En un remoto rincón de la Cordillera, donde el viento corta como cuchillos y la nieve pinta de blanco gran parte de la tierra, se gestó un encuentro que trasciende el tiempo y la memoria. Fue cuando un arriero de la región, Sergio Catalán, se cruzó en el camino de dos de los sobrevivientes de la tragedia de los Andes, Nando Parrado y Roberto Canessa.
El encuentro fue tan inesperado como conmovedor y tuvo lugar en las inexploradas tierras cercanas al lugar donde el viernes 13 de octubre de 1972 un avión de la Fuerza Aérea uruguaya se estrelló con 45 personas a bordo, dejando a los sobrevivientes en una lucha desesperada por la supervivencia.
Catalán se encontraba llevando a cabo su rutina diaria y cuidando de su ganado cuando se encontró con dos jóvenes flaquitos del otro lado de un arroyo, quienes a las horas se terminaron convirtiendo en dos de los 16 supervivientes del accidente en el que murieron 29 personas.
Tiempo después, el hombre diálogo con GENTE y contó detalles de lo sucedido.
Sergio Catalán, el arriero del milagro de los Andes en exclusiva con GENTE
“Iba con mi caballo hacia mi casa por las orillas del Azufre. Me pareció escuchar los gritos al otro lado del río y vi a dos personas. Creí que eran terroristas, por la ropa harapienta que llevaban”, le contó Sergio Catalán a GENTE en 1993, a poco más de 21 años de la tragedia-milagro de los Andes.
“Ellos se salvaron solos. Yo los encontré, nada más”, decía en la misma entrevista, con una simpleza que –según los supervivientes del accidente– era huella de identidad del hombre que falleció el 12 de febrero de 2020 a los 91 años.
Una semana después de la muerte del baqueano chileno, Carlitos Páez y Roberto Canessa –dos de las 16 personas que sortearon la tragedia de los Andes– recordaron en diálogo con este medio a quien los encontró cuando ya nadie tenía esperanzas.
Roberto Canessa sobre el encuentro que les salvó la vida
“Ver al arriero fue una sensación muy especial: se terminaba el mundo de Los Andes y volvíamos a aquel del que habíamos salido”, reflexionó Roberto Canessa, en una entrevista a GENTE durante la plena pandemia.
“Veníamos de un mundo de frío y hielo, donde no había nada de vida y la muerte cercaba. Entrábamos a uno en el que había pájaros y vegetación. Encontramos a una persona a la que no habíamos visto jamás en la vida pero que se transformó en uno de los seres más querido”, aseguró emocionado.
Unos días antes Canessa había salido con Nando Parrado y Antonio Vizintin en busca de ayuda. Pero aquel día fue Roberto quien vio al baqueano y llamó su atención. “Ese encuentro fue dejar atrás la cordillera, la sociedad de la nieve, y abrió la posibilidad de volver a casa, a la facultad de medicina”, comentó quien luego se especializó en cardiología infantil.
“Además teníamos la sensación de haber cumplido: lo que habíamos prometido al grupo. No era llegar sino no aflojar. Y eso se coronó con la posibilidad de hacer contacto y pedir ayuda para que nos rescataran”, agregó contundente.
Por último, definió a Sergio Catalán: “El arriero tenía la sabiduría de los hombres de la montaña, que a través de la naturaleza se acercan al cielo. Él decía que tenía una vida en su casa y otra en la montaña donde no sentía hambre ni frío y tomando un poco de té se acercaba a lo espiritual. Era un hombre de gran sabiduría y se dio cuenta de que había algo raro: esas personas -desesperadas- no podían ser cazadores. Él había escuchado que había un avión pero no sabía que éramos nosotros y sin embargo dejó todo y fue a buscar ayuda”, rememoró.
Y concluyó: “Yo me pregunto, nosotros, por un desconocido, ¿dejamos todo y vamos a buscar ayuda? En dos palabras, Sergio Catalán era sabio y solidario”.
Caminos compartidos
“Para mí Sergio Catalán es como una figura paterna. Fue quien nos salvó la vida después de aquella lucha de 70 días largos con sus noches”, señaló a GENTE Carlitos, hijo del pintor uruguayo Carlos Páez Vilaró.
“Es alguien que siempre estuvo presente en la vida a lo largo de estos 47 años- Esa un hombre de una enorme humildad y una gran familia. Lo queríamos como un padre”, sentenció.
El hombre, que actualmente se dedica a brindar conferencias y charlas recordó: “Como hecho anecdótico y lindo, en una de las conferencias que dí en Chile, en la que había unas mil personas, en la mitad -cuando hablo del arriero- aparecieron entre el público Sergio y su mujer, Virginia Toro. Fue una de las cosas más lindas que me han pasado en la vida”.
Y enseguida su relato volvió a diciembre de 1972: “Fue un ángel que apareció de la nada. No nos estaba buscando sino pastando con su ganado. Lo curioso es que esta historia tiene mucho glamour, mucho Hollywood, mucho libro -hay 26 libros, 3 películas y 9 documentales- pero el nexo con la civilización fue a través de un hombre de campo, un hombre humilde que sin duda es un símbolo del camino por el que uno tiene que transitar".
Por último, con un tono menos solemne y con gratitud apuntó: “La revista GENTE siempre estuvo muy documentada en el hecho de Los Andes, de alguna manera se hizo dueña de la historia”.
La carta que Canessa y Parrado le entregaron al arriero chileno
"Vengo de un avión que cayó en las montañas. Soy uruguayo. Hace 10 días que estamos caminando. Tengo un amigo herido arriba. En el avión quedan 14 personas heridas. Tenemos que salir rápido de aquí y no sabemos cómo. No tenemos comida. Estamos débiles. ¿Cuándo nos van a buscar arriba? Por favor. No podemos ni caminar. ¿Dónde estamos?", decía la carta que escribió Parrado.
Así lo contó GENTE
El 13 de octubre de 1972 el avión Fairchild FH-227D de la Fuerza Aérea uruguaya desapareció junto con 45 personas. Tras 10 días de intenso rastrillaje por la zona y de acuerdo al protocolo de rescate, dejaron de buscarlo.
Sin embargo, luego de 72 días viviendo en condiciones extremas, como se retrata en el filme La sociedad de la nieve, 16 sobrevivientes pudieron volver a sus hogares. Tan sólo 5 días después de la tragedia, el periodista Alfredo Serra y el fotógrafo Juan Manuel Fernández fueron enviados para Revista GENTE desde Mendoza en un avión cazabombardero junto al equipo de rescate intentando encontrar al avión uruguayo.
Aún cargado de esperanza, en aquel momento el piloto rescatista se mostraba con fe de localizar los rastros del avión que había desaparecido. "La Cordillera está abierta, tal vez tengamos suerte", decía mientras planeaba por encima de una de las cadenas montañosas más extensas del mundo.
Con la ilusión intacta, el periodista detectaba alguna señal a sus pies. Según el piloto que manejaba el avión, encontrar rastros de objetos con tanta nieve sería "un milagro". Y así pareció ser. Es que cuatro horas después de haber iniciado la travesía, el equipo volvió a Mendoza con las manos vacías.