Hay 3 salas en el velatorio. Tras subir las escaleras, una puerta cerrada es el lugar donde familiares y varias referentes de diferentes organizaciones del colectivo LGTBQ y feministas escuchan atentas al cura que despide a las tres mujeres que fueron asesinadas por ser lesbianas.
El féretro de Roxana Figueroa está de un lado, al centro, el de Pamela Fabiana Cobbas y del otro lado está el de Andrea Amarante. Una persona casi no se despega de este último, es Sofía Castro Riglos, su pareja y la única de las cuatro que sobrevivió al feroz ataque que ocurrió en la calle Olavarría al 1600 a principios de mayo. Una de sus manos está tapada con una venda, en su cara y en la otra mano se ven rastros del fuego, hoy en cicatrices. Las lágrimas corren por sus facciones mientras escucha atenta las palabras del cura. "A Dios les pedimos también que se haga justicia por su partida", dice cuando termina la misa. El llanto y los alaridos suceden ese instante, es hora de despedirse.
A un mes y medio del terrible suceso en la pensión en Barracas, se realizó el velorio conjunto de Andrea, Roxana y Pamela, las tres víctimas que murieron luego de ser quemadas por Justo Barrientos, un vecino que vivía en la misma pensión que ellas y que hoy se encuentra procesado con prisión preventiva por el Juzgado N°14.
"Hasta el momento, hay un procesamiento que fue confirmado por el juez de homicidio agravado, en el caso de las tres mujeres lesbianas fallecidas, y lesiones graves, en el caso de Sofía. Ese auto procesamiento fue confirmado por la Justicia, pero nosotros consideramos que el agravamiento que presenta el juez, que es alevosía y peligro común, no son los agravamientos que corresponden porque esto fue un crimen de odio y hay que visibilizarlo como tal. Presentamos, tanto las organizaciones como la familia, querellas para reclamar que esto sea reconocido como un lesbicidio, un crimen de odio, que está tipificado en el artículo 80 del código penal", dice, a Revista Gente, María Rachid, titular del Instituto contra la Discriminación de la Defensoría del Pueblo.
Y suma :"Todavía no hubo respuesta de la Justicia pero presentamos los argumentos. Tanto la defensoría del pueblo de la ciudad de Buenos Aires como las organizaciones estamos acompañando a las familias. Por un lado para reclamar justicia y, por el otro, por todo lo que implica esta pérdida y la forma en que sucedió".
En la misma sala están la hija de Pamela y el hijo de Roxana, acompañado por Marisa, la expareja de su mamá. Solo hay lágrimas en esos ojos. Se acercan a darles el último adiós. Primero él, después ella. Minutos más tarde una caravana escolta los cuerpos al cementerio de Chacarita.
Una caravana que pide justicia
Las banderas LGTBQ flamean de una decena de autos que recorren la distancia hasta llegar a la capilla donde se celebrará otra pequeña misa. Los tres coches fúnebres abren sus baúles y dejan ver los féretros. Más pedidos de justicia, más lágrimas. Sofía es sostenida por otras chicas. Ella reza, llora y asiente cuando escucha los nombres de las tres mujeres con las que compartía la habitación en la pensión de Barracas. Sabe que ella podría estar en ese lugar de no ser por Andrea, su pareja, quien se interpuso entre ella y Justo, el vecino que quemó las cortinas, el cuarto, los cuerpos. Lo sabe y por eso abraza cada una de las mujeres que piden justicia.
"Creo que es necesario visibilizarlo, hay muchos discursos de odio contra la diversidad últimamente y esos discursos de odio van a generar más crímenes de odio y eso es lo que nos preocupa", sostiene Rachid.
La bandera de la colectividad adorna el piso mientras se escuchan las palabras del cura que imagina un cielo sin violencia ni discriminación. La hija de Pamela espera adentro del auto, no quiso participar de esta nueva misa. Las compañeras de las organizaciones levantan carteles: "Fue un crimen de odio, las mataron por lesbianas"; "Justicia por Pamela, Roxana y Andrea". Alguien corrige al párroco que lee Mercedes en lugar de Roxana, el mismo error que cometieron en la sala velatoria con la placa que se lee en el auto.
"El compromiso es con la vida de miles de personas que hoy no gozan de sus derechos y, particularmente, con Sofía, y con quienes hoy despedimos que fueron víctimas de lesbicidio, por su identidad de género. Seguimos denunciando que esas vidas valen y que el Estado debe hacerse presente para que todas tengan las mismas oportunidades. También vinimos a repudiar los discursos de odio que se expresan de la manera más terrible", dice, a Revista Gente, Raquel Vivanco, integrante del Observatorio de las violencias de género.
Los tres coches comienzan la marcha hacia el sector 4, lugar donde serán enterradas las tres mujeres. Atrás, arranca la caminata. Canciones de Sandra Mihanovich y Celeste Carballo son entonadas por integrantes de las organizaciones, quienes junto a Sofía y la expareja de Roxana sostienen la bandera. Un poco más atrás está Tiziano, el hijo de Roxana, y el hijo de Marisa, la exnovia de su mamá. Se escuchan charlas entrecortadas donde cuentan que lo peor de todo fue que la noticia de lo que había pasado les llegó tarde y no lograron ir al hospital a acompañarla en sus últimas horas.
"Lo más triste es que era tarde cuando nos enteramos", se escucha decir a uno de los jóvenes. El clima es gélido y cada tanto los coches frenan. "Hay muchos servicios", dice uno de los que dirige la caravana. Sofía no está nunca sola, la rodean otras mujeres que le acercan agua, la contienen, la abrazan. "Sofía está siendo acompañada por las organizaciones de lesbianas y lesbianes, se han organizado inmediatamente para acompañarla en todo lo que necesite", cuenta Rachid.
Hoy, Sofía está asistida por un dispositivo de acompañamiento interdisciplinario, integrado por: la Defensoría LGBT, un equipo territorial del Hospital Laura Bonaparte -institución de referencia en salud mental-, las organizaciones Yo No Fui, No Tan Distintes, y la Asamblea de Barracas.
Soy como soy: el último adiós
Se escuchan las estrofas del clásico de Mihanovich, preguntan por los familiares de las víctimas. Se reparten unas estampitas a cada uno. Está el hijo de Roxana, el hermano de Pamela, que se sumó a la despedida junto a su hijo en la Chacarita, y Sofía. Hay una chica que casi no puede sostenerse y que no quiere acercarse, espera y observa desde lejos. Su mamá, Pamela, fue la primera en morir, el día después del incendio.
El primer féretro que es enterrado es el de Andrea. Sofía dice unas palabras y tira flores. La mirada está puesta en esta mujer que salió del hospital Penna hace unos días y que se recupera de las quemaduras. Aún no declaró, su abogada, Gabriela Chiqui Conder, dijo que lo hará el 30 de julio. Pero, según se ha reconstruido, su novia, de 42 años, fue quien la salvó. Andrea murió a los 5 días del incidente. La extrabajadora de la salud perdió la vida en el hospital Penna, donde encontraron que tenía el 75% de su cuerpo quemado, con las vías respiratorias comprometidas.
El frío y el viento con aires polares congelan esos instantes. Llega la segunda despedida, la de Roxana. Su hijo y su expareja no se mueven de su lado. Ella fue la que llegó al hospital en condiciones más dramáticas: tenía el 90% del cuerpo herido por el fuego y murió a los dos días.
Por último es el turno de despedir a Pamela. Su hermano y sobrino se acercan. Su hija mira a la distancia. Sofía pone flores sobre los féretros de las otras dos mujeres con las que compartía el cuarto. Nadie se mueve, la gente se queda como petrificada intentando entender cómo seguir. De repente se arma una ronda que rodea a las tres mujeres que ya yacen bajo tierra. Se trata de un abrazo simbólico. Se escuchan sus nombres acompañados de la palabra presente.
Los familiares se dispersan. Tiziano tiene las estampitas con el nombre de su mamá. Las reparte. De repente la ve: allá está Sofía. Va hacia ella, se funden en un abrazo y se escucha: "Tu mamá siempre hablaba de vos". Intercambian teléfonos y se despiden. Después de un mes internada, la única sobreviviente continúa en recuperación en un departamento alquilado con el apoyo de la comunidad. Tanto ella como las tres chicas estaban en una situación de emergencia habitacional cuando fueron atacadas.
Mientras los carteles piden justicia, de ser juzgado por homicidio agravado por ensañamiento y alevosía, Barrientos podría ser condenado a prisión perpetua.
Fotos: RS