El miércoles 25 de marzo Cristina Iglesias (40) y Ada, su hija de siete años, fueron asesinadas por Abel Romero en su casa de Monte Chingolo, partido de Lanús. El femicida las apuñaló y enterró sus cadáveres en el fondo de su casa. Dolores (21), la hija mayor de la mujer, puso al asesino contra las cuerdas y ayudó a que la Policía descubriera el atroz crimen.
"Te voy a amar, y me amarás / te amo sin principio ni final / y es nuestro gran amor, mi ángel de la eternidad / Te voy a amar y me amarás / te amo y es mi única verdad / y es nuestro gran amor, lo que nunca morirá”. Mientras suena la canción de Abel Pintos Sin principio ni final, vemos una serie de fotos de Dolores (21) con Ada, su hermanita de siete años. Imágenes de la bebé recién nacida, besos, sonrisas, momentos alegres, vueltas en calesita, ceños fruncidos, almuerzos con hamburguesas, un abrazo en la puerta del Club Atlético Lanús, donde Dolores juega al handball. Todo esto forma parte de Hermanas inseparables, un clip lleno de amor que bien podría ser el video del cumpleaños número ocho de la pequeña. Pero esta historia no tiene un final feliz. Ése es el video que Dolores subió a su cuenta de Instagram para recordar a su hermana y a su mamá, dos mujeres que el miércoles 25 de marzo fueron asesinadas en su casa de la calle Domingo Purita al 4000, en Monte Chingolo, partido de Lanús…
UNA CRÓNICA TERRIBLE. Esa noche, luego de haber tomado unas pastillas de Rivotril y de haber fumado marihuana, Abel Romero (26), pareja de Cristina Iglesias (40), discutió con la mujer y le pegó un mazazo en la cabeza. “La sangre saltó por toda la habitación, incluido el techo. Había rastros en el colchón, en las sábanas, en las paredes, en los muebles”, cuenta Dolores, hermana de Ada, quien salvó la vida porque hace un tiempo se mudó a la casa de su abuela materna. Acto seguido, el hombre tomó una cuchilla y le asestó a Cristina siete puñaladas. Minutos después fue hasta la otra habitación, se acercó a la niña que dormía en su cama y le clavó la cuchilla en el cuello. La vida de Ada se fue apagando lentamente mientras se ahogaba en su propia sangre. Ya muerta, la apuñaló otras dos veces. Luego tomó una pala, envolvió los cuerpos en una sábana, los arrastró hasta el fondo de la casa y los enterró. Puso en marcha el lavarropas y puso la ropa de cama y los peluches ensangrentados de Ada. “Hizo un pozo bien profundo, tiró los cuerpos y luego le puso tierra, después cemento, piedras, y tapó todo con otra capa de tierra”, relata Dolores.
SIN CONSUELO. A pesar de que no vivía con su mamá y su hermana en el hogar donde ella nació, Dolores hablaba con ellas todas las mañanas. Como la casa de su abuela queda a quince cuadras, para respetar la cuarentena por el coronavirus se comunicaban por videollamada. Cuando el jueves llamó a su mamá no la atendió, y después recibió respuestas extrañas. Entonces, Dolores le pidió a su novio que la acompañara para ver qué pasaba. Cuando ingresó, la casa estaba vacía. Se dirigió al fondo y le llamaron la atención dos cosas: las sábanas recién lavadas y mal colgadas –algo que jamás haría su mamá– y la tierra revuelta en el fondo. Salió a la puerta y les preguntó a los vecinos, sin suerte. Al entrar nuevamente se le ocurrió revolver las bolsas de basura. Allí descubrió algo más extraño aún: “Además de ropa de mi hermanita y cosas de mi mamá, estaba la foto de mi hermanito, un bebé que murió a los cuatro meses de vida. Ella amaba ese recuerdo, jamás lo hubiese tirado a la basura. Y cuando vi que estaban todos los zapatos y zapatillas de mi hermanita, me di cuenta de que algo estaba mal”, narra la joven.
Cuando Abel llegó, les dijo a Dolores y a su novio que “Cristina y su hija se habían ido con otro hombre en un auto”, pero cuando le pidieron que los acompañe a hablar con los vecinos, llegó hasta la esquina y se fue corriendo. Hicieron la denuncia. La Policía Científica se hizo presente y cuando derramaron el luminol con el agua oxigenada, habías rastros de sangre por toda la casa. El viernes por la noche, Romero fue detenido en Rafael Calzada, cuando la Policía lo vio deambulando en pleno aislamiento social obligatorio. Al día siguiente fue indagado por el fiscal Jorge Grieco, el abogado Mariano Lizardo –quien representa a la familia– y la doctora Paula Ojeda, especialista en violencia de género. Luego de inventar distintas historias, Romero confesó el doble femicidio y dijo dónde había enterrados los cuerpos.
“Cuando estaba mal pensaba en vos y en el futuro que querías que tuviéramos: eso de vivir juntas para cumplir esa promesa que nos hicimos: ‘Hermanas para siempre’… Siempre intenté cuidarte e hice hasta lo imposible para conseguirlo, pero esta vez siento que te fallé. Perdón por no poder cuidarte, por no poder tenerte conmigo, como siempre queríamos las dos. Mi hermanita menor, mi bebé, mi hijita… No hay persona que te haya conocido y que no te quisiera, o que no tenga buenos recuerdos tuyos. Vos eras puro amor… Que descanses en paz”. Las palabras de Dolores siguen conmoviendo hasta las lágrimas.