El Papa Francisco regresó a la Plaza San Pedro para presidir la misa del Domingo de Ramos después de ser hospitalizado por tres días debido a una bronquitis. A pesar de desplazarse en silla de ruedas por sus dolores de rodilla, el Papa bajó del coche por su cuenta y caminó unos pocos metros hasta el lugar dispuesto para la bendición, ayudado por su bastón.
Con un abrigo blanco y un rostro serio, el papa Francisco saludó con la mano a los fieles congregados en la plaza, que temían que no pudiera asistir por razones de salud. Francisco bendijo miles de ramos de olivo y palma, un rito para los creyentes para recordar la entrada de Jesucristo a Jerusalén.
Durante la homilía, el papa denunció el abandono de muchos cristianos, así como pueblos enteros explotados y abandonados a su suerte. “Hay tantos cristianos abandonados invisibles, escondidos, que son descartados con guante blanco: niños no nacidos, ancianos que han sido dejados solos, enfermos no visitados, discapacitados ignorados, jóvenes que sienten un gran vacío interior sin que nadie escuche realmente su grito de dolor”, exclamó.
Después de la misa, Jorge Bergoglio recorrió la plaza saludando a los fieles desde el papamóvil. La salud del pontífice argentino, de 86 años, generó preocupaciones después de su hospitalización por dificultades respiratorias. Sin embargo, el Vaticano anunció que Francisco participaría en la semana más significativa de la Iglesia, que conmemora la muerte y resurrección de Cristo según el relato de los Evangelios.
Por qué se celebra el Domingo de Ramos
La misa del Domingo de Ramos, una celebración cristiana que marca el inicio de la Semana Santa, es una de las ceremonias más emblemáticas del calendario litúrgico. En esta ocasión, los fieles recuerdan la entrada triunfal de Jesucristo a Jerusalén montado en un burro, aclamado por la multitud con ramas de olivo y palma.
La misa del Domingo de Ramos comienza con la bendición de las palmas y ramas de olivo, que son distribuidas entre los fieles que asisten a la ceremonia. Las ramas son bendecidas por el sacerdote, quien recita un salmo y lee un fragmento del Evangelio que narra la entrada de Jesús a Jerusalén. Tras la bendición, se realiza una procesión en la que los fieles portan las ramas mientras entonan cánticos alusivos a la entrada triunfal de Jesucristo. Esta procesión culmina en el altar, donde se celebra la eucaristía.
Durante la homilía, el sacerdote suele centrar su mensaje en la figura de Jesucristo, quien a pesar de ser aclamado como rey por la multitud, sabía que su destino era la cruz. Se recuerda la importancia de mantener la fe y la esperanza, incluso en momentos de adversidad. Además, en esta misa se hace hincapié en la importancia de la solidaridad y el servicio a los demás, valores que Jesús predicó a lo largo de su vida. Se recuerda la importancia de estar cerca de los más necesitados y de trabajar por la justicia y la paz en el mundo.