida navideña, junto a Sergio (un voluntario que lleva meses en el grupo y es profesor de yoga) y a Diego (un excontador que vive en la Plata), racionamos a consciencia lo que queda para repartir.

Casi son las doce y las calles están vacías. Se escucha algún que otro fuego artificial anticipado. Apuramos la velocidad hasta llegar a la Costanera, enfrente de Aeroparque, donde hay personas instaladas allí. Con ellos brindaremos por un mundo un poquito mejor y menos desigual. En vasitos de plástico, eso sí, pero con sandwichitos de miga, comida caliente e historias de esperanza.

A medianoche, en la Costanera, el espíritu de unidad selló una jornada de inolvidables encuentros.

Cómo es la logística de Amigos en el Camino para asistir a diario a 1200 personas desde hace 13 años

A fines de 2024, Amigos en el Camino recibió un reconocimiento desde la Legislatura porteña por la labor que hacen para asistir a 1200 personas por día en situación de calle desde hace 13 años, sin subsidio alguno y gracias a la colaboración desinteresada de ciudadanos, manos solidarias y emprendimientos alimenticios que brindan mercadería.

El baúl del auto de los voluntarios que van en la recorrida en una semana cualquiera desde hace 13 años.

Los 250 de voluntarios se dividen en escuadrones que incluyen áreas como recorridas, logística, cocina, trabajo social y redes sociales. La asistencia organizada recorre las calles de la ciudad entre las 20.30 y las 00.30 de cada día, excepto los sábados, que se reserva para trabajo y organización en el bunker.

Las recorridas de Amigos en el Camino (podés sumarte a través de su cuenta de Instagram, @amigosenelcamino, o donar al alias donar.amigos.mp) los lunes abarcan las zonas de Belgrano, Coghlan y Saavedra; los martes, Paseo de la Estación, Costanera y Plaza Italia; los miércoles, Villa Crespo y Caballito; los jueves, Balvanera, Almagro y San Nicolás; los viernes, Palermo y Recoleta, mientras que los domingos, incluyen toda la zona cercana a la sede.

Una postal de la recorrida en Año Nuevo, donde también hubo menú especial para todos. La indiferencia habitual dio lugar a una velada donde colchones y mantas fueron reemplazados por abrazos y palabras de esperanza.

En vehículos de propiedad de los voluntarios en los que flamea un banderín rojo que identifica a la asociación, los vehículos transportan a diario botiquines de primeros auxilios, elementos de higiene, ropa, frazadas y, por supuesto, el habitual menú, que incluye guiso caliente, huevos duros, pan, facturas, bidones de caldo, café y jugo.

Pero la asistencia no queda ahí. Muchos de los voluntarios coordinan turnos médicos o para tramitar documentos, además de que se anotan alguna urgencia que tengan o se movilizan para encontrar lugares en los que gente con chicos menores de edad puedan al menos pernoctar.

Registros de la asistencia de los voluntarios, que a las 00 horas del 1 de enero, como ocurrió en Navidad, brindaron junto a personas en situación de calle. Nadie es invisible si hay empatía.

“No todos los que están en la calle son personas que no han trabajado; no es que todos tienen pensiones de discapacidad. Hay muchos jubilados que por supuesto han trabajado y hoy se encuentran en esta situación”, indica Valeria.

Hay muchos que no quieren salir de lo que conocen, que tienen problemas de salud mental o les cuesta recibir ayuda, como le pasó a Ismael, un hombre que se quedó sin trabajo en una farmacia, vivió durante tres años en la calle y hoy, gracias a sus amigos, trabaja en una empresa de videojuegos.

Fotos: gentileza Amigos en el Camino y Diego García.

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