Bitácora de viaje, día 2: Son barcos de origen asiático o europeo que no tienen papeles o son falsos. El número de los que transitan por el Agujero Azul, el sector más rico para la pesca en aguas internacionales del Atlántico Sur, es indefinido. Greenpeace se acercó a uno que calificaron como “dudoso” para chequear que todo estuviera en orden. ¡Comenzó la acción!
Era uno de los objetivos de esta campaña. Encontrar uno de los llamados “barcos fantasmas”, los que pescan en forma indiscriminada en el Atlántico Sur –y más específicamente en el Agujero Azul– y no llevan papeles ni se los puede ubicar mediante el IAS (Sistema de Identificación Automático en castellano), el GPS que utilizan los navíos,y mediante el cual se puede rastrear en forma satelital su posición.
En el amanecer del lunes 11, desde la cubierta del Esperanza –el mayor navío de Greenpeace– se podían observar varios pesqueros en todas las direcciones. Uno de ellos sería el objetivo. Como sucede con cada acción de la institución ecologista, el abordaje de las naves se hace en la forma más amistosa posible, ya que siempre se llevan a cabo en forma pacífica. Caso contrario, podrían ser encuadrados en algún tipo de piratería.
A una distancia prudencial, un pesquero asiático permanece anclado. Desde el Esperanza se le comunicó la intención de ir a chequear la documentación que tienen y ellos aceptaron. La misión se ejecutará en dos de los cinco botes semirrígidos con que cuenta el navío de Greenpeace: uno, negro, llamado Rhino, llevará a bordo a Yang –uno de los dos activistas asiáticos–, al camarógrafo Axel Indik –por cuestiones de seguridad registrará todo– y a otro miembro de la tripulación que los acompañará. En el otro, de color naranja y llamado African Queen, irá el fotógrafo Cristóbal Olivares –que no deberá perder de vista a los hombres que subirán al pesquero– y los dos periodistas a bordo, uno de ellos este enviado de GENTE. Habrá un código para saber si todo marcha bien: si el miembro de Greenpeace (que pidió no ser identificado) se rasca la cabeza, está ok. Si el activista asiático se lo quita, deberán abandonar de inmediato el pesquero. Para ello hay dos opciones: o que les permitan bajar de inmediato… o arrojarse al mar. Por eso cada uno de quienes vamos en esta misión llevamos un traje especial, como de astronauta, que permite flotar a la altura del pecho y es absolutamente impermeable. También tiene una suerte de “inflador”, y una luz de emergencia.
En apenas minutos estamos junto al pesquero. La recepción, por suerte, es amigable. Como una cortesía, el miembro de Greenpeace llevó unos knudels, fideos instantáneos y fideos de arroz. Los asiáticos ofrecerán pan, que más tarde será comido en el almuerzo en el Esperanza. Arriba, sabremos después, hay doce c (la oficialidad del barco) y ocho indonesios, que ocupan los puestos más bajos.
El resumen de lo sucedido lo da el hombre de Greenpeace que subió: “Todo salió bien, fueron amables y la operación fue grandiosa. Hasta nos ofrecieron té. Yo me quedé afuera, mientras Yang y Axel bajaban a ver las cámaras refrigeradoras donde guardan el pescado –escaleras abajo– y las condiciones en las que vivía la tripulación, que parecía en buenas condiciones, tenían teléfonos celulares. Desde que entré al puente de mando, salía con excusas como que me dolían las rodillas para rascarme la cabeza, señal que todo iba bien… ¡y me picaba mucho la cabeza! Algunos me mostraron que les llegaba la señal de wifi del Esperanza, una o dos rayitas. Y el Esperanza, en su mayor acercamiento, estaba a 300 o 400 metros de distancia. Se nota que no tienen comunicación con su familia desde hace tiempo. Fueron muy simpáticos. Hasta en un momento me agarraron y parecía que se me tiraban encima, pero se quisieron sacar una foto conmigo. El problema nuestro no es la gente que está sobre los barcos, sino las empresas que los mandan. Por lo general, si son barcos españoles, o rusos, no son tan amistosos.
–¿Era o no un barco fantasma?
–Tenemos una duda razonable. Ellos tenían apagado el AIS, y cuando nos acercamos lo encendieron. Es extraño, no es normal. Decían que era un buque refrigerador, pero se veía como un arrastrero. Es cierto que tenían poco pescado en la bodega. Luego, cuando chequeamos el nombre que tenia el barco en la proa en las bases de datos, no aparecía. Otra vez: cuando encendieron el AIS, no era el mismo nombre que está en las bases. Hay dos barcos con el mismo nombre: pero uno está acá, según ellos, y otro pescando en Ghana, África. Pero ellos dirán que el fantasma es el otro. Y si te vas a Ghana, dirán que es el de acá. Entonces, ¿cuál de los dos gemelos es el bueno?
En efecto, mientras ellos cumplían esa misión, los marineros del buque asiático nos sacaban fotos y pedían, desesperadamente, la clave de wifi del Esperanza, hasta con carteles. En la aproximadamente media hora que permanecimos a unos cien metros del pesquero, uno de los dos miembros de la tripulación del Esperanza que nos acompañó señaló que en el caso de haber encontrado un barco chino (algo habitual ya que es la mayor flota pesquera del mundo): “Ellos dicen que el gobierno chino aplica penas a los barcos que infringen las leyes, lo que no significa que aprueben lo que hacemos, eso es otra cosa. Pero para que no se pierdan las negociaciones, hablamos con la gente del barco, pedimos permiso para subir a bordo”.
–Este fue un acuerdo especial?
–No diría un acuerdo, más bien un pacto de caballeros. Mientras que hagan lo que dicen, chequear los barcos y penarlos, hablamos con ellos en buenos términos. Si no, los trataríamos en forma distinta.
–El Greenpeace real.
–Así es. Por eso antes de subir a los barcos se dialoga, se negocia, y cuando no hay más negociaciones, venimos y emprendemos una acción.
–¿También dialogan cuando van a hacer una acción (como colgar una bandera acusatoria, o como hicieron en el puerto de Montevideo, donde apuntaron una flecha gigante hacia varios navíos amarrados allí)?
–Si. Las acciones son la gota que derrama el vaso. Hasta ese momento nos comunicamos, negociamos, les explicamos lo que mal que está lo que hacen, pero la mayor parte del tiempo eso no les importa.
–Entonces, no son siempre tan amigables.
–La mayor parte del tiempo no.
Yang, en el almuerzo, le contaba a todos que lo que estaban comiendo era el pan que les regalaron. Según dijo, además de ese alimento, les ofrecieron pescado fresco para traer, lo que la pequeña delegación rechazó. Para él, los papeles estaban en regla. Algo que corrobora su compañera Wenjing Pan, de la oficina de Greenpeace en Beijing. "Nosotros sabíamos que existían dos barcos con el mismo nombre, uno en África y otro aquí, Encontramos este barco, le pedimos al capitán por radio si nos permitía abordarlos y hablar con ellos. Mi colega fue y pudo hacerlo. También comprobamos, de acuerdo a la documentación que nos brindaron, que el barco fantasma era el que pescaba en Ghana".
–¿Entonces por qué el AIS estaba desconectado?
–Eso es para que el resto de los pesqueros no tengan el dato de la zona donde están pescando. Lo hacen muchos barcos, porque los recursos en este momento en la zona son más escasos que en otros momentos.
–En el caso de encontrar un barco chino en infracción, ¿qué actitud tomaría el gobierno de su país?
–En los últimos tiempos, tomó una actitud muy seria con respecto a los barcos en infracción. Eso ayudó a que los IUU (Illegal Unreported Unregulated –los famosos "barcos fantasmas"– disminuyan su número. Pero aunque el gobierno se puso muy duro con ellos, todavía hay casos reportados. Eso se debe, en gran parte, a que la flota pesquera china es la mayor del mundo, con alrededor de tres mil barcos, y a veces las autoridades son sobrepasadas.