Se termina el show de Palito Ortega en el Luna Park. Recta final de dos horas y cuarenta y cinco minutos de música. Van 34 temas, y salta sobre el escenario al ritmo de un tema nuevo, Vale la pena vivir. Palito tiene 70 años: por su estado parece Mick Jagger. Y este recital es muy especial: presenta un nuevo disco, Por los caminos del Rey, grabado en Los Angeles, Nashville y Memphis. Está en su territorio: con su guitarra y el micrófono, lejos de la pelea mediática –que no rehuyó–, y feliz al fin.
De madrugada, en el backstage, el balance del Rey para GENTE: “Esto empezó con mi viaje a los Estados Unidos: en Los Angeles con músicos tan importantes como Rusty Anderson, que toca con Paul McCartney; en Nashville con los Memphis Boys, gente que no es fácil juntar. Para mí, este disco que grabé allá es un documento importante. Volví a mis orígenes, me sentí un adolescente otra vez. Estuve en la casa de Elvis y ahora sus músicos vinieron acá. Hay que pensar que, de los que empezamos, lamentablemente Sandro se fue, Favio también, y uno no sabe hasta cuándo Dios dispondrá que esté acá, disfrutando de la música, los amigos y la familia. Y que sucedan noches como ésta me hace muy feliz”.
Y, precisamente, abajo del escenario hay amigos y familia: Evangelina Salazar (que sube al final a recibir un beso, “pese a que tenía durmiendo a un nieto a upa y se me arrugó la falda”), sus hijas Julieta y Rosario (que cantó Del lado del corazón), sus nietos Dante y Helena, Oscar Martínez, Ana María Picchio, Leticia Brédice, Sergio Lapegüe –muy ovacionado–, Juan Alberto Mateyko –con su hija Rosa María–, el productor Héctor Cavallero, el músico Fernando Samalea y el director del Instituto Cultural bonaerense, Jorge Telerman.
Palito habla con la gente, recuerda a Troilo, a Spinetta (que recibe un insospechado y fuerte aplauso), comparte el momento con los cinco mil que llenan el Luna, con los 400 que compran su disco nuevo en los stands de la entrada, para alegría de Omar Santirosi, su socia Teresa Lema y el productor Nicolás Miguelez, que cumplen el sueño de traer a los invitados de honor, los Memphis Boys, la banda de Elvis Presley, de Johnny Cash, unos veteranos que tocaron con todos y todavía hacen emocionar: Bobby Woods, Reggie Young, Gene Chrisman, Bobby Emmons, y sus propios invitados, Tommy Hannun y Dave Roll.
Por supuesto, también están sus músicos de siempre, comandados por Lalo Fransen –guitarrista y amigo de fierro– y más invitados: el coro Gospel Joy, argentinos con cuerdas vocales que parecen paridas en Mississippi, y la armoniquista Natacha Seara.
Pero no, no es todo: con los acordes de Suspicious minds (clásico de Presley), aparece en escena John McInerny, “el último Elvis”. Como en un sueño, acompañado por los Memphis, rockea Blue suede shoes, y el Luna, con un promedio de edad de 55 años, salta a bailar. Le piden más, pero se va. En camarines, Ortega lo reta: “Hubieras seguido”. McInerny agradece: “Estaba bien, fuiste muy generoso. Pensar que en Fort Lauderdale, en los 80’, le pedí un autógrafo a Johnny Cash y hoy canté con músicos que lo acompañaron; es una emoción”. Y sí, ese sentimiento sobra el sábado 1º de diciembre. Como cuando sube Fernando Samartín para jugar a ser Sandro, pero en dúo con el Palito verdadero. Y luego, para que todo se venga abajo, Cacho Castaña, de quien Ortega dice: “En cuestión de mujeres, cuando Cacho llegó a la meta, el resto recién está doblando el codo”. Y cantan Café La Humedad y Sabor a nada, y Cacho le regala su chalina blanca.
En el back, los Memphis se van rápido rumbo al hotel Conquistador, donde estuvieron durante toda la semana. Bobby Woods, su líder, promete: “Tenemos que volver a la Argentina”. Palito les está firmando autógrafos a sus fans, y por eso no los ve irse. Queda como una columna, siempre ahí, Evangelina. Radiante como en Mi primera novia, película donde se conocieron. “La gente aún tiene esa imagen nuestra –dice–. Somos queridos porque nuestra pareja es como lo que la gente piensa de nosotros; no engañamos a nadie”.
–Lindo broche para cerrar un año movido, ¿no?
–Sí, fue una noche maravillosa, un show increíble. Está toda la familia contenta, tenemos muchas satisfacciones, estamos bien de salud, hay trabajo. Y lo de movido... sí. Hubo cuestiones familiares, como la neumonía de Ramón, la separación de Sebastián, que se hizo pública. Pero, ¿quién no tuvo problemas en su familia en algún momento? Somos gente normal, una familia como todas. Cuanto más grande sos, te das cuenta que la verdad son los afectos, los amigos, la familia y la lealtad, más allá del éxito.
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Llega Palito y asiente: “Sí, fue un año con vaivenes, con un final feliz. Pero lo más importante es la salud. Lo demás, aunque la vida te bombardee desde todos lados, se supera”.
Rosario, Evangelina, Ramón y Julieta. Las mujeres de Ortega dijeron “presente” en el Luna Park. La más chica, incluso, cantó con él.
Fin de fiesta: después de casi tres horas, Palito se despide con Vale la pena vivir.
Con su guitarra Gibson al hombro, y un look muy a lo Johnny Cash, Palito cierra la primera parte del show. Luego, firmó autógrafos para las fans que esperaron pacientes afuera del Luna Park.