Quizás el verdadero milagro sea éste: en el salón Libertador del Sheraton Hotel hay unas 900 mujeres –el 90 por ciento de quienes asisten a la charla-taller de Brian Weiss (63) lo son–, y el silencio es total. La mayoría parece estar en trance. Algunas ponen los ojos en blanco y abren la boca como si bostezaran, otras dejan las sillas para recostarse en la alfombra en busca de comodidad.
Sólo se escucha en la semipenumbra, la voz monocorde de este gurú de la reencarnación, apenas matizada con música new age, que les pide que se aflojen la ropa, que se relajen, y cuenta “4... 3... 2... 1...” y luego que busquen un recuerdo de cuando eran niñas, que “vean” una pradera verde; más tarde redobla la apuesta, y quiere que regresen al útero, y así, lentamente, hasta atravesar lo que él llama “la puerta”... y de ese modo poder rememorar una vida pasada. Al regresar de esta suerte de hipnosis colectiva, Weiss pregunta quiénes han llegado al otro lado: la mitad levanta la mano. Asombroso.
En la primera fila lo sigue, con atención, la impulsora número uno que tiene el psiquiatra norteamericano por estas latitudes: Susana Giménez, que acompañó a su hija, Mercedes, otra incondicional de Weiss. Un rato antes, estuvieron a solas en una suite, con GENTE como único testigo del encuentro. Y la diva, frente a él, lanzó una íntima confesión: Weiss talló donde ni Jorge Rama, ni Jorge Rodríguez, ni Carlos Monzón, ni Ricardo Darín ni nadie llegó: “Lo conocí en el ’99, en Miami, cuando editó Muchas vidas, muchos maestros... Este hombre me cambió la vida, me ayudó a perder el miedo el muerte. Cuando volví al país, le empecé a contar a todo el mundo sobre él. Es un gran psiquiatra, un hombre de mucha paz, y además tiene mucho humor”.
En el taller del Sheraton, Susana apenas llegó a visualizar “a alguien de la rodilla para abajo, que tenía como unas sandalias romanas, con cintas”. Pero la diva cree fervientemente en la reencarnación. “Desde chicos nos inculcan el miedo a la muerte. Porque estamos con aquello de ‘ojo que viene el cuco’ o ‘el que te tira de las patas.’ ¡Qué horror, se murió! La gente entonces llora... En cambio, habría que inculcarle al chico que todo el mundo se muere, que morir es parte de la vida, ¿entendés? Uno siempre piensa que todos se van a morir, ¡pero yo no! No tengo dudas de que hay un más allá. No puede ser todo tan corto, tan sufriente. En realidad, la vida tiene momentos fantásticos pero, para la mayoría de la gente, es muy dura y no puede ser que las cosas sean tan breves, tan así. Esta vida tiene que ser o un aprendizaje o algo que estamos pagando... Es la explicación del bien y del mal de una vida anterior en la que, si fuiste una mala persona o un asesino, vas a pagar tus culpas en esta existencia de ahora”, señaló en una entrevista hace poco.
Y aunque no lo logró con Weiss esta vez, ha logrado ver a “las Susanas” que fue en otras épocas, como alguna vez declaró: “Yo creo en la reencarnación. Fui egipcia, y en otra vida viví en Roma. Sé que tuve varias encarnaciones. En la Colonia también habré estado, porque me superan las cosas coloniales. Me encantan. Y me ha pasado en Roma que al ver un lugar supe que ya había estado ahí antes”. También le sucedió en Egipto, adonde viajó en el ’93: allí dijo que en otra vida tal vez haya sido Nefertiti.
La charla del domingo 26 de abril –que duró cinco horas– no fue la única actividad de Weiss, que se presentó ante una sala colmada en la Feria del Libro el día anterior para promocionar sus obras Eliminar el estrés, Los Mensajes de los Sabios y Muchas Vidas, muchos Maestros (de Ediciones B). La diferencia entre ambas, a favor de las mil personas que pagaron 120 dólares para escuchar a Weiss el domingo (en su entorno cuentan que cobra apenas 150 dólares por una sesión privada en Miami), fue esa meditación masiva en busca de sus vidas pasadas. Y una experiencia donde dos o tres desconocidos se intercambiaban objetos personales, meditaban, y luego describían qué habían “visto” del extraño a través de un collar, un reloj o un pañuelo. Una señora aseguró que observó cómo la tanza del collar que le habían prestado se hacía finita y se convertía en “nubecitas”, y lo asoció con cierta angustia que viviría su ocasional partenaire. Por las dudas aclaró –entre las risas de ella, el público y el propio Weiss–: “Les juro que no fumé nada...”
Y además de Su, hubo más invitadas famosas: Lucía Galán –con su amor, Pablo Alarcón–, Leonor Benedetto, Ginette y Madeleine Reynal, Reina Reech, Gabriela Arias Uriburu, Tini de Bucourt y hasta el naturópata español Txumari Alfaro. Algunas –como Arias Uriburu– ya lo conocían: “Almorcé con Weiss hace unos años en la casa de Bernardo Neustadt. Lo conocí a través de un libro suyo que me dio Yolanda Pulecio, la madre de Ingrid Betancourt, cuando yo estaba embarazada de Zahira. Con él, visualicé alguna vida pasada, en una meditación me encontré con mis hijos. Más que creer, esto es experimentar”.
Pero de Ripley fue lo que sucedió con Ginette Reynal. Emocionada, contó que “me vi en un circo antiguo, era una ecuyère, y adelante, en el caballo, iba Miguel (Pando, su marido). Lo más sorprendente fue que a mi lado estaba mi hermana Madeleine, ¡pero era un hombre!”. ¡Chan!
Susana con Weiss en el Sheraton Park Tower, antes de la charla donde el psiquiatra hizo entrar en trance a mil personas durante cinco horas.
Pablo Alarcón, su novia Lucía Galán (ambos con los audífonos para la traducción) Susana y Mecha, su hija, atentas a las palabras de Weiss.
El Salón Libertador del Sheraton estuvo a pleno. Fueron cinco horas, con un intervalo de 45 minutos, y no voló ni una mosca.