Diego Cocuzza tiene 39 años y vive en Mar del Plata. Vestido con una remera de Lionel Messi, una campera liviana color negro, jeans y zapatillas se sienta en el estudio de Revista GENTE a contar lo que vivió esa noche.
“Ese día yo fui a ver un recital a un lugar habilitado por el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires que tenía un montón de irregularidades y que no las sabíamos”, dice al recordar esa noche, que lo llevó, en 2007, a fundar y presidir la asociación No Nos Cuenten Cromañón.
Ante la posibilidad de grabar frente al lugar, en Bartolomé Mitre al 3000, responde sincero: “A cualquier otro lado, pero ahí no (…) No es un lugar que me represente. Lo que hacemos con la asociación es tratar de salir de ahí, no quiero volver”.
Así como para todos los sobrevivientes, para Diego, que tenía 19 años en 2004, la tragedia fue un hecho bisagra en su vida, un empuje brutal que le cambió su forma de ver el mundo en una noche. “Yo fui adelante de todo. Estaba en la otra punta de la salida. La única razón por la que salí… Por la que salimos o no salimos fue la suerte”, asegura.
Al recordar la noche del 30 de diciembre, Diego cuenta que tanto él como sus amigos con los que fueron a ver a Callejeros pudieron salir, pero que hubo "muchos pibes y pibas que la pasaron mucho peor”.
Las irregularidades y la corrupción
Con la distancia de haber pasado 20 años, y mucho estudio e investigación de por medio, Diego detalla cada una de las irregularidades del boliche gerenciado por Omar Chabán.
“Se sobrepasaba la capacidad de personas, había quince matafuegos, de los cuales diez estaban sin carga, tres estaban vencidos y dos sin precintos, o sea, no funcionaba ninguno, había luces de emergencia que no funcionaban, cuatro extractores de aire que figuraban en los planos pero solo funcionaba uno porque el dueño del lugar, Rafael Levy, construyó canchitas de fútbol arriba del techo y los tapó, un techo inflamable con paneles acústicos que al encenderse con la media sobra desprendieron el humo tóxico que te mataba al respirarlo”, enumera el especialista en marketing digital.
“Y un detalle no menor: una salida de emergencia cerrada con candado y alambre. Arriba tenía un cartelito luminoso que decía: ‘Salida’, era lo único que funcionaba en Cromañón. Quienes se acercaron a esa puerta para salir, muchos de ellos murieron porque tardaron una hora en abrirla”, suma Diego con calma sin disimular su indignación.
Diego enfatiza lo que lo moviliza día a día como sobreviviente en su lucha para que algo como Cromañón no vuelva a ocurrir.
"Me parece más importante que se entienda por qué pasó, y no tanto el cómo salir de ahí. Porque pude haber salido de mil maneras. Cada uno salió de la manera que pudo. Pero lo importante es por qué llegamos a tener que ir a un lugar habilitado en esas condiciones. Eso es lo realmente importante, y que la gente entienda por qué pasó eso, básicamente porque hubo coimas para habilitar ese lugar, por corrupción del Estado", sentencia.
Quién es Diego Cocuzza 20 años después de sobrevivir a Cromañón
Diego tuvo otra oportunidad, él pudo salir de Cromañón y contar su historia. También pudo exorcizar su dolor y sus traumas con la asociación. Al pensar en dónde está hoy y quién es dice a Revista GENTE: "Me cambió la personalidad. Post Cromañón sentí la necesidad de luchar por algo, nos había pasado eso a nosotros. Y en los medios había gente hablando de nosotros y de cómo eran los recitales de rock y nunca en su vida habían pisado un recital de rock. Me acuerdo de que me dio mucha bronca eso al principio. Se ha dicho que había una guardería en el baño de Cromañón, por ejemplo, eso se dijo al día siguiente. Y eso no pasó. Fue una construcción que se hizo justamente para estigmatizar y criminalizar a las víctimas que éramos nosotros".
Y revela el origen de la asociación que preside, que tiene entre sus pilares el hacer frente a la desinformación. Este año publicaron “Voces, Tiempo, Verdad”, libro con el que dieron charlas en ciudades de todas las provincias del país y Uruguay.
“Sentí la necesidad de luchar para visibilizar por qué nos había pasado todo esto y desmitificar un montón de cosas que estaban diciendo. A la vez, es muy importante que las nuevas generaciones entiendan lo que pasó en Cromañón”, explica.
Y suma: “El rock es para compartir. Por eso es que se estigmatiza también a la gente que fue con chicos ese día. Pero estaba permitido. Es como un padre que lleva a su hijo a la cancha a ver a su equipo para hacerlo hincha. Esto era un recital, un lugar donde hay un artista en el escenario haciendo música que te llega al corazón. Está bien compartir eso".
Para Diego, la música es parte de su vida y la de su familia. Emocionada habla de Benja, su sobrino de 9 años, y en el vínculo que los une. Cada familia tiene que poder decidir si llevar a su hijo, a eso quiero llegar, un recital no debería ser un lugar peligroso”, cierra.
Edición: Dolores Moreno
Cámara: Candela Petech, Martina Cretella y Miranda Lucena
Montaje: Candela Petech
Material de archivo: Gustavo Ramíre
Agradecemos a los sobrevivientes y las asociaciones que participaron de esta producción y sumaron su testimonio
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