La mesa está servida. Un vodka doble con hielo, una cerveza y un atado de cigarrillos light. No necesitan más. Bernard Fowler (48), el coro rastafari de los Rolling Stones desde 1984, acomoda su 1,97 de altura en un pequeño sillón del restó Soul Café y aguarda la llegada del dueño. Neoyorquino, criado en medio de coros de gospel y salsa, Fowler se hizo camino en la música a los 16 años, cuando un amigo descubrió su poderosa voz. Después, la suerte y el destino hicieron su parte. Lo invitaron a un estudio de grabación y cuando llegó, fue el mismo Mick Jagger quien lo recibió.
Así grabó su primera participación en el disco She is the boss (1985), del inglés. Desde ese momento, su paso por la “realeza del rock” –como le gusta llamar a los Rolling Stones– es historia conocida. Aunque no tanto como su decisión de lanzarse, a mediados del 2006, como frontman, con su disco Friends with privileges.
Y mal no le fue: en medio de los 147 shows que realizó por el mundo junto a la emblemática banda durante el Bigger Bang Tour, hizo su propia gira europea, con más de 50 presentaciones. Aunque su ambición no terminaba allí. “La Argentina es un país especial. Cada vez que los Stones venimos, la gente nos demuestra mucho cariño. Entonces pensé lo siguiente: ¿Por qué no arriesgarme? ¡Let’s go!”, explica el intérprete, compositor, tecladista, percusionista y productor. Y al instante aparece en escena uno de los motores que generaron la llegada del americano a nuestro país: Fabián Von Quintiero (41), reciente ex bajista de Ratones Paranoicos, a quien conoció durante una clásica fiesta stone, el 14 de febrero de 1995, luego de un show del Voodo Lounge en River. “Es momento de que se sepa… ¡Bernard es el verdadero dueño del Soul! (grita entre risas el Zorrito). Cuando me enteré de su deseo por venir, me puse en campaña. Además, era el aniversario de mi restó… ¿Qué puede ser más importante que tocar con él en un lugar donde admiramos la música soul?”, explica Von Quintiero, y agrega: “Yo lo respeto mucho porque no es un cantante: es un músico de alma. Sabe lo que quiere cuando entra a una sala de ensayo y sabe transmitir talento en cualquier escenario”, redondea Fabián mientras zapea, con Bernard, If you want my body, de Rod Stewart, y My forbidden lover, de Chic. Pronto, le dejan lugar a las preguntas de GENTE.
–¿Cómo fue la experiencia de venir a tocar en nuestro país, Fowler?
Bernard: Vine con los ojos vendados, tomando el desafío de no saber qué era lo que iba a pasar, y ahora parto de otra manera. Algo bueno pasó. Toqué con gente que está abierta al conocimiento, porque no se puede aprender si no se está abierto. Algunos dicen que cuando ensayo soy un poco obsesivo con los detalles, pero yo sólo busco lograr lo mejor de cada uno. Si había un error, los retaba. ¿No me crees? Pregúntale a Fabián... Yo únicamente me siento libre cuando canto. El escenario me libera, y eso me encanta transmitirlo.
Zorrito: El pisó la Argentina con un objetivo, y se va con la sensación de que acá también se rockea. En la Argentina no sólo se tiene técnica: se toca con onda. Bernard es el precursor de algo muy importante, ya que por primera vez un artista de los Stones se anima a armar algo con distintos músicos de un país, como Ramiro Gómez (ex guitarrista de Sisse), Carlos Sánchez (ex baterista de Celeste Carballo), Omar Serna (ex tecladista de Los Gunsters), Gonzalo Lattes (guitarrista).
Bernard: Tomé un riesgo. Nunca había tocado con ellos antes, no sabía cómo eran. Yo podría haber traído a mis músicos, pero no es lo mismo. Creo que además les mostré cómo se puede tocar, con pasión, varias veces una canción.
–También se dieron el lujo de codearse con Charly García, nada menos…
Bernard: A él lo conocí igual que a Fabián. La noche que nos presentaron nos reunimos en mi habitación a hablar de música. Nunca lo voy a olvidar: estuvimos hasta el mediodía del otro día. ¡Charly es brillante! La semana pasada, al terminar nuestro último show en Jack Flash, de Martínez, donde tocó con nosotros, nos fuimos juntos a su estudio y pasó lo mismo: estuvimos toda la noche trabajando en una maravillosa canción. Yo soy una rata de estudio, me gusta pasar el tiempo ahí, y más si lo hago con alguien como Charly, que te muestra caminos diferentes para alimentar el alma. Fabián me había avisado que él quería grabar algo, pero me dejó en la puerta del estudio y partió.
Zorrito: Tenía que acercar a los chicos al colegio.
Bernard: ¡Me abandonaste!
Zorrito: Acostumbro a llevarlos al colegio. Todavía son chiquitos…
Bernard: ¡Fue un chiste, el mío! Tengo tres hijas de dos matrimonios y te comprendo. En fin, con Charly grabamos el tema They can’t get no satisfaction!, y salí de su estudio diciendo: “¡Es fucking good!”. No me podía negar al Dios del Rock Argentino.
Zorrito: Sabía lo que iba a suceder. Mi primer ensayo con Charly duró 20 horas. Trabajé diez años con él, lo conozco. Es muy generoso con los músicos.
Bernard: En serio, me llevo la mejor impresión de la Argentina.
Zorrito: Desde luego, hermano, porque te diste cuenta de que en nuestro país no sólo hay fútbol, asado y minas… También hay rock.
“No es un cantante: es un músico de alma”, pondera el Zorrito a Fowler, quien, como broche de oro tocó, con Charly en Jack Flash, de Martínez, justamente el tema stone Jumping Jack Flash.
Su primera presentación, en La Trastienda. Allí Bernard y Fabián no sólo tocaron temas del flamante disco del cantante, sino también covers de cuando los Rolling visitaron nuestro país en 1995.
Se conocieron en 1995, cuando Jagger y cía. presentaron aquí el Voodo Lounge Tour. “¡El verdadero dueño del Soul Café es Bernard!”, bromea Fabián.