Juliette Lewis es de esas chicas que puede mostrarte cómo le caen unas gotitas de transpiración por sus axilas sin depilar mientras sonríe, y aun así sigue pareciéndote sexy. De las que, por más carrera en Hollywood que haya tenido, todavía le pasa que a veces llega al aeropuerto y se da cuenta de que se dejó el pasaporte en casa. De las que un buen día decide tirar por la borda una gran carrera cinematográfica –su debut en la pantalla fue a los quince años– y dedicarse de lleno al rock. Y que ahora, media hora después de haber dado un show con su banda –Juliette and the Licks– en pleno centro porteño, espera al equipo de GENTE sentada en su camarín, mientras picotea un rollito de jamón crudo y un poco de queso.
Primero es el turno de las fotos en el primer piso del Palacio Barolo, así que desde los camarines hacemos un viajecito de un piso en ascensor con Juliette. “¡Ay! ¡No sabés lo resfriada que estoy! Hace cuatro días terminamos una gira que duró como dos años y recién anteayer pude volver a casa. Y hoy casi no llego, ¡porque perdí el avión!”, dice mientras se arregla el maquillaje. La chica que nació en Los Angeles en 1973 aterrizó en Buenos Aires hace cinco horas, traída por B-Side, para ser el gran número de la noche en la fiesta Red Passion City que Campari organizó en el Palacio Barolo, un edificio de 1922 que un arquitecto (Mario Palanti) obsesionado con la Divina Comedia de Dante Alighieri construyó con las divisiones correspondientes de Infierno, Purgatorio y Paraíso sobre la Avenida de Mayo. El show fue en el infierno. Y, por un rato, el infierno estuvo encantador, con Juliette bailoteando enloquecida sobre el escenario, como una versión femenina de Iggy Pop, y después cantando entre el público. Luego vinieron las fotos, y esta charla.
–¿Así que perdiste el avión?
–Sí. Acabábamos de volver a Houston, después de una gira que estuvimos haciendo por los Estados Unidos, primero teloneando a Chris Cornell (ex cantante de Soundgarden y Audioslave) y después tocando por nuestra cuenta en pequeños clubes nocturnos. Y ayer, cuando fui al aeropuerto, me di cuenta de que había dejado el pasaporte en casa, así que tuve que volver a buscarlo y tomar el siguiente avión.
–¿Cuándo empezaste a escribir canciones?
–Lo hice durante los últimos diez años, con distintos guitarristas amigos. Pero fue hace unos cuatro que me decidí a tener una banda de rock. Estaba asustada, porque sabía que el día que empezara con el rock le iba a dedicar mi vida entera a esto, full time. Que no iba a ser para nada un hobby. Yo quería crear música para vivirla en un show sobre el escenario y sentir la conexión con la gente. No me interesaba componer sólo para tocarla en un estudio. Estoy buscando el sentimiento.
Fue a comienzos de los 90, con Cabo de Miedo (de Martin Scorsese, en la que tiene una escena de seducción con Robert De Niro, considerada entre las más eróticas del cine), Maridos y mujeres (Woody Allen) y Asesinos por naturaleza (Oliver Stone), que Juliette Lewis apareció como una ráfaga de aire puro y descarado que venía a reformular ciertos tópicos de las heroínas hollywoodenses: una sexy y salvaje que podía desarmarte con su sonrisa, pero que también podía mostrarte los dientes con ferocidad.
A sus dulces 16 enamoró a Brad Pitt, con quien tuvo una relación de tres años que las drogas terminaron haciendo estallar. Y ese costado resbaloso era el ingrediente que faltaba para terminar de completar el personaje controvertido. “Cuando estaba filmando Del crespúsculo al amanecer, la película de vampiros en la que trabajé con Clooney, George me dijo: ‘Todos mis amigos me preguntan: ‘¡Oooh! ¿Es verdad que vas a trabajar con Juliette? ¿Es verdad que es tan psicótica? ¿Es verdad que es tan apasionada?’ ”, le contaba la actriz al escritor y periodista Chuck Palahniuk en una entrevista, hace algunos años. Y cuando ya estaba perdiendo el control sobre su vida y su carrera, apareció la cienciología (la religión de moda en Hollywood Hills) para rescatarla de las drogas y controlar aunque fuera un poco su instinto salvaje. Después apareció Steve Berra, un skater profesional con el que se casó en 1999 y del que se divorció cuatro años después. Y luego apareció el rock.
–Antes, tu ex esposo viajaba por todo el mundo con su tabla de skate, y ahora la que viaja siempre sos vos…
–Sí. ¡Es cierto! Aunque ya no estamos casados con Steve, seguimos siendo muy amigos y charlamos sobre eso, porque ahora que nos separamos tenemos vidas muy parecidas. La vida de los skaters es muy comunitaria, como pasa cuando vas a tocar a festivales y te vas encontrando con la misma gente, y vas conociendo sus vidas… Eso me pasó últimamente con las bandas The Killers, The Queen of the Stone Age o David Grohl (ex Nirvana).
–¿Qué te da el rock que no te da una película?
–Otra relación con el público. Prefiero la conexión con la gente arriba de un escenario que desde una película, porque de pronto estás frente a una audiencia con gente muy distinta. Y estás haciendo que, por un rato, se olviden de sus miedos, sus tristezas, y vayan para adelante. Se suelten. Es una energía muy interesante.
–De chica eras fanática del musical Fama. ¿Esta es tu versión de la fábula?
–Mmm... No. Pero creo que algún día voy a hacer una película con ese argumento. Aunque más que Fama me gusta Flashdance, que es muy psicológica, y Hair. Creo que mi banda es una película divertida. Tiene un poco de misterio, mucha alegría y nos brindamos mucho a la gente.
–¿Qué es más divertido: ser una estrella de Hollywood o ser una rockstar?
–Bueno, a mí del cine me divierte la parte de hacer películas, de actuar. No ser una estrella o transformarme en una diva. Me gusta hacer películas interesantes, me encanta. Pero en el fondo, en el cine estás ayudando al director a contar una historia; con la música, en cambio, yo soy la que habla y puedo tomar muchas decisiones. Sobre lo que hago en el escenario, soy la cara de la banda, del diseño, de la estética, de las letras, hago todo. Es mucha más presión, pero me gusta más y tiene más que ver conmigo. El rock me conecta mucho con la gente… más que el cine. Y la conexión directa con la gente es increíble. Yo quería sentir la energía de actuar en vivo.
Juliette es una antiheroína de Hollywood: una chica a la que no le importa estar transpirada, con el maquillaje corrido o sin depilar, pero que igual enamora.
“Estuve escribiendo temas durante los últimos diez años, pero fue hace cuatro que me decidí a tener una banda. Estaba asustada: sabía que el día que empezara con el rock le iba a dedicar la vida”.
Y luego, se dedicó solo al rock.