Las recientes inundaciones que azotaron Valencia dejaron devastadas a varias comunidades de la región española. Las personas fallecidas superan las 200 y se registran más de 2500 de llamadas de familiares buscando a los desaparecidos. La desesperación a esta altura es total. Zonas rurales y urbanas quedaron bajo el agua, con cientos de viviendas, comercios y automóviles destrozados.
Las repentinas y abrumadoras lluvias (también llamada catástrofe metereológica DANA), que en Valencia suele ser estacional entre septiembre y octubre, fue desastrosa este año. Mientras el pueblo se pregunta “qué falló” para que se produzca la tragedia, Aldana Iglesias, una argentina que se encontraba en la zona durante las inundaciones, comparte con Revista GENTE su experiencia y testimonio de lo ocurrido.
Solo en unas horas, cayó el equivalente a un año de lluvias y eso hizo que ríos y embalses se desbordaran de forma inesperada. “Eso fue bajando como para buscar el mar y terminó provocando semejante desastre", relata la psicóloga porteña que asegura que todo lo que vivió fue, por momentos, “una sensación de irrealidad”.
A través de fotos y videos que Aldana comparte con este medio puede verse documentada de manera impactante la magnitud del desastre, pero también la respuesta de la comunidad local y extranjera ante la emergencia. Como Iglesias, cientos de voluntarios pusieron el cuerpo para asistir a los damnificados, ayudar a sacar agua de las casas y rescatar “lo que se podía”.
La infraestructura también sufrió un duro golpe: trenes inoperantes, autopistas y carreteras colapsadas, y servicios básicos interrumpidos. Las vías del tren quedaron destruidas en varios tramos, obligando a suspender los viajes y dejando a miles varados. Las autopistas A-7 y AP-7 fueron cerradas en varios puntos debido a los derrumbes y la acumulación de agua y barro. Además, pueblos enteros quedaron incomunicados por días, y la falta de electricidad afectó a miles de hogares.
"Ahora estamos pudiendo viajar a Madrid, justamente algunos de nosotros nos volvíamos a Argentina el viernes y por todo lo que pasó tuvimos que cambiar el vuelo para hoy (lunes 4 de octubre), porque las vías del tren están destruidas”, relata la terapeuta mientras aguarda a que sea su turno de subirse al avión.
Iglesias señala que muchos lugares no estaban preparados para una inundación semejante, ni siquiera lo tenían previsto. "La gente estaba haciendo su vida normal, porque casi ni llovía, entonces semejante magnitud agarró a todo el mundo de sorpresa", explica quien residía en la parte más céntrica de la ciudad. El desastre se dio en una serie de pueblos más alejados, adonde Iglesias viajó junto a un grupo de voluntarios.
Al menos en el corazón de la ciudad, algunas infraestructuras previas ayudaron a mitigar el impacto: "En Valencia no pasó nada porque hay una obra que hicieron por una inundación que hubo en el ‘57, que desviaron el cauce del río y eso fue lo único que nos salvó a nosotros”.
La falta de alerta temprana también complicó la situación. "El martes empezamos a ver algunas noticias y demás, pero no nos dábamos cuenta para nada de la magnitud. Recién a las 8 de la noche nos llega a los teléfonos la alerta general”, relata. Los días siguientes fueron más caóticos y ya el viernes las condiciones empeoraron con fuertes vientos y más lluvias, “lo que llevó a que muchas personas buscaran refugio y ayuda”.
El fin de semana (por el que pasó) fue crucial para la respuesta comunitaria. "El viernes fuimos a un refugio, porque la mayoría están lejos de la ciudad (a veinte minutos a pie desde la capital, ya empezaban a verse signos del desastre) y estaban destruidos”, describe la psicóloga.
Además, ella y sus compañeros de viaje asistieron a algunos damnificados en Massanassa, un pueblo afectado por las inundaciones. “Ayudamos a limpiar casas. Estaba todo lleno de barro, las paredes, todo… Tirabas agua y seguía saliendo el barro a la calle. Fue todo muy triste, mucha basura por todos lados y los autos destruidos”, relata.
También cuenta cómo un secador de piso que le había llevado una amiga desde Argentina hizo más fácil la tarea: "Acá usan mopa, no utilizan trapo de piso como nosotros. Hasta un señor nos preguntó de dónde lo habíamos sacado porque necesitaba algo similar".
Y agrega, aún conmovida: “Creo que ninguno de los que no lo sufrió en carne propia fue realmente consciente de lo que estábamos viendo cuando fuimos a ayudar. Era muy difícil entender cómo podían estar los autos encimados de esa manera y la cantidad de gente que falleció”.
Las imágenes y videos capturados no sólo muestran la destrucción física sino también el espíritu resiliente de la comunidad valenciana. A medida que Valencia trabaja para reconstruirse y recuperarse de este desastre natural, las historias de quienes estuvieron presentes ofrecen una perspectiva humana y conmovedora de los desafíos que se vieron obligados a enfrentar.
Mientras los reyes de España Felipe VI y Letizia Ortiz debieron poner la cara (y soportar los abucheos) ante el desastre (y la huída del primer ministro Pedro Sánchez), las lluvias torrenciales ya se desplazaron a Barcelona y Cataluña. "La gente está muy enojada, no tanto con ellos -los royals– sino con el presidente de la comunidad valenciana (Carlos Mazón) y el presidente del país", comparte Iglesias, que recalca la importancia que está teniendo en estas horas la atención psicológica gratuita, como la que brinda ella.
Fotos y videos: gentileza Aldana Iglesias.