Me acuerdo bien cómo fue el día que me fui de casa... Veníamos de un viaje a Nueva York. Ya estaba todo muy mal desde hacía tres años. Peleamos, me dice ‘¡andate!’. Agarro un bolso y me obliga: ‘Deciles a las nenas que nos separamos’. Le contesto: ‘Esperá, todavía no sabemos qué va a pasar’. ‘No, no, decíselo a las nenas’, me insiste. Fue el momento más duro de mi vida. Sentarlas y decirles que me iba, ver las lágrimas de mis hijas... Hasta hace muy poco pensaba que lloraban por la separación. Pero en este último viaje que hicimos a Positano, una de ellas me dijo que lo hacían porque no se querían quedar en esa casa. Lloraban porque se querían ir conmigo, porque tenían miedo... Pero en esa oportunidad no llegaron a decírmelo. Recién hoy, casi dos años después, me pudieron expresar que el temor era quedarse ahí... Y te cuento esto de manera suave... Ahora tengo otra visión de ese llanto. No era de pena: era de miedo. En ese momento no me di cuenta que me decían ‘llevame’”.
Por primera vez en su vida, Jorge Rial (51) abre las puertas de su hogar. Y contará lo que nunca respecto a su traumática separación de Silvia D’Auro, su esposa durante 22 años, con quien decidió adoptar a Rocío (14) y Morena (13) cuando eran bebitas. Dirá lo que sufrió en soledad y relatará sorprendentes detalles, inéditos y dolorosos, de su ruptura y de la forma en que eran tratadas sus hijas. Ahora camina por el living de su piso del Bajo Belgrano en pijama, con todo lo que eso significa en la intimidad de un personaje. No es todo: Mariana Antoniale (24) luce un baby doll negro compuesto de shorcito y remera de satén. Rocío (14), la hija mayor, está chocha con sus gafas transparentes de tono fucsia, y Morena (13) anima la mañana a puro cuarteto, su música preferida. Primero suena Chipote, y luego Pipí Cucú, el hit de Damián Córdoba, y la menor del clan acompaña el ritmo con pasos cortitos. Y de repente comienza la guerra de almohadas. Se respiran aires de nueva familia, feliz, con buen clima, cordialidad, sonrisas y muy buena onda. Todo luce impecable en el confortable departamento del conductor, más allá del divertido combate reciente: la cocina con bodega incluida, los coquetos cuartos de las nenas, el del periodista y Mariana (lo único que se preserva de las fotos). Jorge retira un Cohiba de su humidor, se acerca al balcón corrido que tiene una exquisita vista al Campo de Golf, y arranca la charla. Está feliz, porque el jueves 8 de agosto se firmó –en salas separadas del Juzgado en lo Civil Nº 76– un acuerdo integral de concesiones, solucionando legalmente la división de bienes y la separación de la pareja, paso previo al divorcio, que saldrá en breve.
–¿Te divorciaste? ¿Ya está?
–En realidad firmamos un acuerdo marco, que deberá ser refrendado ante la Justicia. Ahora hay que esperar, pero por suerte pudimos resolver el tema.
–¿Tuvieron un cara a cara en Tribunales?
–No, no. Nos manejamos a través de abogados. Hace meses que no tenemos contacto. Los profesionales hicieron un gran laburo: Bernardo Beccar Varela, que manejó toda la parte de familia, y Rafael Cúneo Libarona, que se ocupó de lo civil y penal. Dos amigos.
–¿Se logró casi en tiempo récord?
–Hubo buena voluntad, pero en el medio pasaron cosas que no tendrían que haber ocurrido. Lo que debió haber sido una determinación tranquila y de adultos, se complicó. La famosa nota de Noticias ensució mucho todo. Y, además, terminó con un procesamiento por chantaje para mi ex. Pero la Justicia tomó esa resolución, y hay que respetarla. El divorcio se tendría que haber dado naturalmente, porque ya no quedaba nada entre nosotros.
–¿Tuviste que ceder más de lo que tenías previsto?
–Lo que correspondía... La verdad, para rearmar la vida no hay precio. Nunca le puse precio a esta posibilidad de volver a armar mi presente y mi futuro. Menos aún a la felicidad de mis hijas. Y a la mía con Mariana. Quería cerrar velozmente esa etapa.
–¿Fue muy duro lo previo al acuerdo?
–Los abogados se pelearon entre ellos. Yo era más flexible. Del otro lado intentaban obtener más... Quien quería llevarse la parte económica lo hizo, y yo, que deseaba lo sentimental, me lo llevé. Obtuve el mayor logro de mi vida hasta ahora... Te repito: había división de bienes por un lado, y de sentimientos por el otro. Uno se quedó con lo material. Yo con los sentimientos. Estoy muy feliz.
–¿El acuerdo es inmodificable?
–Todavía no, porque faltan audiencias y tiempos legales, pero está firme la voluntad de los dos. Está claro que yo ya rearmé mi vida –no sé del otro lado–, pero mi voluntad es esta vida, yo la elegí. Se me cruzó esta oportunidad y no la voy a dejar por nada.
–¿Sufriste mucho la etapa anterior?
–Sí... Pero el tiempo te va acomodando, te vas sacando mochilas. Y lo que hace dos años me parecía un túnel donde no veía una luz, hoy me parece una tontería. Pero no tengo de qué reírme. Puedo ser condescendiente con algunas cosas, porque si me quedo pegado no salgo de ahí. Quería que cada uno pudiera pensar su vida y punto.
Leé la nota completa en la última edición de Gente.
En el living de su piso del Bajo Belgrano, Jorge, Morena, Mariana, Rocío y Rusty, la mascota de la familia, se abrazan fuerte: “Nos amamos mucho; siempre hacemos las cosas de a cuatro”.
Cada mañana, mientras Morena y Rocío se preparan para ir al colegio, desayunan todos juntos. Jorge prepara las tostadas y Mariana elige las frutas: su preferida, la manzana. En todo momento comparten sonrisas y mucha alegría. Luego el periodista parte hacia radio La Red, donde conduce Ciudad GotiK, de lunes a viernes de 9 a 12 horas. La modelo de Leandro Rud va al gimnasio y luego cumple con los desfiles que figuran en su poblada agenda.
Mariana con campera y Jorge con saco de cuero, ambos de Agustino, la nueva marca de ropa que el conductor tiene con su socio, Gustavo Arce, previo a salir a cenar, mimosos y románticos.