Podría decirse que llegó, que su nombre está instalado. Hay quienes dicen que es por su carisma y su talento. Otros, por su desfachatez, esa que esconde detrás de su rostro de alumno bueno y responsable. Su único secreto, dice él, fue saber qué quería. “Desde chico, siempre tuve ganas de dirigir”, confía ahora, con su opera prima ya estrenada.
Diego Luna está, a sus 27 años, en Nueva York. Acaba de lanzar JC Chávez, un documental basado en la vida de una leyenda del boxeo mexicano. Está feliz. Lo logró. Una vez más. ¿Y ahora…?
Dime con quien andas… El currículum personal de Diego Luna, nacido en diciembre de 1979 en el Distrito Federal mexicano, sustenta eso que los críticos llaman talento. Enumeremos sólo sus trabajos en el 2004, el año de su consagración: conductor de los MTV Video Music Awards Latinoamérica, protagonista en Dirty Dancing: Havana Nights, The Terminal y Criminal, el remake norteamericano de Nueve reinas, del fallecido director argentino Fabián Bielinsky. Y ahí paramos, porque podríamos seguir recorriendo por un rato sus más de 39 participaciones en películas y series de tevé.
Precoz, a los once años Diego protagonizó el corto El último fin de año y a los doce, la telenovela El abuelo y yo, donde conoció a Gael García Bernal. Hasta ahí todo bien. Puertas adentro de su país era tratado como una promesa en la actuación, y eso lo reconfortaba. Pero llegó Y tu mamá también (2001), dirigida por Alfonso Cuarón y co-protagonizada junto a Maribel Verdú y su amigo Gael. Y el estreno de ese film, un road trip bastante jugado, lo metió en el star system internacional. A partir de ahí, derechito a las ligas mayores: actuar con Tom Hanks, Catherine Zeta-Jones y Kevin Costner, y ser dirigido, nada más y nada menos, que por Spielberg.
El dia D. Siete de la tarde, en la Gran Manzana. Falta poco para el estreno del documental en el TriBeCa Film Festival, y a Diego le tiembla el pulso. El y sus amigos, entre los que se cuenta Alejandro, su padre, y, obviamente, Gael García Bernal, se reúnen en el restaurante Craft para que el tiempo pase rápido. Toman algo y parten para la alfombra roja del Clearview Chelsea West Theater, uno de los lugares más top de TriBeCa, que es uno de los barrios más cool de toda la ciudad. Se proyecta el documental. La presentación –detalle no menor– fue aplaudida de pie por toda la sala, lo convence de que el festejo es merecido. Y los actores, de eso, saben algo. Luna, su troupe, el salón del Maritime Hotel de Cabanas, música, tragos, y la celebración, que se extendió hasta altas horas de la noche.
Así arrancó Diego su charla con GENTE: “Estoy bien contento. No puedo creer que la gente se haya quedado hasta el final. Nunca pasa que todos quieran hablar con el director”.
–¿Se imaginaba la noche del estreno tal y como sucedió?
–Antes de la función me tranquilizó mucho que Julio César Jr. me dijera: “Esto va a ser un éxito...”. En ese momento dije: “¡Wow! Si eso piensa él, pues ya estoy listo”. Tuvimos ciertos problemas técnicos con el audio cuando empezó a proyectarse la película. Y yo me decía: “Mejor paremos esto y la vemos otro día”. Cuando terminó, estaba muy nervioso para hacer la sesión de preguntas y respuestas. Pero se quedaron todos y eso fue un regalo precioso. Entonces me relajé y comencé a disfrutar. Esta película tiene un ángel detrás, alguien que la está cuidando mucho.
–¿No será Diego Luna?
–No, no. Es alguien mucho más poderoso.
–¿Cuál fue el mayor reto para hacer este documental?
–Convencer a la gente que admiro de que tenían que trabajar conmigo. Y no por buena onda, sino porque el proyecto valía la pena. En el mundo del boxeo hay mucho poder, y no les impresiona nada.
–Ser director, ¿por qué?
–Fue dándose. Siempre quise hacerlo, pero sabía que necesitaba una gran historia para poder cumplir mi sueño y en algún momento quería contar el vínculo que existe entre el poder y la fama. La vida y la carrera de Julio César me dieron la chance de contar las dos cosas: la historia de un héroe como hay pocos en México y su relación con la fama y la indiferencia. Cuando los famosos están arriba los festejamos, pero después nos olvidamos de ellos. Julio César Chávez tiene 44 años –veinte menos que mi papá– y ya es una leyenda. Sólo que le queda toda una vida por delante.
–¿Fue difícil trabajar con él?
–No. El fue muy generoso conmigo. Lo difícil fue el mundo del box, porque allí todo es inmediato, todo sucede en una tarde. El cine es mucho más lento… Fueron más de dos años de mi vida invertidos en el documental. Hay gente que entrevisté hace año y medio que no se explicaba por qué no estaba lista la película. Creían que les había mentido.
–¿Cómo crees que recibirá el público este documental?
–Yo creo que la va a recibir muy bien. Durante la presentación había muchos latinos en la sala, y les gustó mucho. Hace unos días le mostré la película a Julio César Chávez. Estaba muy nervioso, porque la vimos nosotros dos, solos, en su casa... En el momento de la caída pensé que me golpearía. Sin embargo, lo vi secarse las lágrimas de los ojos con el pañuelo que traía en la mano. Al final me dijo: “Está bien bonita”. Recién ahí pude dormir tranquilo.
–¿Qué fue lo que le dejó este documental?
–La relación padre/hijo, que resultó ser muy similar a lo que me sucede con mi propio padre. Para Julio César debe ser duro saber que su hijo quiere seguir sus pasos.
–¿Proyectos?
–Pues ahora vienen estrenos: Mister Lonely, en Cannes, y El búfalo de la noche, en México. También, estamos armando algo con Gael y Carlos Cuarón, que hasta ahora se llama Rudos y cursis.
–Actor exitoso, director… ¿qué le falta?
–Seguir haciendo cine, porque en ningún lado estoy más cómodo. Además quiero lograr que la industria mexicana del cine crezca. Tengo el sueño de seguir trabajando en mi país y que la compañía que ahora lleva pocos años dure mucho tiempo.
Diego en el corazón de Manhattan. Allí presentó, luego de dos años de trabajo, JC Chávez, su opera prima como director.
Luna, post estreno, dice: “El primero en ver la película fue Julio César Chávez. Imagínate lo nervioso que estaba... Al final me dijo: ‘Está bien bonita’. Recién ahí pude dormir tranquilo”.
Entre los proyectos de Diego está trabajar junto a sus amigos Gael García Bernal y Alfonso Cuarón, en un film que hasta ahora se llama Rudos y cursis.