Cuando hacemos referencia a Egipto, es inevitable pensar en las famosas pirámides o sus tradiciones. Pero el gobierno quiere dejar atrás esas referencias y que el país sea reconocido por tener una nueva capital, creada desde cero para evadir la saturación en la que se han convertido las calles de El Cairo.
La actual capital ya no es un destino turístico agradable, producto de la contaminación, el caos y el intenso tráfico. Por ello se han apresurado las obras de su admirable Nueva Capital Administrativa (NAC), en medio del desierto, para que desde el inicio del verano empiecen a mudarse los primeros empleados públicos.
La nueva ciudad estará en una posición privilegiada: tendrá embajadas, un aeropuerto gigantesco, cientos de hoteles, escuelas, hospitales, centros de entretenimiento e industria.
Habrá centro de monitoreo electrónico de la infraestructura y la seguridad urbana, los techos estarán cubiertos de paneles solares, absolutamente todos los pagos serán electrónicos, lo que derivará en la no circulación de efectivo y se garantizarán 15 metros cuadrados de espacio verde por residente fijo.
La ciudad se está diseñando como un modelo vanguardista para el futuro de Egipto. Los trabajadores están dando los últimos retoques a una avenida de ministerios que recuerda la arquitectura de los templos faraónicos y que linda con un complejo islámico elevado, dos edificios del Parlamento con cúpula y un complejo presidencial en expansión.
Habrá también un monorriel que atravesará un distrito comercial, en el que una torre central de 385 metros está a punto de ser terminada.