El 7 de abril de 1994, desde su arresto en la cárcel de Villa Urquiza, Tucumán, el comisario Mario Oscar Malevo Ferreyra (entonces de 49 años), se confesaba con GENTE (edición Nº 1499) como el asesino del joven militante montonero Juan Carlos Alsogaray (29), hijo del general Julio Alsogaray, quien en tiempos del gobierno de facto de Juan Carlos Onganía había sido comandante en jefe del Ejército.
En su versión, brindada 14 años atrás, el comisario contaba una historia hollywoodense de la captura: “El venía como a 20 o 25 metros en el instante en que ambos nos vimos, pero él vaciló, yo aproveché la oportunidad y disparé, y nos agarramos a los tiros (...) Después de eso, él cometió un grave error: insultó a mi madre y gritó: ‘Hasta vencer o morir’. Lo ubiqué en el follaje, le disparé la segunda ráfaga y lo rematé. El cadáver tenía un reloj que quedó en manos del policía Dalmasio González a modo de trofeo”. La ley señala que “a confesión de partes, relevo de pruebas”, y lo mismo repite Julio Alsogaray (h) –hermano de la víctima–, pero muestra sus investigaciones cruzadas con fuentes del Ejército que participaron en el Operativo Independencia, de Montoneros y del ERP: “No fue él”, afirma.
–¿La declaración del Malevo Ferreyra le parece inconsistente?
–Sí. Muchos se adjudicaron la muerte de mi hermano; era como un premio, por ser hijo de un ex comandante en jefe. Pero tampoco es cierto que lo hubieran capturado vivo y que cuando supieron de quién era hijo lo hayan matado. Nunca pudieron saberlo, porque estaba con documentación falsa.
–¿Cuál es su versión?
–Ya a fines del ’75 la mayoría de las organizaciones estaban desarticuladas. Recordemos que el golpe y el terrorismo de Estado habían empezado un año antes en Tucumán, con el denominado Operativo Independencia. La presencia de Montoneros allí ya era irrelevante. En los escuadrones que conformaron conjuntamente el Ejército, la Policía y grupos paralelos, había muchos “Malevos”. Una banda de forajidos, terroristas, torturadores, para quienes la vida no tenía ningún valor; sádicos que respondían sin cuestionarse las órdenes de un plan de exterminio que provenía de la cúpula militar, que incluía la tortura hasta las últimas consecuencias y el robo de menores. En ese clima, con esas reglas, se formó Ferreyra. Y lo siguió haciendo en democracia. Era un hombre para quien no había ley. Este comisario fue uno más de esa patota. Su suicidio fue patético. Era tanta la necesidad de tener presencia pública que sabiendo lo que iba a hacer, llamó a un medio para hacerles un show. Fue loco y mediático hasta en su muerte.
–¿Cómo supieron de la muerte de Juan Carlos?
–A fines de febrero de 1976 mis padres recibieron el aviso de que Juan había desaparecido de parte de Adriana Barcia, la compañera de Juan Carlos, y se fueron a Tucumán. Era de noche cuando Bussi los atendió en su casa y les mostró tres carpetas enormes, con información y fotografías de prisioneros vivos y muertos. Allí estaba la de mi hermano. Mamá se largó a llorar y Bussi la reprendió. Le dijo que delante de él no llorara, porque a él le mataban hijos todos los días en el monte y él no lloraba. Y si no, que se fuera.
–Volviendo al Malevo, ¿por qué cree que se manejaba así?
–Tenía la necesidad de figurar, de mostrarse respondiendo al mote de Malevo. Tenía un deseo muy marcado por mantener su imagen de violento. Pero también a sabiendas de que tenía gente que lo respaldaba. Eran muy compinches con (Antonio Domingo) Bussi, otro terrorista de Estado, que dijo alguna vez que el Malevo era un “hombre del orden y la Justicia”, cuando en realidad lo que menos podía decirse de él era que fuera un representante de la legalidad. Con el tiempo se corroboró que ninguno de los dos lo fue. Hoy Bussi tiene cadena perpetua.
–¿Cuál era el peso de Juan Carlos en la organización?
–Montoneros tenía una escala jerárquica, y él era oficial. Lo que pasa es que la presencia de Montoneros allí, en esa época, era mínima y es por eso que él provincialmente tenía un puesto de cierta importancia. Mi hermano era un joven muy instruido, que participó del Mayo Francés cuando estudiaba Sociología en La Sorbona, en París. Volvió a la Argentina siendo ya un militante revolucionario, aunque todavía no lo había puesto en práctica.
–Antes de matarse, el Malevo se amparó en el concepto de obediencia debida. Señaló que los altos rangos militares debían responsabilizarse de lo que hicieron, porque si no, tenían que pagar los de bajo rango como él.
–No sé qué pudo llevarlo a hacer ese show... Porque fue premeditadamente mediático. Yo creo que le soltaron la mano, que lo dejaron solo.
Julio Alsogaray (h) con un retrato de su hermano Juan Carlos, muerto en Tucumán mientras militaba en la organización Montoneros. Para él, “en los escuadrones que conformaron conjuntamente el Ejército, la Policía y grupos paralelos, había muchos ‘Malevos’. Una banda de forajidos, terroristas y torturadores”.
“Alsogaray cometió un grave error: insultó a mi madre y gritó: ‘Hasta vencer o morir’. Lo ubiqué en el follaje, le disparé la segunda ráfaga y lo rematé” (El Malevo Ferreyra en 1994 a GENTE)